El senador de Morena, y aspirante a la candidatura por la presidencia en 2024, Ricardo Monreal, aseguró que los radicales acabarán con México. Cree que si un radical de Morena gana la presidencia “no va a quedar país para nadie”. En entrevista con Reforma, Monreal dijo que lo más viable para el país, y para Morena, es una persona que no se instale en el radicalismo y que busque el consenso.
Monreal, uno de los jugadores políticos de alto nivel cercanos a AMLO durante los últimos 24 años, simpatiza más con la ideología socialdemócrata. Monreal es un extraordinario operador que escucha, busca el consenso y se siente atraído por las ideas progresistas, que no caigan en la extrema izquierda ni la extrema derecha.
Es por eso que Ricardo Monreal se considera que es una buena opción para ser el candidato de Morena a la Presidencia en 2024, a pesar de que Claudia Sheinbaum sea notoriamente la favorita de AMLO.
Ricardo Monreal dijo que hay personas en Morena que están generando divisiones que afectarán el movimiento de la 4T. Dijo, también, que la mejor forma de solucionar es con unidad. “Esta sucesión adelantada ha provocado esta guerra temprana y, lamentablemente, si no hay reglas claras, compromisos políticos internos, la guerra se va agudizar”, dijo Ricardo Monreal a Reforma.
Yo creo que, antes de que lleguen los radicales, será la microgestión la que acabe con las posibilidades de futuro para el país.
Para entender al gobierno de la 4T he escrito en este sitio sobre los silos, los celos y los círculos íntimos que tienen un impacto en el diseño y la implementación de políticas públicas. También he tratado de comprender si acaso hay un modelo de toma de decisiones del presidente de México.
El proceso adelantado de sucesión presidencial y la entrevista de Monreal a Reforma reafirman lo que he encontrado en mis observaciones: el común denominador en la 4T es que la señal inconfundible del líder a sus empleados es que les tiene desconfianza. Eso se ha manifestado en la microgestión del presidente. La regla de oro de esta administración es que todos tienen que consultar todas las decisiones al jefe del Ejecutivo.
La razón por la que la microgestión es tan perjudicial para la productividad de los servidores públicos de la 4T se puede explicar, en parte, a través de la teoría que postula que para sentirse motivadas, las personas deben satisfacer tres necesidades básicas: competencia, autonomía y afinidad. Aquí lo único que importa es que el presidente crea que sus colaboradores son honestos y que él piense que confía en ellos. Pero ese estilo de gestión aniquila las posibilidades de tener colaboradores competentes, autónomos y que sientan que forman parte de un equipo.
Al seguir obsesivamente cada movimiento de sus colaboradores sugiere una falta de confianza en su capacidad para hacer bien su trabajo. También disminuye su autonomía. De hecho, lo que ocurre es que se destruye la relación personal. Los colaboradores tienen miedo, no le dicen la verdad al presidente y se sienten obligados a simplemente no cometer errores. Eso es lo único a lo que aspiran. No necesariamente a crear valor público.
Tratar a los colaboradores como si fueran máquinas de lealtad elimina cualquier potencial de motivación. Eso va en contra de la naturaleza social de los individuos. Alguien tendría que decirle a AMLO que tiene que confiar en sus colaboradores, que son lo suficientemente inteligentes y lo suficientemente bien intencionados como para hacer el trabajo correctamente.
Los estudios de psicología argumentan que las dos necesidades más fundamentales del cerebro humano son la seguridad y la autonomía. Las dos se basan en la confianza. Los líderes que inculcan un sentido de confianza en sus empleados fomentan ese sentido de seguridad y autonomía. Eso se transforma también en lealtad. Cuando los líderes políticos del más alto nivel no confían en sus colaboradores y se dedican a la microgestión, logran que la respuesta del cerebro de cada funcionario sea un comportamiento de evasión.
La microgestión le da al jefe del Ejecutivo la ilusión de control. Sin embargo, es, de hecho, una ilusión. Simplemente, no funcionará como forma de gobierno. La microgestión, como modelo de gobierno, siempre ha demostrado inseguridad en la capacidad para administrar realmente a las personas.
El ambiente que se genera con la microgestión es un grupo de servidores públicos de alto nivel con ambiciones reprimidas y con la capacitación o los recursos insuficientes para hacer bien su trabajo. Con la microgestión, no se miden los resultados de las políticas públicas y todos dependen de “otros datos”, es decir, de las métricas que no miden lo que importa. Es un gobierno que, al final, se caracteriza por un trabajo desordenado y emocional, muy diferente al mundo racional que exigen los ciudadanos.
No serán los radicales, a los que se refiere Ricardo Monreal en su entrevista de Reforma, sino la microgestión política lo que podría poner en riesgo al país los próximos tres años. Los radicales llegarían cuando ya no quede mucho por gestionar.
Javier Treviño en Twitter: @javier_trevino