Dada la efervescencia que se percibe por el clima sucesorio presidencial, López Obrador pone en marcha el arranque oficial de la madre de todas las batallas. Luego de haberse encontrado con los cuatro aspirantes a la silla presidencial, el mandatario federal pidió mucha prudencia y mesura para encarar el ejercicio previo, pero, sobre todo, mantenerse unidos en este momento crucial que vive el movimiento. No hay duda de que el triunfo del Estado de México es un revulsivo positivo, y un golpe contundente para la oposición que perdió, ni más ni menos, que el principal laboratorio de votantes a nivel nacional.

Mientras la oposición reparte culpas y se sacude de la responsabilidad de los bajos niveles de aceptación, el presidente comienza a tejer el próximo escenario. Es verdad, desde un principio el presidente le apostó a las dos entidades federativas. Hablo del Estado de México y Coahuila, que, pese a la derrota, el mandatario sí supo reconocer el revés de su partido. El objetivo era ganar, no obstante, las divisiones terminaron por fragmentar el voto. En efecto, ninguna de las dirigencias nacionales -que integran la Coalición Juntos Haremos Historia- supo operar el tema.

No puede ser posible que, en Coahuila, compitieron tres abanderados de partidos aliados. Tuvo, por necesidad, que haberse cohesionado en un candidato de unidad. Tratándose de un precedente de esa naturaleza, el presidente no quiere que se repita ese escenario. Algo semejante sería, sin duda, una amenaza para fragmentar el voto. Por eso, el presidente intuyó perfectamente que solamente juntos podrán alcanzar la victoria. De hecho, el peso de su figura, y su liderazgo indiscutible, es un punto clave para encauzar al movimiento nuevamente al triunfo.

Ese desempeño dependerá, ya lo dijimos, que la unidad sea un factor fundamental. Es un tema que le preocupa, pero también le ocupa el presidente. Ese, sin duda, fue uno de los motivos de la convocatoria al cónclave de hace un par de días. Otro, evidentemente, es buscar una salida viable para elegir al candidato de Morena. Hay cuatro perfiles y solo falta fijar las formas y los mecanismos de selección. De hecho, el presidente habló de la encuesta. Planteó esa posibilidad y, el destino de quién encabece la coordinación nacional de la defensa del voto, quedará a merced de la decisión del pueblo, siempre y cuando el método sea claro, transparente y democrático.

Es decir, no cualquier encuesta. O sea, si el pueblo tomará la determinación, que sea lo más transparente posible. En ese sentido, coincido con la opinión de Ricardo Monreal, que realizó en un medio de circulación nacional. Sí ese será el mecanismo, pueden nacer propuestas de los propios aspirantes. Lo más democrático es que, tanto el partido, como instituciones de prestigio, lleven a cabo esa tarea. La dirigencia nacional puede proponer una encuestadora, sobre todo con menos margen de error. Paralelamente, cuatro o cinco metodologías, puede aplicar el mismo cuestionario para conocer el pulso de la sociedad desde una evaluación espejo.

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Una vez aplicado el método, puede existir una ponderación final. Es sencillo y, a su vez, democrático. Estamos hablando, por lo menos, de cinco casas encuestadoras que trabajen a la par. El partido puede organizar, sin embargo, un órgano colegiado que podrá llevar a cabo el proceso cuantitativo. Esa lograría ser una alternativa viable, plural y transparente. Además, creemos que la mayoría de aspirantes puede aceptar esa propuesta porque hay un abanico amplio metodológico para concluir, en quién tiene la mayor percepción ciudadana.

Y, para efectos políticos, eso legitimaría más al abanderado y, sin duda, romperá con cualquier amenaza de división interna. De hecho, el problema del método tradicional que aplica el partido, es que hay una incertidumbre por los procesos que hemos vivido a priori. Incluso, el propio Ricardo Monreal, en entrevista televisiva, aseguró que la confianza depende de la transparencia. Es decir, sí hay claridad, no tiene por qué haber desconfianza.

Noto, en ese sentido, más echado para adelante al senador Ricardo Monreal. Está siendo, sin duda, un punto de unidad, incluso para el propio presidente Obrador. Sabedor de que vendrán los tiempos de mayor efervescencia, ha cerrado filas con López Obrador y, lo mejor de todo ello, tomó la determinación, desde hace unos meses, de luchar hasta el final. De hecho, si mediante el consenso con los cuatro aspirantes se logra un acuerdo para operar un instrumento metodológico democrático, su probabilidad es mayúscula, máxime porque su percepción, entre la sociedad, ha crecido significativamente.

Lo he dicho en infinidad de veces: no hay que perder de vista a Ricardo Monreal. Con esta, son dos veces, en menos de un bimestre, que se encuentra en un evento privado con el presidente Obrador. El zacatecano es, sin duda, el mejor operador político con el que cuenta el mandatario federal. Ojo con eso.