Mientras se lleva a cabo el juicio en contra de Genaro García Luna en una corte neoyorkina, el Presidente de la Nación se ha propuesto que, en su espacio mañanero, irá dando los pormenores del caso, ante lo que él considera una “vaga cobertura mediática” que hay sobre este caso.
Y al terminar el video proyectado dentro de la Conferencia Matutina, Andrés Manuel se arrancó con lo siguiente: “…el aeropuerto, para toda la gente, resulta que hay una organización internacional, que funciona básicamente en Estados Unidos y es la que califica sobre la calidad, seguridad de los aeropuertos…”
Aquí, antes de que continuar con lo dicho por el Primer Mandatario, hay varias cosas que aclarar y puntualizar. Primero la Agencia Federal de Aviación (FAA por sus siglas en inglés) no es una “organización internacional”, sino la Agencia norteamericana que vela por su aviación y vigila que en su espacio aéreo se cumplan las directrices que publica la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), cuya finalidad es promover la implementación de reglamentos y normas en la aviación internacional, para seguridad de todos los usuarios y trabajadores de la industria.
La FAA, Señor Presidente, no califica la seguridad en los aeropuertos, ni tampoco certifica la viabilidad de las terminales aéreas. Es por esa la razón que la degradación a Categoría 2 solo aplica para los vuelos desde y hacia los Estados Unidos de Norteamérica. No aplica para el resto del mundo.
Continúa Andrés Manuel hablando sobre el caso de García Luna: “ya saben cómo metían droga por el aeropuerto…en ese tiempo el aeropuerto de la ciudad tenía Categoría 1″. Entiendo la ironía utilizada, me queda clara la idea de que considere absurdo que a su administración le toque lidiar con la degradación, y no dudo que le enfade que sea justamente a él a quien le corresponda solucionarlo, pero no puedo justificar que, de nueva cuenta, haga una afirmación falsa: quien tenía la Categoría 1 era la autoridad aeronáutica del país, no la terminal aérea de la capital.
Sigamos con lo dicho por el presidente: “ayer simpatizantes del conservadurismo decía ‘llevamos un año y medio sin lograr la Categoría 1′ porque nos degradaron esta misma empresa que califica, es como la OEA como muchas otras, dice Felipe Calderón lo resolvió en 40 días y todo el tiempo era Categoría 1, de calidad. Todo esto lo digo como para que no estemos creyendo que son infalibles”.
Y me veo obligada a corregir al Presidente: En 2010 no se logró la recuperación de la Categoría 1 en 40 días, eso es falso: fue en un lapso de 6 meses y parte fundamental del regreso a la Categoría 1 fue el compromiso del gobierno de Calderón a cumplir una serie de mejoras, que nunca se hicieron, ni durante su gobierno, ni en el siguiente. Es por ello que al hacerse la auditoría por parte de la FAA, como cada 10 años, salimos “reprobados”.
Lo diré sin tantas vueltas: no podemos mezclar peras con manzanas. Existe una clara intención de construir una narrativa mentirosa, y no hay necesidad. Les sugiero a los amables lectores que, si tienen tiempo, vayan y se preparen una bebida, la que más les guste, porque les voy a contar qué es lo que realmente pasaba en el AICM.
Tuve la fortuna de trabajar como sobrecargo de Mexicana de Aviación; mi día a día era ir al aeropuerto, mi vida era volar, así que en muchas ocasiones pude presenciar “situaciones poco normales” que hoy terminan encajando como piezas perfectas de un rompecabezas que se va formando poco a poco con lo que se va haciendo público en el juicio a García Luna en los Estados Unidos.
Si usted ha leído lo publicado por autores como Luis Astorga, Ricardo Ravelo, Diego Enrique Osorno, y más recientemente por Anabel Hernández, entonces no le sorprenderá que el tema del narcotráfico en el AICM es bastante añejo; algunos recordarán a TAESA, de quien siempre se dijo sotovoce que era la línea que utilizaba el gobierno de Carlos Salinas de Gortari para traficar.
Mis compañeros sobrecargos de esa empresa, intentaron agremiarse en 1997 a mi sindicato, la Asociación Sindical de Sobrecargos de Aviación (ASSA), y la respuesta que recibieron por parte de la aerolínea fue despedirlos; así que lo que hizo mi sindicato fue tratar de colocarlos tanto en Mexicana como en Aeroméxico dentro de las contrataciones masivas de los años 1997 y 1998.
Para diferenciarlos de los sobrecargos que “venían de la calle” (aquellos no habían trabajado antes en otra aerolínea), eran conocidos como los “TAESOS”. Había una compañera de mi grupo que había sido “TAESA”, y sabíamos que las mujeres solo hacían el vuelo México-Monterrey; el resto de los vuelos solamente lo hacían sobrecargos hombres.
¿Por qué?, se estarán cuestionando. Muy sencillo, porque muchas veces se utilizó a la aerolínea como medio de transporte de “cosas ilegales”. Recuerdo que mis compañeros taesos contaban mil y una aventuras: desde un avión que salió “ferry” (sin pasajeros) con destino a Alemania, y que la panza del avión iba cargado de lingotes de oro.
