Dícese de las mujeres que tienen profesiones, preferencias, gustos o actividades catalogadas dentro de una sociedad capitalista como especiales, superiores, caras, privilegiadas, altamente estudiadas o en espacios de toma de decisiones, poder o dinero. Aplica igualmente para mujeres que se brindan a sí mismas un estilo de vida considerado “alto” como para las mujeres que establecen estándares de alto perfil económico como requisito para quienes soliciten salir con ellas, usualmente otros hombres y circunstancialmente otras mujeres.
Existe en TikTok una usuaria llamada @LaMorraValiente, quien con tono norteño explica en distintos videos una serie de requisitos y estándares que son importantes para tener una relación con ella. Entre ellos está el no aceptar que en las primeras citas le hagan pagar la mitad de la cuenta o el rechazar a hombres que no le puedan ofrecer un estilo de vida cómodo, aclarando que ella gana su propio dinero y que no desea imponerle sus reglas a ninguna otra mujer, sino que ella tiene un amor por sí misma que puede ofrecerse eso y por lo tanto, no está dispuesta a aceptar menos.
Sus videos se han viralizado. La mayor parte de críticas viene de otras mujeres que le señalan el hecho de romantizar las relaciones asimétricas de poder en las que se perpetua el viejo mandato de que los hombres deben mantener a las mujeres, brindarles comodidades y lujos, así como que el matrimonio es una “herramienta” para las mujeres con oportunidad de transitar social y económicamente hacia clases consideradas más altas.
El debate va por acá:
El debate no es menor, pues, aunque pareciera superficial, la dinámica de acceso al empleo y distribución de la riqueza va colocando cada vez a más mujeres en condiciones de ingresos medios a elevados. A pesar de la brecha salarial, de la desigualdad en las labores de cuidados y de la feminización de la pobreza, las mujeres que logran acceder a las tecnologías a su vez, se acercan a incrementar sus ingresos colocándolas por encima de muchos varones.
En nuestro país, la tendencia de mujeres que toman la batuta económica ha ido al alza, colocándose en 2021 con un 27.3% de mujeres que encabezan los hogares. La cifra de las parejas, sin embargo, es difusa. La estadística contempla a personas que viven en el mismo hogar pero no hay claridad sobre cómo se distribuyen los gastos entre parejas que se encuentran en etapa de noviazgo.
En toda la red de mujeres que conozco, la mayoría trabajan y generan sus propios recursos. En nombre del amor romántico, cientos de mujeres con empleos e ingresos viven ahora un fenómeno de explotación económica o violencia salarial silenciosa. Se trata de relaciones en las que el feminismo y las nuevas masculinidades le abren paso a que sean ellas las proveedoras de ellos, inclusive cuando ellos pudieran tener sus propios ingresos. El empoderamiento de las mujeres, considero, se debilita en medida de que son ellas las principales proveedoras, pues el dinero generado a partir de los talentos, esfuerzos e inversiones de las mujeres terminan quedando en manos y satisfacción de sus parejas.
Creo que hoy más que nunca es importante defender la autonomía económica de las mujeres, pero también la emocional. Si es que “La morra valiente” tiene una lección que darnos, esa es la de establecer reglas, mínimos aceptables, estándares personales y límites. Poco sirve el crecimiento laboral y económico de las mujeres si es que, en nombre del amor romántico, aceptarán a hombres que expriman sus finanzas. Tampoco es momento de volver a los viejos esquemas de la dominación económica, pero definitivamente si un hombre no le dará nada a la pareja con la que se encuentra, tampoco debería quitarle. El complejo de salvadoras, a su vez, es una herida en muchas mujeres que aceptan a hombres a sabiendas de que ellas serán sus proveedoras. En el margen de las libertades, cualquier esquema es aceptable, pero en el margen del feminismo, el discurso del empoderamiento económico y el liderazgo familiar de mujeres tiene una fina línea con la de la autoexplotación para satisfacer necesidades ajenas, un nuevo esquema de sacrificios que no tiene que ver con clasismo sino con autocuidado.
¿Qué opinan ustedes? ¿Siendo mujeres, aceptarían a una persona que las necesita para sobrevivir?