“La principal virtud de un político es la congruencia. Se puede tener el poder y no pasar a la historia y pasar a la historia sin tener el poder”

Porfirio Muñoz Ledo

Por más que siempre he dicho, le faltó equilibrar su actuación política desde los altos niveles con el trabajo en el campo de acción especialmente luchando en la lid electoral, Don Porfirio Muñoz Ledo, a quien tuve el privilegio de conocer, fue un hombre brillante con una mente lúcida y sagaz, con altibajos emocionales propios de aquellos que llaman genios. Un gran político, ideólogo, estadista, un hombre de ideas y de luz que deja un enorme legado a México. Como millones de mexicanos se equivocó al creer en Andrés Manuel López Obrador, pero a diferencia de muchos supo reconocerlo, admitir su error y alertar al respecto, dejando su congruencia a salvo.

Muñoz Ledo, insisto, gozaba de habilidades reservadas para pocos, con una gran posibilidad casi siempre de estar y prever lo que debería ocurrir en nuestro México a partir de la prospectiva de la cual era maestro; fue un muy importante y destacado integrante del gabinete presidencial en la época contemporánea por allá de los 70′s. En ese tiempo se desempeñó como secretario del Trabajo desde donde entonces empezó a deslumbrar con sus ideas y propuestas.

Siempre insurrecto, fue parte de aquella rebelión que marcó la primera gran fractura del PRI cuando en el año 1987 se formó el entonces Frente Democrático Nacional, que dio por resultado la creación de la corriente crítica del PRI en la cual junto con Rodolfo Gonzalez Guevara y sobre todo Cuauhtémoc Cárdenas, forjaron lo que hoy es el Partido de la Revolución Democrática (PRD) que llegó a tener una importantísima presencia en el ámbito político nacional.

Muñoz Ledo irrumpe habiendo sido presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PRI buscando como en su tiempo lo hizo Carlos Sansores Pérez, modernizar el aparato burocrático político del ‘partidazo’ desafiando la idea presidencial del mono-partido que debía de imperar cual lo hacían las anti democracias orientales y de otros países que buscaban imponer al partido de Estado como el hegemónico en la vida política de la nación.

Porfirio decide emigrar en la corriente crítica formando el PRD, instituto político al que llevó a sus mejores momentos junto con Cárdenas, González Guevara y otros mexicanos de izquierda o de centro izquierda que abrazaron la idea de que el país no podía continuar como estaba.

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Tuvo después que seguir adelante; le tocó presidir el partido del Sol azteca y se unió a quien fue su compañero militante del PRI y hoy Ejecutivo de la nación, Andrés Manuel López Obrador para surcar hacia a lo que es hoy la llamada Cuarta Transformación (4T) como la ha llamado el presidente de la república en su ánimo de perpetuarse.

De hecho fue Don Porfirio quien como factor pilar ayudó a llegar a López Obrador hasta a donde hoy está, pero siendo quien le impuso la banda presidencial en su calidad de presidente de la Cámara de Diputados, al poco tiempo de tener a Andrés en la presidencia de la república reconoció su error y empezó a generarse en él el sentido crítico que le caracterizó siempre; señalando los errores, hablando del entreguismo del presidente y su gobierno hacia el hampa, el populismo, la antidemocracia, y todos los vicios que ya conocemos de la famosa 4T, llegando a apartarse totalmente de ella y convertirse en un analista del movimiento para corregir el rumbo y llevar a México a una ruta mejor de la que trazó y está llevando a cabo el mandatario mexicano.

Como todo buen personaje brillante, Muñoz Ledo tenía altibajos en su estado emocional; me tocó disfrutarlo, tener muy placenteras charlas con él disfrutando una o varias copas de excelente vino tinto del cual era un conocedor, así como de los quesos y la fina charcutería; tuve pues la oportunidad de tratarlo mucho en este ambiente cordial de camaradería, de diálogo, de discusión y análisis.

En alguna de sus visitas a España cuando yo estaba realizando estudios de doctorado en la Universidad Complutense de Madrid, y él acudía invitado por el entonces embajador González Guevara, me tocaba atenderlo y llevarlo a algunos eventos como charlas o reuniones a la fundación Pablo Iglesias con personajes como Felipe González, Alfonso Guerra, Francisco Fernandez Ordóñez, Javier Solana, y Rosa Conde, entre otros a quienes tuve la oportunidad de conocer por mediación suya y de Don Rodolfo González Guevara y también pasar momentos a solas con él dialogando sobre el mundo; era un gran conocedor sobre la cuestión internacional y sobre México y su perspectiva como pilar del desarrollo de su liderazgo en Iberoamérica. Veía a México como una potencia sobre la cual un régimen de centro con cierto recargamiento hacia la izquierda podría llevar a cabo un gran impulso, pero también era un hombre que gustaba de encuadrar en la pluralidad y sobre todo compartíamos en ese momento durante mucho tiempo que platicamos tanto en España como en México y Guadalajara nuestra visión de que el país debería avanzar hacia a una conectada convivencia plural ideológica sobre todo con la máxima participación ciudadana en las decisiones políticas, económicas y sociales de la nación.

Me tocó padecerlo también y cuento la anécdota: cuando algún día me buscó para que fuera al aeropuerto a recibirlo, al mismo tiempo tuve que responder a la solicitud que yo consideraba un gozo de mi amigo Federico Arreola para acudir a encontrarme con él en el aeropuerto y platicar algunas horas en lo que transcurría una corta estancia, una escala para acudir a otro lugar del país a alguna conferencia, pero en ese inter tenía que buscar quien me apoyara para recibir a Don Porfirio y éste al enterarse que no llegaba yo, y por alguna indiscreción de quien acudió a recibirlo supo que se trataba de una imposibilidad personal por tener que recibir al mismo tiempo a mi amigo Federico Arreola, montó en cólera incluso aventando el saco al suelo y pateándolo. Pero tenía la posibilidad fácil de reencontrarse y volver a tomar la ruta del diálogo y una vez que se le ofrecía una disculpa y si la consideraba sencilla y de alguna forma honesta la aceptaba; era un hombre de gran prestancia humana.

Seguimos siendo amigos. No me jacté ni lo hago, de haber sido su gran amigo pero sí de haber tenido su amistad, su consejo, su siempre agradable charla dándome luz y por eso lo recuerdo con enorme gratitud.

Por lo que hizo y legó a México, Don Porfirio Muñoz Ledo, tiene un lugar garantizado en las páginas de la historia de nuestro país.

Lamentablemente, creo no descansará en paz hasta que no ocurra que el país vuelva a la ruta correcta hacia la democracia echando fuera el régimen autoritario, clasista e inadecuado que hoy campea en el país y que la sociedad debe de impulsar hacia otras latitudes y evitar que se caiga en el caos, en la anarquía y en la dictadura que impulsa la 4T.

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