Un gran número de mexicanos no conocían el nombre de Norma Piña antes de que el presidente AMLO y sus leales corifeos dirigiesen una campaña política y mediática en su contra. Me atrevería a sugerir que muy pocos, mismo dentro de los conocedores de la historia de México, podrían nombrar dos o más presidentes de la Suprema Corte en la historia del país.

Los nombres de los ministros de la Corte, incluido el del presidente del tribunal, no son comúnmente conocidos porque no son populares, y no deben serlo. Esos hombres y mujeres no son políticos, sino que de acuerdo a sus competencias constitucionales, se dedican exclusivamente a la defensa de la constitución y a garantizar que las las leyes secundarias no contravengan el marco constitucional vigente.

El caso de Norma Piña es diferente, muy seguramente a su pesar. Se ha dedicado, en tanto que ministra, y luego, como presidente, a la estricta interpretación de la constitución, pero sus opiniones y votaciones en el tribunal han echado para abajo un buen número de componentes de leyes y decretos de AMLO.

En otras palabras, fiel a su profesión como abogada, y en cumplimiento de su deber como funcionaria de Estado, la ministra ha desempeñado un papel impecable en defensa del orden constitucional.

Sin embargo, su labor ha lastimado fibras sensibles, y entre ellas, la del hombre más poderoso de México. AMLO, auto erigido en salvador de la nación, decidió desde un primer momento lanzar una campaña de desprestigio contra Piña, con la intención de destruir su reputación, y con ello, justificar sus violaciones a la ley, y desde luego, para impulsar la reforma judicial.

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Norma Piña ha sido calumniada y mal tratada por un grupo de poderosos hombres y mujeres que pretenden hacer valer la voluntad del caudillo, y próximamente, de Claudia Sheinbaum, sobre la ley, la Constitución y las normas legales básicas de convivencia democrática y de respeto al equilibro de poderes.

El lector seguramente recordará la imagen de la ministra Piña en flamas en el Zócalo, cuando los seguidores de AMLO, fieles a la voz del líder carismático, repudiaron las decisiones de la Corte en materias de interés para la 4T.

Uno de los grandes detractores ha sido el impresentable Arturo Zaldívar. En todas sus intervenciones públicas, ha osado criticar duramente a Piña por sus supuestos favoritismos hacia los intereses de la oposición. ¡Lo ha dicho el mismo que buscó intervenir en las decisiones de los jueces cuando fungía como presidente de la Judicatura! ¡El mismo que renunció a la Corte para que AMLO pudiese nombrar a Lenia Batres!

En adición, la pretendida reforma al Poder Judicial busca que todos los ministros y magistrados en funciones “se presenten” a los “comicios”. Es decir, los miembros de la Corte, incluida la presidente, deberán ponerse al escrutinio de los “votantes”. ¿Se imagina el lector la campaña de desprestigio que la 4T haría si Piña decidiese “postularse”?

Norma Piña se ha desempeñado como una ministra responsable consciente de sus deberes al frente de la Corte. Para su mala fortuna, se ha enfrentado al presidente de México más poderoso de los tiempos de modernos.