El contexto de Rubén Fuentes

A partir de la tercera década del siglo XX, el cine sonoro, la radio, el disco, la canción ranchera y el mariachi tienen, en el ámbito popular, una importante contribución en la construcción de una identidad nacional mexicana.

Si bien el lento proceso de la mexicanidad, entendida como la nación que hoy conocemos –geográfica y simbólicamente-, inicia con el mestizaje desde el siglo XVI (los grupos sociales prehispánicos, aunque observen semejanzas, no tienen sentido de nación “mexicana”), es hasta el siglo XX, sobre todo después de la Revolución Mexicana, cuando se empieza en realidad a tener una idea del ser mexicano a partir de procesos políticos, la modernización, la comunicación, la educación, el arte y el impulso oficial a símbolos patrios. De hecho, es hasta el último cuarto de ese siglo y en el XXI cuando puede hablarse de una idea de nación casi homogénea.

La Revolución y el Estado que surge de ella construyen las condiciones para el sentido de nación. Los artistas convocados por José Vasconcelos en 1920 y 1921 sin duda aportan a una idea nacional a través de la educación, la literatura, la pintura, la danza, la música y otras expresiones artísticas. Un escritor como Roger Bartra, no obstante, ha acusado que “lo mexicano” fue una construcción del Estado en manos de los intelectuales y los políticos del partido hegemónico durante todo el siglo pasado (La jaula de la melancolía).

Como quiera que sea, los símbolos artísticos, gastronómicos y patrios fueron construyendo y homogeneizando al país. Todavía en el siglo XIX, en el México independiente, la influencia europea era manifiesta. La ruptura que provoca la revolución estimula la creación de identidades. La música del siglo XIX poco tiene que ver con la que se hará en México a partir de la segunda década del siglo XX; esto incluye a la música clásica y sobre todo a la popular.

Es en esta donde destacará por su talento Rubén Fuentes Gasson (1926-2022), que a los 95 años acaba de fallecer este 5 de febrero. Nació un 15 de febrero en Zapotlán el Grande, hoy Ciudad Guzmán. Geografía de origen también de otras eminentes figuras nacionales como Juan José Arreola, José Clemente Orozco, Consuelo Velázquez, Guadalupe Marín y José Rolón.

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“El mejor mariachi del mundo”; nombrado así por Rubén Fuentes

Música desde la infancia, polémica y reconocimiento

Rubén Fuentes tuvo acceso a la educación musical temprana; con el padre, el violín, con la madre, el piano. Será la base de su exitosa y prolongada trayectoria. Resulta interesantísimo escucharlo en algunas entrevistas describir cómo se inicia en el mariachi y cómo lo estudia para después contribuir a su profesionalización musical: “El de Cocula tenía guitarrón y vihuela, el Tecalitlán arpa y guitarra de golpe; y dos violines ambos”. Ya en 1944 se incorpora al Mariachi Vargas de Tecalitlán –fundado por Gaspar Vargas López en 1897-, donde tomará un gran impulso como arreglista y compositor al alimón con otros autores como Silvestre Vargas, Mario Molina Montes, Manuel Lozano, Albertos Cervantes, Rubén Méndez. Una práctica común entre los músicos que participan y crean en conjunto, lo cual dificulta al público atribución de autorías; aunque en derechos de autor haya división de ganancias.

En esta práctica fue criticado y aun acusado por estudiosos de la música de haber registrado piezas, junto con Silvestre Vargas, que eran patrimonio popular, anónimo. Así lo señala el arquitecto y melómano Fernando González Cortázar, “Rubén Fuentes fue un personaje contradictorio, ambivalente. De talento indiscutible, me irrita mucho la forma como él en ocasiones, junto con Silvestre Vargas, se apropiaron del corpus principal de los sones jaliscienses y lo registraron como de su autoría. Eso es algo difícil de perdonar porque es la apropiación de un patrimonio colectivo”. Esto lo confirma Jesús Jáuregui, investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia al hablar sobre “El son de la Negra”: “Se compuso entre 1814 y 1821, aproximadamente, y sólo era tocado localmente. Ya en el siglo XX, ‘El son de La Negra’ llegó a la Ciudad de México como parte del repertorio de los músicos de mariachi que emigraron del occidente de México (Jalisco, Nayarit, Colima, Michoacán) y se instalaron en la Plaza Garibaldi. La primera grabación data de 1929 por Los Trovadores Tamaulipecos” (esta y las citas subsecuentes, tomadas de “Muere el polémico músico vernáculo Rubén Fuentes”; Armando Ponce, Proceso, 06-02-22). La famosa pieza fue registrada en la Sociedad de Autores y Compositores de México bajo la autoría de Fuentes Gasson y Vargas Vázquez, cabezas del Mariachi Vargas de Tecalitlán en los años 40 y 50; en realidad, debe hablarse de arreglo, no de autoría.

