No hay duda de que la marcha del pasado domingo fue exitosa. De acuerdo con cifras moderadamente conservadoras, al menos unas 150 mil personas se congregaron en el Zócalo de la Ciudad de México. Estos números, aunado a lo que sucedió en otras ciudades del país, podrían apuntar hacia cerca de medio millón de mexicanos que se manifestaron en contra del desmantelamiento estructural del INE, y con ello, el tránsito hacia el autoritarismo electoral.

AMLO, rabioso de ver que, por segunda vez consecutiva, mexicanos contrarios a su autoproclamada 4T alcanzaron los miles, no titubeó en llamar a los asistentes corruptos y miembros de la mafia del poder. El propio diario estadounidense The Wall Street Journal se llevó ayer gratuitamente su descalificación de boca del jefe del Estado por haber reportado la noticia.

De ahora en adelante, sin embargo, vendrá lo más complejo: encontrar un candidato que sea capaz de movilizar a los votantes para que la oposición a AMLO y a sus iniciativas pueda canalizar estas expresiones en las urnas.

Desafortunadamente para la oposición, al día de hoy no hay candidatos de la alianza. Por tanto ésta tendrá dos enormes desafíos rumbo a las elecciones de 2024. En primer lugar, superar las desavenencias políticas para conformar una alianza tripartita. Ello significará echar a un lado los intereses directos de personajes como Alejandro Moreno y Marko Cortés.

Y luego, una vez acordada la manera de selección del candidato que encabezará la coalición electoral, estarán obligados a escoger a un hombre o mujer que no únicamente sepa explicar, como profesor universitario, el crecimiento del PIB ni el incremento en las tasas de inflación, sino que conecte verdaderamente con el pueblo para ganar la voluntad de los electores.

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Si miramos hacia los presidenciables de la alianza, difícilmente encontraremos a un solo candidato que reúna estas características. Por el contrario, todos ellos, desde Enrique de la Madrid, Ricardo Anaya, Lilly Téllez o Santiago Creel, se caracterizan por la percepción de ser ajenos a los intereses de los más desfavorecidos. Retomando la chocante expresión utilizada por algunos impresentables de la 4T: “no son pueblo”.

En suma, ¡bien por la marcha! ¡Enhorabuena! Sin embargo, el desafío que hoy se presenta es enorme. La oposición tendrá que encontrar a un candidato que sea capaz de convocar, de llenar plazas públicas, de mover multitudes y ganar voluntades. Para ello se necesita contar con un liderazgo innato. Al día de hoy, la oposición no lo ha encontrado. Y cada vez falta menos.