El principal malestar de la oposición es su limitada capacidad de análisis a pesar de identificarse como la población más conocedora y preparada. Tras la jornada electoral, se confirma la tendencia natural del PRD a la desaparición: no representa a ninguna izquierda más que a un par de sujetos que ha encontrado una mecánica para lucrar con la vieja expectativa de cambio.

Los que iban a sorprender terminaron sorprendidos: los peores números en su historia, las bancadas más reducidas y principalmente, el desprecio manifiesto de todo un electorado que fue tratado condescendientemente, bajo narrativas infantiles y poco creíbles como con la historia de las gelatinas, pasando por el regaño desde la superioridad moral acerca de votar, supuestamente, sin ser “nacos”, “ignorantes”, “analfabetas”, etcétera.

No puede entenderse el estrepitoso fracaso de la oposición sin hablar de su falta de proyecto, vacío de propuestas y lejanía de la realidad. Tras revelarse tendencias interesantes como que entre menos ingresos tuvieron los electores, mayor porcentaje de votantes habían optado por el carro completo para Morena, circuló una imagen principalmente difundida por Sofía Yunes, de Veracruz, advirtiendo que dejaría de dar dinero a “limpiaparabrisas”, “meseros”, “adultos mayores empacadores” y cualquier tipo de tragedia, como tratamientos médicos, para que lo hiciera el gobierno de la izquierda.

La imagen cargada de desprecio y ¿castigo? confirmó que la oposición no ha logrado establecer un diálogo frontal y honesto con los electores pues al sentirse superiores y proyectar a todo aquel que no pertenece a sus grupos como ignorantes, han subestimado el hartazgo. Seguramente seguirán con aquel enojo y descolocación por años pues el único motor que guardan es el desprecio y el odio.

No han logrado leer el rechazo a lo que representan: a las clases “intelectualmente superiores” que dicen ordenando qué hacer a los pobres “ignorantes”; no logran reconocer como seres humanos y pensantes, eligiendo bajo incentivos, a sus electores; menos han podido anticipar que el personaje construido en Xóchitl Gálvez, lejos de ser representativo, parecía una burla falsa que trataba de imitar eso de lo que tanto se han burlado de ellos: el uso del chicle, los tonos de voz, las expresiones y hasta los huipiles.

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Paradójicamente y lejos del análisis o la aceptación, la actitud de Marko Cortés y Alito Moreno es el enojo, cuando en realidad, dentro de la cámara de resonancia en que vivieron, alentada por cercanos y prensa de la vieja guardia, se pensaban ganadores totales. Genuinamente creyeron que el odio iba a lograr arrasar y que su estrategia funcionaría.

No necesariamente la abrumadora mayoría que votó por Claudia Sheinbaum y Morena está completamente satisfecha, pero, en definitiva, la abrumadora mayoría mexicana rechaza al prianismo y a lo que representa, mientras que la izquierda progresista y anti militarista, prácticamente, está huérfana. Eso explica que en los resultados, el porcentaje nulo superara al PRD, partido que hace varios años no tiene razón de existir.

Una franquicia del “Sol Azteca”

La noticia más digna que deja la jornada electoral del 2024 es la pérdida de registro del PRD, un partido que sacrificó la historia del valiente disenso ante la hegemonía priísta para convertirse en un apéndice de los partidos que juró combatir. Hace años, dejaron de ser un partido representativo para convertirse en administradores de franquicias que traficaban con la historia de personajes fuera de ese partido. Eminencias como Cuauhtémoc Cárdenas o el propio Andrés Manuel, dejaron claro que aquel instituto quedó en cascarón completo, tanto de militancia como de contenido.

Lo mejor que le pudo pasar ha sido reubicarse como un mito de lo que fue la izquierda, pasando a ser el ejemplo de cómo abandonar los ideales priorizando los negocios siempre saldrá mal si es que se trata de política. Ganaron los que habitan lejos de los medios escandalosos, ese pueblo que, según los opositores, no debería de tener voz ni voto. Automáticamente, con la pérdida del registro perredista como partido nacional al no alcanzar la votación mínima legal requerida del 3% en los comicios del pasado domingo, se cierra una era de aquella narrativa surgida en 1989. Ya no tienen razón de existir, su única fuente de alianzas fue convertirse en lo que combatían y aliarse con quienes los aplastaron. Eso también es una victoria democrática: terminar con franquicias no representativas que igualmente, absorben presupuesto público sin representar ya una fuerza autónoma.

Ojalá pronto se atrevan a conocer a ese México que tanto critican e infantilizan, pues ese es el país que expresó su rechazo aun teniendo cientos de pendientes por errores que esta administración ha cometido. Si llegara a surgir una oposición sólida, vendrá de alguna escisión morenista o de la izquierda más progresista que no se identifica con Morena pero mucho menos con quienes causaron la enfermedad que trajo este militarizado remedio.