La unidad que logró Ricardo Monreal en torno a él para defenderlo de las agresiones arteras de la gobernadora de Campeche, Layda Sansores, debe haber sacudido al morenismo y a la Cuarta Transformación. Pero la convulsión mayor debe haber sido provocada tras el enérgico posicionamiento que hizo al hablar de lo que ocurre al interior de Morena respecto a las candidaturas, y sin mencionar al presidente López Obrador, emitir severas críticas por la división y el odio que éste genera entre la población Mexicana.

En primer término hay que decir que el ex gobernador de Zacatecas mostró músculo al sumar en su defensa a senadores de todos los partidos políticos representados en la Cámara Alta, quienes firmaron un posicionamiento en rechazo a las acciones iniciadas por la gobernadora de Campeche en contra del morenista, siendo que 87 senadores de 127 suscribieron el documento. Esto sin duda, debe haber significado para el experimentado político un impulso y una bocanada de aire fresco para continuar con sus aspiraciones de obtener una candidatura como presidenciable.

Y es que, para nadie es un secreto que Monreal Ávila está buscando la candidatura del partido del Movimiento de Regeneración Nacional, pero tampoco se ignora que alberga un plan B y quizá tenga ya más de un pie fuera de Morena ante la serie de acontecimientos y señales que ha venido enviado en los últimos días.

Un ejemplo de ello es el acto masivo en la Arena México en el que prácticamente se destapó y dejó claro que peleará por obtener la candidatura de Morena, pero que como ya lo había adelantado siendo la dignidad su único límite, podría ya estar mostrando que su camino es conseguir la nominación por algún otro partido, y hay quienes señalan que Movimiento Ciudadano (MC) podría ser el espacio por el que buscara contender, sin dejar de elucubrar que esto podría ser el puente para que el emeceísmo que encabeza Dante Delgado decidiera por fin dar el siguiente paso y sumarse a la gran alianza integrada por PAN, PRI y PRD.

El discurso de Ricardo estando rodeado de senadores de partidos diversos fue claro y contundente, al hablar de la “vulgar ambición desmedida” que se ha apoderado de Morena.

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“El que yo estoy elaborando es un plan de reconciliación nacional, porque no creo en el odio, no creo en el rencor permanente, no creo en la confrontación permanente; sí creo en la conciliación, el acuerdo y el consenso. Y creo que la República necesita reconciliación. Nosotros no queremos el pleito, nosotros no queremos el odio, nosotros no queremos el rencor, sí nos distingue eso. Y por eso nosotros fundamos Morena, como una alternativa de vida y por eso nosotros contribuimos a que este movimiento se fortaleciera. Pero la ambición vulgar, la ambición desmedida se ha apoderado de Morena y nosotros no estamos de acuerdo con eso. Usar los medios de comunicación oficial, usar el dinero, usar las redes controladas por el gobierno y los simpatizantes, usar los programas sociales para destruirnos, no era por lo que luchamos, al menos yo como fundador. Si van a atacarme para destruirme, que comiencen, porque les va a costar trabajo”, puntualizó el todavía Coordinador de los Senadores de Morena en la Cámara Alta.

Y en este contexto, lo que ha venido ocurriendo con el zacatecano debe poner a pensar a López Obrador y a sus adláteres así como a quienes él llama “Corcholatas”, que son Claudia Sheinbaum, Adán Augusto López y el propio Marcelo Ebrard, pero sobre todo a quienes están alrededor del presidente y le hablan al oído. Andrés Manuel debe modificar su forma de ejercer el poder presidencial, pasando del autoritarismo y el capricho, la indolencia y la bravuconada, al escuchar con atención y asumirse como debiera ser un mandatario que gobierne para todos y no solamente para quienes votaron por él o sus partidarios, lo cual será difícil, ya que como sabemos, el tabasqueño ha respondido llamando a una marcha en defensa de sí, la cual por cierto se espera sea bastante concurrida dado que seguramente se echará mano de todos los recursos económicos y políticos con que cuenta el gobierno, así como con el apoyo de gobernantes sumisos al poder central.