Aquí, “Mi Negra”, de 1929 (Fuentes era un bebé de 3 años de edad), con Trovadores Tamaulipecos; muy linda versión:

Naturalmente, no dejan de reconocérsele las enormes virtudes como la creación del suave estilo del bolero ranchero que protagonizó sobre todo Pedro Infante, o el impulso al huapango y otros estilos y ritmos. Jorge Sánchez Cordero, especialista en legislación internacional de bienes culturales, considera el mayor mérito de Fuentes, “además de compositor excelente de muchas canciones,… instrumentaliza el mariachi mexicano, es decir, lleva la música mexicana al pentagrama… Recoge la música popular y la vertebra, la articula, la preserva, y con eso la trasciende. Su obra es de rescate de la música popular y con ella ésta no se evanece”. Algo semejante hecho en la música de concierto por Manuel M. Ponce, que recorre el país buscando piezas de dominio público para dotarlas de una escritura musical que las preserve y permita su interpretación y difusión.

Y esa música popular mexicana de origen campirano o pueblerino produciría dos grandes piezas orquestales “clásicas”, estrenadas ambas por Carlos Chávez en 1941, Sones de Mariachi de Blas Galindo, y Huapango de Pablo Moncayo.

Hace poco escribí, en el aniversario del nacimiento de José Alfredo, lo importante que habían sido los arreglos de Fuentes y el acompañamiento del Mariachi Vargas para impulsar y consolidar su música como compositor e intérprete de sus propias canciones; “José Alfredo Jiménez, filosofía del mexicano en su canción”, https://www.sdpnoticias.com/opinion/jose-alfredo-jimenez-filosofia-del-mexicano-en-su-cancion/

Echándose un trago, Rubén y José Alfredo; gran fotografía

Asimismo fue importante para tantos cantantes -Miguel Aceves Mejía, Jorge Negrete, Pedro Infante, Flor Silvestre, Lola Beltrán, Javier Solís…- en particular, acompañando literalmente la explosión del cine mexicano que ya desde los años treinta del siglo XX empezaba a tomar impulso con las películas de Antonio Moreno, Fernando de Fuentes, Arcady Boytler... Pero serán los 40′s y 50′s su consolidación. Y así se va construyendo un gusto, un estilo, una tradición que llega del occidente mexicano a la Ciudad de México y se extiende al país y el mundo. De allí que haya mariachis en Europa, Japón, Estados Unidos, Latinoamérica, una música para la algarabía y el dolor. La risa y el llanto. Por eso su éxito. Hablé hace poco del fenómeno en “Un día de vida, un día de muerte: estética del ‘Indio’ Fernández en ‘mañanitas yugoslavas’”: https://www.sdpnoticias.com/opinion/un-dia-de-vida-un-dia-de-muerte-estetica-del-indio-fernandez-en-mananitas-yugoslavas/

Aquí una interpretación de Pedro Infante de enero de 1957 (poco antes de fallecer en abril), en Lima, Perú, de “Flor sin retoño”, compuesta por Fuentes:

Y aunque la música de mariachi se ha ido profesionalizando en su aspecto técnico (se catapultó cuando Fuentes empezó a colaborar con RCA Víctor desde los 50), tengo la impresión de que se ha degradado en cuanto a su creación, su “inspiración”. Por ejemplo, el mariachi de los años 50 suena más sutil, con buenos arreglos, y contiene elementos orquestales importantes y variados si se compara con la estridencia y llaneza de hoy. De ahí la trascendencia de Fuentes y el Mariachi Vargas de Tecalitlán, bautizado por el compositor –y su director general hasta el fallecimiento- como “El mejor mariachi del mundo”, cantautores como José Alfredo, Cuco Sánchez o José Ángel Espinoza “Ferrusquilla”, compositores como Tomás Méndez, Chucho Monge, Manuel Esperón, etcétera, y tantos intérpretes que por medio de la música popular, la radio, el disco y el cine, contribuyeron al proceso de integración e identidad nacional (independientemente de la consideración y el debate sobre su espontaneidad o su inducción).

Esto es así, aunque no sea yo un entusiasta de esos 15 y 16 de septiembre de interminables horas oyendo contra voluntad música instrumental de mariachi por todos lados. Es mejor escuchar, siempre lo digo, los boleros de Pedro Infante y las canciones de José Alfredo interpretadas por él mismo. Rubén Fuentes –que les sobrevivió muchos años- compartió con ambos profesión, creación, interpretación y vida.

Rubén Fuentes

P.d.

Hasta siempre al artista con una versión distinta, cantada sin destemplanza, bien dicha de “La Bikina”, una de las canciones más populares de Rubén Fuentes, con la gran voz de Celia Cruz y el arreglo y acompañamiento de la Sonora Matancera: