Cuando me enteré del lamentable show armado por el senador Alejandro Armenta relacionado con los mensajes de WhatsApp de la ministra presidenta Norma Piña pensé lo mismo que Joaquín López Dóriga: eso es falso, no podía ser cierto. Me pareció simple y sencillamente imposible que una jurista tan prudente dialogara en términos tan inadecuados con una figura menor de la política mexicana.

Pero, como a López Dóriga —este periodista lo comenta hoy jueves en su columna de Milenio—, ahora me ha entrado la duda por causa de la la respuesta que dio la Suprema Corte de Justicia de la Nación: “Que no hará comentarios por tratarse de una conversación entre dos particulares”. De hecho, no dudo ya: sí buscó Norma Piña a Alejandro Armenta. Qué error de la ministra presidenta.

Más allá de que no son precisamente particulares quienes encabezan la corte suprema y la mesa directiva del Senado, y al margen de que no hay ninguna amenaza en la conversación entre la ministra y el legislador, lo cierto es que Norma Piña por primera vez exhibió una debilidad. Una importante debilidad.

Norma Lucía Piña Hernández había logrado lo que nadie en México: ganar —al menos no perder— un debate con el presidente Andrés Manuel López Obrador. La fortaleza de la jurista consistía en simple y sencillamente no caer en la provocación: ella nada había respondido a las numerosas críticas recibidas de parte de AMLO ni, tampoco, había polemizado con ninguna figura de la 4T.

La ministra Piña estaba dando una lección acerca del valor que en ocasiones tiene el silencio. Resulta incomprensible, entonces, que ella perdiera el estilo y se pusiera a polemizar con uno de los políticos menos relevantes de Morena. Solo hay una explicación posible: que la presidenta de la SCJN se desesperó, perdió el control de sí misma, cayó en un estado de nerviosismo y tomó la peor decisión en la guerra psicológica.

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El problema para la ministra es que enseñó una debilidad: emocionalmente le afectan las críticas y otras presiones tanto del presidente López Obrador como de otras personas de la 4T. Norma Piña estaba resistiendo el asedio bien protegida por la muralla de la prudencia y la circunspección propias del silencio. Una pena que ya no sea así.

El pasado martes visité el diario El Debate de Culiacán, Sinaloa. Me interesaba charlar acerca de periodismo y redes sociales con el presidente ejecutivo del medio de comunicación más importante de esa entidad, Javier Salido, quien ha hecho un extraordinario trabajo. Sus resultados en internet no dejan lugar a dudas.

Al terminar la plática con el señor Salido me entrevistó la reportera Lucía Mimiaga. No estaba planeado este ejercicio periodístico, pero valió la pena ya que Lucía es una profesional de primer orden. Platiqué con ella sobre distintos temas políticos:

  • El gobernador Rubén Rocha, de lo mejor que tiene la 4T.
  • Claudia Sheinbaum, con énfasis en la posibilidad real de que al fin llegue una mujer a la titularidad del poder ejecutivo en México.
  • La oposición, en la que también una mujer encabeza las encuestas, Beatriz Paredes, del PRI.
  • El éxito de otras mujeres, como las nueve gobernadoras que en en la actualidad hay, y pronto habrá una décima en Edomex; la presidenta del INE, Guadalupe Taddei; la economista que encabeza el Banxico, Victoria Rodríguez Ceja, y por supuesto la ministra Norma Piña.
  • El dominio absoluto que tiene AMLO en el debate nacional, lo que me llevó a decir, de pasada pero con absoluto convencimiento, que Andrés Manuel es un genio de la política.

En El Debate titularon la entrevista con esa expresión: “Andrés Manuel es un genio de la política”. Ayer que vi la nota pensé en escribir un artículo explicando que AMLO es un genio político porque invariablemente se las arregla para vencer en el debate a sus rivales, pero aclarando que solo a una persona no había podido derrotar porque se había refugiado en el sabio silencio, la ministra presidenta Piña.

Ya no estoy seguro de que la presidenta de la SCJN vaya a seguir resistiendo sin doblarse las críticas de Andrés Manuel—legales todas, porque la libertad de expresión es un derecho fundamental—. La ministra Piña ya exhibió una debilidad y, hasta donde conozco al personaje, AMLO la sabrá explotar. Ella sabría por qué perdió la imperturbabilidad. Por la razón que sea, el nerviosismo la traicionó en el momento más complicado para determinar el futuro del poder judicial.