Los momentos por los que pasa Morena son cruciales. Ya es un lugar común hablar de la rapidez de crecimiento del partido, de los importantes éxitos electorales que ha obtenido desde su fundación, para no hablar del tremendo logro de haber llevado al compañero Andrés Manuel a la Presidencia de la República. Hoy conmemoramos que se cumplen cuatro años de ese triunfo.
Cualquier observador extranjero, medianamente informado de los asuntos de México, pensaría o podría suponer que el partido que llevó al poder a AMLO se encuentra hoy en día en inmejorables condiciones organizativas, políticas y electorales que antes del triunfo de 2018. O al menos, que ya es clara su consolidación como partido político nacional de izquierda. Desgraciadamente Morena está muy lejos de estar en esa situación.
Hay varios enfoques para analizar lo que pasa. Uno de ellos es partir de la hipótesis de que se trata de “problemas de crecimiento”. Algo así como que Morena es una criatura que ha crecido demasiado rápido y todavía no ha aprendido a sumar ni a restar, pero ya la pusieron a resolver ecuaciones diferenciales. Creo que esto en parte es cierto, pero no explica totalmente la situación actual de Morena. Otro enfoque parte de la base de que, Morena, al haber tenido un inicio como movimiento social, tuvo muchas características que impulsaron su rápido crecimiento, pero una vez constituido como partido político, perdió lo mejor de estas características y ha devenido en un partido político electorero guiado por el más crudo pragmatismo.
En el Programa de Lucha de Morena se dice explícitamente lo siguiente: “Morena es una organización política amplia, plural, incluyente y de izquierda, con principios, programa y estatutos”. Y aquí es donde la puerca tuerce el rabo, como se dice coloquialmente. Porque, al estar integrado el partido por personas provenientes de diferentes corrientes de pensamiento, ¿cómo se puede entender eso de “ser de izquierda”? Aquellas personas que provienen de partidos de la izquierda histórica podemos tener una clara definición de lo que significa ser de izquierda, porque provenimos de las luchas contra el PRI-gobierno de 1940 hasta 2018, sea en organizaciones comunistas, socialistas, libertarias, nacionalistas revolucionarias y de otro tipo. Pero hay ahora muchos compañeros en el partido que no provienen de esas luchas o bien son jóvenes de reciente incorporación. ¿Qué entienden por ser de izquierda?
A esos compañeros hay que decirles que Morena es un partido de izquierda por su adhesión a un proyecto (la Cuarta Transformación), que busca un cambio radical en México en beneficio de las mayorías trabajadoras. No puede ser un partido de “centro”, porque eso corresponde más bien a un rostro amable del capitalismo neoliberal. Por supuesto que un partido de izquierda debe ser también “humanista”, pero va mucho más allá de eso. Que Morena sea un partido incluyente no significa que sea un partido ideológicamente indefinido.
Hasta aquí estamos en el plano teórico, pero seamos conscientes que el vínculo entre el proyecto de la 4T y ser de izquierda se muestra en la práctica. Desgraciadamente tal cosa no se ve por ninguna parte. Actualmente, Morena vive en una especie de limbo. Es de izquierda por el proyecto que explica su existencia y razón de ser, pero su pragmatismo electorero de años recientes y su práctica política antidemocrática al interior del partido han sido dominantes y han provocado un malestar muy extendido entre la militancia morenista de todo el país.
Esto y no otra cosa es lo que explica el gran éxito que ha tenido la Convención Nacional Morenista, que ha sido como una pequeña llama que encendió la pradera seca. Las inconformidades y los agravios entre la militancia son muchos, que se han exacerbado en los últimos tres años. Por un lado, la cúpula dirigente manifiesta, con sus acciones y designaciones, una afinidad con el centro-derecha político del país, con cercanía a prianistas, en el afán de obtener triunfos electorales a toda costa. Por el otro, la movilización activa de la militancia de Morena aglutinada alrededor de la Convención Nacional Morenista está atrayendo además a obradoristas que habían estado alejados del partido porque ellos reivindican los principios fundacionales obradoristas, que han percibido correctamente que han sido enviados al ostracismo por la cúpula y prefirieron mantenerse al margen. Hoy en día dos partidos Morena están coexistiendo en el mismo lugar y tiempo: la de derecha, de un pragmatismo electorero brutal, que pretende refundar al PRI en Morena, y la de izquierda, que reivindica la utopía y el programa de la izquierda histórica de este país, para profundizar la Cuarta Transformación. Es MOMENTO DE DEFINICIONES, como reza el acertado lema de la Convención.