Lo que hoy se llama “el movimiento feminista” en México es un subproducto histórico de 80 años de autoritarismo, impunidad, corrupción, marginalidad social y política, de manipulación mediática de la realidad nacional. Me temo que la 4T-4R no ha encontrado la forma de adentrarse en los territorios de las reivindicaciones justas tras de las que se esconden enemigos jurados de este movimiento transformador iniciado y liderado por AMLO y que logró infligir una derrota histórica al aparato de Estado y de los más poderosos sectores privados del país que lo sostuvieron por conveniencia económica, privilegios sociales e inclusión política indirecta.

Ello no demerita las demandas de justicia, pero se equivocan las mujeres -los hombres que se escudan en la masa femenina y causan destrozos mil, son deleznables y viles- que creen que en este país ellas son las únicas agraviadas y profundamente lastimadas. Los hombres que han luchado, incluso al lado de sus familias en generaciones anteriores o con las actuales, han sufrido tantos o más crímenes, asesinatos, vejaciones a su dignidad personal y social, familiar, que aquello que estas jóvenes pueden referir.

La lucha socio-política e ideológica bajo un gobierno despótico y autoritario de gran concentración del poder en la presidencia, el partido oficial, y las instituciones coercitivas armadas, fue terrible en grado superlativo. Quienes perdieron la paciencia y llegaron a la conclusión de que eran necesario hacer mucho más que realizar manifestaciones multitudinarias, estallar huelgas laborales o estudiantiles, concentrarse para defender la tierra y atacar los latifundios, se adentraron en la muy difícil ruta de conformar grupos armados para confrontar todo el aparato de poder del Estado, en la guerrilla rural y urbana en México hubo decenas de mujeres valerosas que confrontaron el mismo destino que los hombres en la misma circunstancia histórica: fueron profundamente agraviadas y vejadas y ofrecieron noblemente su vidas por la causa que defendían. Honor por siempre para ellas.

Las mujeres que enviudaron por ver o saber asesinados a sus esposos y padres de sus hijos, a quienes arrojaron al mar desde helicópteros o al volcán del Popocátepetl y jamás se supo nada de ellos y ellas. O los que pasaron años y años en la cárcel por ser insumisos a la brutalidad política y resistieron ataques de presos comunes armados con armas blancas dentro de las prisiones para ser muertos y declarar tales muertes producto de una “riña entre presos”. Y allí tuvimos de los mejores escritores, políticos honestos a cabalidad, filósofos e ingenieros, economistas, líderes campesinos, vean los sobrevivientes de la matanza del 2 de octubre en Tlatelolco como lloran aun al recordar como caían de un lado y otro los muertos y heridos. O mujeres y hombres que eran violadas y violados en prisión.

Estas jóvenes y los nombres que mencionan ¿creen ser las únicas o las más agraviadas del país? Por desgracia inmensa de nuestra patria, suman decenas de miles como parte de la historia vivida en nuestro México. Hubo decenas y decenas de luchadores sociales y líderes políticos a quienes les asesinaron a toda su familia, cuya persecución costó que se arrasaran poblados enteros en el campo.

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Remontar, revertir estos escalofriantes eventos, y buscar la justicia verdadera, no la venganza ni el desahogo fácil y menos la destrucción física inútil, es una tarea de todos aquellos que buscamos eso, justicia y cambio social, transformación nacional, y no hace tres años o dos, sino de quienes ha sido una razón de ser de nuestras vidas, quienes no podemos ser pretexto para que otros ataquen infamemente una infraestructura urbana para generar un gran descontento social y se culpe y debilite al gobierno, que está enfrentando una embestida transnacional desde un país poderoso. En ese momento histórico salir a destruir vidrios, puertas y otros es una enorme insensatez, una falta de claridad social y política, además, expresión de un resentimiento social que no se encuentra cómo canalizar constructivamente.

Me temo también que el gobierno anterior y el actual, no han hecho lo suficiente para dotar a este sector movilizado de un canal de encauzamiento de sus demandas, no hablo de provocadores y cobardes que se esconden tras de las manifestantes femeninas, y hasta salen encapuchados a causar tales destrozos, son vilmente cobardes o pagados, cualquiera de las dos posibilidades.

La bandera que luego sea un programa de implantación gradual es el postulado de una revolución cultural en favor del reposicionamiento social, político, profesional y cultural de las mujeres mexicanas. No basta con crear instancias burocráticas, o reiterar que “es tiempo de mujeres”, no. Es indispensable profundizar en los planteamientos programáticos de la 4T-4R para ser más inclusivo con los mismos. Mas allá también de conseguir 10 millones de afiliados, o de la mayoría absoluta de 36 millones de votos. Ninguna demanda real y sentida puede ser ignorada, aunque se exprese con tintes de vandalismo, por parte de algunas de sus integrantes.