Quizá sea demasiado pedir, pero el presidente igualmente debería reflexionar sobre las posturas manifiestas de personajes que hasta hace poco eran fieles integrantes de la Cuarta Transformación, y que habiéndose distinguido algunos de ellos como defensores a ultranza del proyecto sexenal del Ejecutivo de la Nación han terminado por decepcionarse y convertirse en una voz crítica y potente para señalar los pecados del propio presidente y su movimiento.

Es el caso del joven Gibran Ramírez Reyes, quien en su colaboración del pasado lunes 14 de noviembre, titulada “Mentira que el apoyo a la reforma sea mayoritario”, detalla cómo se manipulan las encuestas en la 4T:

“Diputados y otros voceros oficialistas se han apresurado a desestimar la oposición a la reforma electoral como minoritaria porque, con encuestas mal hechas y preguntas sesgadas aplicadas por encuestadoras de dudoso prestigio y con un nutrido historial de “equivocaciones”, han conseguido decir que el 80 por ciento de los mexicanos apoya la reforma. Mienten. Las encuestas pueden trampearse muy fácilmente desde el planteamiento de las preguntas, por eso es el método favorito del Presidente y la cúpula autoritaria de Morena para elegir candidaturas; permite usar una careta de demócrata mientras por debajo de ella lo que hay es arbitrariedad y antidemocracia pura.

Y mientras Gibran lo acusa de manipular encuestas, el ex presidente de la Cámara de Diputados, Porfirio Muñoz Ledo, su amigo por décadas y compañero de múltiples andanzas y batallas, lo señala como enfermo mental y por ello exige su renuncia.

De acuerdo con Porfirio Muñoz Ledo, el presidente debe dimitir al cargo, basándose en el artículo 86 constitucional.

Este artículo explica que el cargo de presidente de la República sólo es renunciable por causa grave, que calificará el Congreso de la Unión, ante el que se presentará la renuncia.

Jesús Zambrano Grijalva, presidente del Partido de la Revolución Democrática (PRD), quien es otro viejo conocido del presidente pero hace ya tiempo se deslindó de él, opinó prácticamente en el mismo sentido que Porfirio:

“Solo a un enfermo mental se le ocurre calificar a quienes marcharon ayer de oponerse a la transformación del país, de ser conservadores y defender privilegios, cuando vimos manifestándose a personas de distintos sectores sociales, de diversa composición social, política e ideológica, y no quiere por supuesto el presidente de la República ver la realidad, pensó que la gente no iba a salir y salió con plena libertad a gritar que no queremos una dictadura”, enfatizó.

Elena Chávez lo ha acusado de corrupto. Ella es una mujer que ha acompañado por alrededor de dos décadas el andar del presidente habiendo sido esposa de quien fue uno de los hombres de confianza de Andrés, y me refiero a César Yañez, su ex jefe de prensa. Elena es la autora de “El Rey del Cash”, un libro que ha causado gran polémica desde que fue anunciado hace un par de meses y que se ha topado con la censura, y la oposición y fuerza del aparato gubernamental para impedir su difusión.

A través de El Rey del Cash, la escritora coloca a López Obrador y a su expareja como los dos protagonistas de una historia “llena de traiciones políticas, ambiciones personales, infidelidades, abusos laborales, corrupción y autoritarismo”.

La mujer cuenta detalles de cómo los operadores del presidente consiguieron durante mucho tiempo miles de millones de pesos para financiar y apoyar el movimiento de López Obrador.

También se cuenta cómo tras la primera derrota presidencial de López Obrador ante Felipe Calderón, “el odio y la venganza” se apoderaron del político.

La lista de decepcionados, engañados, desencantados e incluso traicionados por Andrés Manuel se ha incrementado de manera exponencial en cuatro años. Sin embargo, que se cuente entre ellos a personajes con los que ha caminado por décadas, como Porfirio Muñoz Ledo, nada menos que fue quien le colocó la banda presidencial, y Ricardo Monreal, quien lo ayudó a fundar Morena, debería ser más que una sacudida o un convulsivo al interior de ese partido, un motivo de reflexión para el presidente López Obrador, aunque seguramente su reacción será como de costumbre, señalarlos de traidores, falsos izquierdistas, y hasta neoliberales.

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