Hace 26 años yo sonreía ante esas narraciones y pensaba en mi interior: “mis compañeros exageran”. Sin embargo, no pasó mucho tiempo, y finalmente me tocó a mí vivir directamente situaciones extrañas; no una vez, fueron varias las ocasiones. Una de ellas fue regresando del vuelo a Caracas, rumbo a la Ciudad de México. Aterrizamos como siempre y cuando estábamos en la calle de rodaje, de pronto se detuvo el avión, me acuerdo bien porque yo iba en el asiento 1X (en un A320) y podía ver por las ventanas del avión.
Inmediatamente nos rodearon un montón de patrullas de la AFI (Agencia Federal de Investigación), con las torretas prendidas y sus ocupantes con armas largas en los brazos. De pronto, abren el área de equipaje del avión y comienzan a sacar cajas.
Algunos “elementos” nos apuntaban con sus armas. Más por miedo que por prudencia, alguien dijo que era mejor bajar las cortinillas del avión y que nadie se asomara por la ventana, y prácticamente todos los pasajeros lo hicieron sin chistar. Yo amo a los gatos, y su naturaleza curiosa. No me aguanté las ganas de asomarme por la ventanilla de la puerta, y un compañero, lleno de angustia, me jaló y dijo: “por favor, no lo hagas”. Me quedé con él, desistiéndome de ver más por la ventanilla.
Después de casi 40 minutos de estar parados en plena calle de rodaje, el avión comenzó a avanzar a la puerta de embarco. Por fin pudimos desembarcar; recuerdo claramente el nerviosismo del Capitán, quien no nos quiso decir nada, pero este hecho, por demás extraño, no pasó desapercibido para ninguno de los que en él viajamos.
Hipótesis hay muchas, razones otras tantas, posibilidades… infinitas. Ustedes dirán: “fue en una sola ocasión y seguramente encontraron algo y lo decomisaron”. Por supuesto que ese día y el siguiente estuve pendiente de las noticias, para saber si habían decomisado un cargamento o algo por el estilo. Nada, no hubo absolutamente nada. Me gustaría decirles que nunca más supe de este tipo de situaciones, pero no.
En otra ocasión, arribando procedentes de Bogotá, nos volvieron a detener por espacio de media hora en la calle de rodaje; agentes de la AFI realizaron el mismo procedimiento que la vez anterior, pero ahora cuando llegamos a la puerta de desembarco, ellos mismos abrieron todas las maletas que venían a bordo de la cabina de pasajeros. Uno por uno, incluidos los miembros de la tripulación.
Otra vez, estuve dos días pegada a la televisión -disculpen, no había Internet como ahora lo conocemos-, para saber si habían encontrado un cargamento y lo habían decomisado, pero nada otra vez. Tiempo después, un día cualquiera, platicando con un compañero de tráfico mientras esperaba a que llegara el equipo, le comenté el último suceso y me dijo: “la AFI en esos vuelos toma el control y muy pocas veces anuncian un decomiso, la droga entra de manera normal al AICM, pero no podemos decir nada”.
Ahora se sabe que las cajas con droga se las llevaba la AFI directamente al aérea de aduanas, donde era sacada en camiones sin que quede claro hacia dónde. Todo esto, como mencioné, está debidamente documentado por periodistas que han dedicado su vida (a veces literalmente) a investigar este modus operandi. Y es cierto que, incluso en juicios anteriores al de García Luna, los personajes involucrados lo han detallado paso a paso.
Sin embargo, falta precisión en las recientes declaraciones del Presidente de México, en su mañanera, hay que subrayar, la FAA no es ninguna “calificadora”, y me apena de sobre manera la pésima asesoría que él recibe en materia de aviación.
No dudo que, como ha sido publicado, gobiernos anteriores utilizaron a las aerolíneas comerciales nacionales para el transporte de droga, como fue el caso de TAESA, de Mexicana y por supuesto de Aeroméxico. Existen casos de sobrecargos detenidos en Madrid, por ejemplo.
En tiempos recientes y también en el pasado. Ha quedado al descubierto que compañeros sobrecargos sirven como “mulas” para el narcotráfico. No es consuelo, pero es bien sabido que esto ni es nuevo, ni es exclusivo de nuestro país; lamentablemente en todo el mundo utilizan a los tripulantes para transportar droga.
Finalmente, es muy importante tener claras las causas por las que nos degradaron a Categoría 2. Quien nos degradó no es una empresa, ni mucho menos un organismo internacional, del tipo de la OEA, como dijo López Obrador, sino que se trata de la Agencia de Aviación Federal de los Estados Unidos, y lo hace porque México forma parte de la OACI, y la FAA tiene esa facultad.
Puede darnos comezón, por supuesto. Podemos considerarlo una especie de sometimiento, pero ellos están cuidando su espacio aéreo, y ningún otro país en el mundo comparte con ellos tantos kilómetros de frontera como nosotros.
Pero hay que decirlo fuerte y claro: la degradación a Categoría 2 nada tiene que ver con el narcotráfico en el AICM, y menos con el juicio seguido contra García Luna en Estados Unidos. En ese sentido, resulta ocioso y hasta perjudicial para la administración actual pretender ponerlo en el mismo costal. Son temas coyunturales, sí; pero la FAA no tiene jurisdicción en la lucha contra el tráfico de drogas, ni en los juicios de los tribunales norteamericanos.