Reconozco que la coyuntura no es hoy la más favorable para ello, tenemos encima el supremacismo blanco hegemonista que trata de estrangular nuestra economía, y nos intimida incluso con agresiones militares sobre nuestro territorio que incendiarían la América Latina y provocarían una ruptura de 50 años con EUA. Pero es necesario, en cuanto el entorno nacional lo permita, ir al encuentro de una alternativa a estas movilizaciones destructivas tras de las cuales, hay mujeres efectivamente sedientas de justicia, no sé en qué proporción dentro del total, liderazgos que desearían encauzar de mejor manera las demandas, y derrotar así a los embozados enemigos del régimen que atacan al mismo, ocultos en “ropajes feministas” vergonzosa y vilmente. Su pudrición es total.

El camino es entonces solidificar un bloque de fuerzas nacionales, de hombres y mujeres decididos y valerosos con amor a los suyos y a la patria, por la transformación nacional profundizada que incluya dentro de su programa una revolución cultural en favor del re posicionamiento femenino ante los estragos de una estructura sociopolítica, institucional y cultural -no sólo patriarcal- que las marginó y lastimó profundamente, pero no más que a los hombres y a otras mujeres que se lanzaron a la lucha por derrotar un régimen de opresión socio-política, institucionalizado, con sus aliados y encubridores, que asesinó, vejó profundamente, y destruyó miles de familias enteras, a hombres y mujeres de este país, que se atrevieron a retar a un aparato público criminalizado, corrupto hasta el tuétano, de robo, privilegios y represión sin fin.

Vamos por la organización política, por la movilización programática, por la revolución cultural como parte de la transformación nacional, no con una visión de sectores o de géneros enfrentados que hace burlarse de nosotros al enemigo común, que son las fuerzas de la opresión, la corrupción y la marginalidad política. Y que hace también que una política tan devaluada y grotesca como Xóchitl Gálvez, se monte en una movilización con la que casi nada tiene en común.

Las víctimas de todo ello, no son sólo ni principalmente mujeres, sino mexicanos y mexicanas que buscan la justicia, no la venganza ni la destrucción de infraestructuras urbanas, sino el cambio social profundo y verdadero para todas, todos y todes. Que decir de los valerosos periodistas que arriesgaron la vida o les costó la misma aferrarse a la verdad, honrarla. No me refiero a los comunicadores millonarios de hoy.

Una revolución cultural, y no sólo pensando en la experiencia china, es un cambio civilizatorio, constituye una transmutación de los valores tradicionalmente apreciados y reconocidos, el cambio sistemático de un conjunto de formas de ver, pensar y hacer, dirigido desde arriba pero nacido y retroalimentado desde las bases sociales, por ello cambia el conjunto de la cultura de un país, y recompone las bases de la civilización nacional. Para muchos tiene un contenido ambiguo, considero que se le dan las formas y contenidos necesarios conforme a las determinantes históricas que se requieren transformar, convertidas en instituciones.

En la 4T-4R existen algunos elementos aún tenues de un cambio cultural hacia las mujeres, no sistematizado y menos transmutado en una serie de políticas publicas con esa orientación. Necesitamos mujeres diferentes en el sentido socio-cultural que se conviertan en otro de los sólidos pilares de la transformación nacional, en los hogares, las escuelas, las colonias, las rancherías, los poblados más apartados, las universidades, los medios de comunicación, las oficinas de gobierno y de las corporaciones privadas, pero con claridad de miras, no con mentes nubladas por la irresponsabilidad y la destrucción. Es una construcción histórica no para un fin de semana. Es una magna tarea y muy difícil, sí, como extremadamente difíciles fueron los 20 años que AMLO recorrió todo el país con el mensaje del cambio pacífico para México, el de justicia y democracia. Nada ha sido ni será fácil.

Una dirección política de la transformación nacional se fija como tarea prioritaria el redireccionamiento sustancioso de movilizaciones como éstas, nadie debe considerarse perdido para la 4T-4R, ni pensar que todas son vándalas o provocadoras. Hay que trabajar política y constructivamente estas movilizaciones. Nos asiste la razón histórica a quienes estamos por el cambio histórico con justicia, democracia y soberanía para México. Como dijo sabiamente el asesinado presidente Salvador Allende, “la historia es nuestra, y la hacen los pueblos”.