El neoliberalismo es un término con una pésima reputación hoy. Muchos mexicanos, bastante desinformados y mucho mejor amoldados por la retórica obradorista, asocian ese concepto con otros como corrupción, salinismo y retroceso.
Si bien es cierto que una parte de la ideología neoliberal ha sido puesta en evidencia por los economistas modernos como desfasada y creadora de pobreza y desigualdad (tales como la nula intervención del gobierno en la economía interna o la reducción del gasto público) otros componentes permanecen -aún- como motores de la economía del siglo XXI.
Me refiero en particular al libre comercio. Por más que los morenistas se jacten de haber dejado atrás el neoliberalismo (se del malvado Salinas) abogan hoy más que nunca, derivado de la guerra comercial iniciada por Donald Trump, en favor de la continuidad del libre comercio entre México y América del Norte.
No lo hacen ciertamente como parte de un decálogo de postulados ideológicos, sino ante un golpe de realidad. Son mentirosos y asaz manipuladores pero no son tontos ni ingenuos. Saben bien que la economía mexicana exige y necesita la prolongación de la liberalización comercial con Estados Unidos, pues ambos sistemas productivos se encuentran tan profundamente entrelazados que cualquier disrupción conllevaría serias consecuencias para el país.
En este tenor convendría recordar en la opinión pública, y no solamente en las mesas de debate, que uno de los postulados del neoliberalismo más puro (sí, aquel del consenso de Washington y de Reagan y Thatcher) es que el Estado debe suprimir cualquier arancel, subvención, dumping, impuesto o medida no arancelaria que limite el libre intercambio de bienes y productos.
Por lo tanto, por más sorprendente que pudiese parecer, el gobierno republicano de Trump ataca el neoliberalismo reaganiano, mientras Claudia Sheinbaum y los obradoristas, dizque casados con la izquierda, defienden las causas del consenso de Washington. ¡Buena dosis de ironía vive hoy la región!
La defensa del T-MEC y del libre comercio por parte del régimen es sintomático de sus tergiversaciones discursivas pronunciadas en cada mañanera y en cada mesa de discusión. Sin embargo, en ocasiones, tienen que hacer frente a realidades que evidencian sus fantasías.