AMLO y los morenistas continúan con su retahíla de “razonamientos” para justificar que siga adelante una reforma judicial que exija que los jueces y magistrados sean electos mediante sufragio universal. Mediante argucias discursivas, los partidarios de la reforma buscan manipular el sentido de la democracia liberal, a la vez que pretenden eregirse como adalides de la justicia y como los únicos con la autoridad moral para dirigir los destinos del pais.
Con el argumento de que el Poder Judicial debe responder al “pueblo”, los propagandistas de la 4T insisten en que las personas juzgadoras deben ser electas por los mexicanos. Es un despropósito en todas sus letras, desde los conceptos clásicos de las ciencias políticas hasta en términos de su aplicabilidad práctica en México.
Ellos arguyen que el Poder Judicial está compuesto por hombres y mujeres lejanos de los intereses del pueblo, lo que hace la impartición de justicia –aseguran– un privilegio exclusivo de las élites, dejando a los más necesitados en una situación de indefensión.
No se equivocan en el diagnóstico. Sí que es necesaria una reforma profunda del poder Judicial. Sin embargo, como en todo lo que toca la 4T, la idea de que los miembros sean electos no tiene ni pies ni cabeza. Además, para la mala fortuna del país, podría exacerbar la gravedad de las condiciones estructurales, tales como la corrupción y el dominio político del crimen organizado.
El Poder Judicial, lejos de lo que aseveran los populistas, NO responde al pueblo. Por el contrario, la legitimidad no proviene de su “popularidad” sino de su prestigio como abogados, de su conocimiento de la ley y de sus convicciones de interpretar la Constitución a la luz de la propia letra, de la jurisprudencia y de la intención original del Constituyente.
No se deben al pueblo ni a las mayorías, sino al respeto de los derechos de las minorías consagrados en la Constitución y en las leyes secundarias.
Decir que el Poder Judicial “se debe” al pueblo no es más que una estratagema populista dirigida a llevar la ideología lopezobradorista al máximo Tribunal, con el fin último –y suscribo– de domeñar el último poder que se ha resistido a la embestida autoritaria de la 4T.
La reforma al Poder Judicial se antoja, lamentablemente, como un hecho, especialmente si Morena y sus aliados consumen la artimaña legalista de obtener las dos terceras partes del Congreso federal.