El tiempo confirma lo señalado desde hace tiempo en este espacio. No entienden a Trump porque sus interlocutores asumen que es un personaje transaccional en búsqueda de concesiones a partir de amenazas, que se le puede ganar terreno porque no llegaría a tanto como dice. Se han equivocado. No entienden a Trump. Lo ha hecho México, los gobiernos europeos y, desde luego, el presidente de Ucrania Zelenski. Para Trump nada es suficiente porque su objetivo es otro y si en el camino obtiene ventaja, mejor. Es un personaje de ideas fijas y una de ellas es que hay que doblar a todo interlocutor. Es un personaje profundamente antidemocrático e iliberal, conservador dispuesto a destruir lo existente porque tiene la certeza de que es contrario a sus creencias.

No sólo se trata de jugar con la cabeza fría, que es mucho mejor que aventurarse a convencerlo o a enfrentarlo. Entender a Trump significa prepararse para lo peor, no para vivir en la negación de la amenaza que representa y después padecer las consecuencias del autoengaño. La presidenta Sheinbaum ha hecho un esfuerzo sin precedente para complacerle y de él ha ganado respeto, pero junto al reconocimiento viene el golpe.

López Obrador es un buen modelo para entender a Trump. Deciden lo impredecible a pesar de las consecuencias negativas de sus decisiones. No tienen modo porque son inamovibles, no escuchan y sus palabras son propias de un predicador, plenas de soberbia moral y de verdades reveladas, a lo que hay que sumar vulgaridad propia de su misoginia y racismo. Anhelan el beneplácito popular, no el de los expertos o de los opinadores convencionales. López Obrador lo logró por la cultura política del mexicano, más dada a la esperanza y a las intenciones que a los resultados, además de creencias muy distantes de la libertad y la tolerancia. La sociedad norteamericana es diferente y también su política. Por ello Trump ha visto disminuir su respaldo, no de manera significativa, pero importante por sus efectos en la futura contención al poder presidencial. Trump al igual que López Obrador no son jugadores agresivos, sino actores decididos a cambiar el juego, que implica al mismo régimen democrático y en el caso de Trump la relación de EU con el mundo.

La presidenta Sheinbaum concedió la militarización de la frontera norte mexicana para disuadir a los migrantes cruzar al país vecino y aceptó el regreso a la condición de tercer país seguro. Acentuó su ofensiva contra el crimen organizado, concedió que aeronaves militares norteamericanas sobrevolaran el territorio nacional para realizar actividades de espionaje, sus secretarios se reunieron con sus contrapartes para buscar entendimiento y buena voluntad y envió a 29 presuntos criminales al margen de las reglas de extradición con lo que expone a connacionales, sí criminales, pero con derechos procesales que, por la forma en que se les entregó, anticipa la violación de dichos derechos, más con la declaratoria de terroristas a los narcos mexicanos. Un despropósito trasladar la responsabilidad al poder judicial el pretexto para el envío y todavía más que haya sido una decisión del gabinete de seguridad bajo el falso argumento de que la presidenta Sheinbaum nada tuvo que ver, que confirma la frágil legalidad de la determinación y su condición vergonzante.

México y Canadá han hecho mucho, como Ucrania decidió a costa de su soberanía entregar a EU derechos de explotación de minerales. En ninguno de los casos fue suficiente porque el objetivo de Trump es otro. Las decisiones que deben tomar los países para intentar un entendimiento y ganar buena voluntad deben ser aquellos que convergen en el interés del país que los ofrece. En el caso mexicano se combate al crimen organizado porque es responsabilidad del Estado ofrecer seguridad, justicia y certeza de derechos a los mexicanos. El envío de criminales a EU al menos tiene como efecto que los narcos se tomen en serio la lucha contra el crimen. Sin embargo, todo queda en entredicho cuando la justicia se aplica selectivamente, para efectos de ejemplo, que se pueda proceder penalmente contra un exgobernador opositor, señalado además como financiador de Latinus, espacio informativo crítico al gobierno.

Por lo pronto, Trump cumple con imponer aranceles generalizados a las exportaciones mexicanas. Salió cara la tregua de un mes, ahora “los expertos” y sobra quien les crea, dicen que pueden levantarse en cualquier momento si se hacen mayores concesiones, porque insisten en que Trump sólo amenaza y no llega hasta las últimas consecuencias. Es cierto que podría haber cambio y tan pronto como hoy mismo, pero no porque se pueda convencer a Trump, sino por el impacto negativo que sus determinaciones puedan tener no sólo en la economía, sino en el respaldo popular, alimento y sustento del populista.