En México nos caracteriza el protocolo sangrón. Comparemos las siguientes dos fotos. La primera, una junta perfectamente normal del gabinete de Felipe Calderón. La segunda, una reunión especial del Consejo Europeo de julio de 2020.

Aquel gabinete con narcos
En Europa

Mamonería absoluta en la junta encabezada por Calderón, a quien acompañan entre otras personas, el narcotraficante Genaro García Luna, y una incondicional de la inmoral guerra perdida contra las mafias, la entonces procuradora Marisela Morales —esta mujer, por cierto, pretende ahora llegar a la Suprema Corte de Justicia de la Nación—.

Admirable por su sencillez ese Consejo Europeo —dialogan Angela Merkel, Ursula von der Leyen, Emmanuel Macron, etcétera—.

Me caen mal Elon Musk y Donald Trump. Desde luego, admito que el primero es un genio de la innovación empresarial y tecnológica; al segundo solo le veo una virtud: le tienen sin cuidado los rituales burocráticos.

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Todos los presidentes mexicanos anteriores a AMLO se esforzaban en verse presidenciales. Pagaban asesorías caras para expresarse como próceres de la patria, algunos hasta actuaban como estrellas de cine; contrataban especialistas en vestimenta, peinado y maquillaje; se rodeaban de fotógrafos y camarógrafos inclusive calificados para trabajar en Hollywood, y por supuesto, derrochaban enormes fortunas en medios para que solo se publicaran fotografías preciosas de ellos, es decir, nada de retratos picándose la nariz, bostezando o limpiándose las encías con los dedos.

La ostentación presidencial disminuyó bastante con AMLO y Claudia Sheinbaum, pero todavía falta para que en una reunión de gabinete el invitado principal ponga su taza de café en el suelo; en efecto, como lo hizo ayer Elon Musk en la sala de juntas de la Casa Blanca.

Hay en tal reunión una lección para México: la de, sin complejos, pedir que gente verdaderamente especialista colabore para resolver el problemas más serio, todavía no resuelto, de los dos gobiernos de la 4T: el abasto de medicamentos.

En su búsqueda de productividad en el aparato de gobierno estadounidense, Trump tuvo la muy buena idea de pedir fórmulas para maximizarla al más importante empresario de la actualidad, sin duda uno de los más brillantes de la historia, Elon Musk, quien no es el director del DOGE o Departamento de Eficiencia Gubernamental, pero sí la persona que diseña la estrategia.

En México, no ha funcionado el nuevo sistema de abasto de medicinas, que debió cambiarse en el sexenio de AMLO para evitar la corrupción. Claudia ahora lo vuelve a modificar. Creo que no sería mala idea que la presidenta se apoyara en alguien experto en logística. Hay empresas mexicanas ejemplarmente exitosas en el tema, como Femsa y Bimbo; sus directivos principales podrían ayudar bastante a la 4T, desde luego con la colaboración de ejecutivos de empresas de hospitales —como el Grupo Ángeles— que no fallan a su clientela ni siquiera cuando se necesitan medicamentos para tratar las llamadas enfermedades raras.

Con alguna taza en el suelo, como símbolo de que se piensa en al solución del problema y no en la aburrida e inútil parafernalia política, valdría la pena que la presidenta Sheinbaum reuniera a su equipo del sector salud con personas expertas en logística empresarial que, admitámoslo, en eso son mejores que las del gobierno, básicamente porque no pierden el tiempo pensando en la foto que les lleve a avanzar en la política, sino que están concentrados en lo que hacen y no harán nada distinto a la actividad empresarial.

A los hombres y a las mujeres de negocios no solo hay que invitarles a Palacio Nacional para comprometerles en el tema de las inversiones; también hay que consultarles en los asuntos que las empresas dominan y el gobierno no.