Para entender el hoy es inevitable asumir la vigencia del pasado. Difícil entender lo inédito y las nuevas prácticas. López Obrador resolvió su ausencia con un complejo andamiaje de equilibrios que la presidenta Sheinbaum respeta, y asume que es lo mejor para la continuidad del proyecto político.
Escapa a la atención que todos los competidores en la contienda por la candidatura presidencial tienen un lugar destacado en la política. Marcelo Ebrard que jugó fuerte, denunció y reclamó por los dados cargados en la competencia es ahora secretario de Economía con un gran poder e influencia. Sus modos un tanto protagónicos son tolerados por la presidenta Sheinbaum en la medida en que son funcionales a su gobierno. Los mayores elogios a la presidenta por la manera como se ha negociado con Trump han venido de él, excesivos e interesados. No importa la autenticidad de las palabras, relevantes los hechos, y la coexistencia de todos los competidores, diseño de López Obrador en ese encuentro memorable después de la elección del Estado de México. No hay fisuras en el equipo, tampoco engaño.
Algo semejante ocurre con quienes ahora son coordinadores de las Cámaras en el Congreso, Adán Augusto en el Senado y Monreal en Diputados. Siempre, quien atiende la agenda legislativa del gobierno habrá de asumir costos, en ocasiones desproporcionados porque se le asignan decisiones cuyo origen es la oficina presidencial, también parte del juego. A periodistas y observadores de los asuntos públicos les resulta difícil entender los ajustes en el marco del proceso legislativo, sea la ratificación de la presidenta de la CNDH, la promoción del Senador Yunes o, recientemente, los cambios en el inicio de vigencia de la reforma contra el nepotismo. Quiérase o no, las decisiones las toma la presidenta Sheinbaum y es a ella a quien hay que reconocerle, aplaudirle o reclamarle lo que acontece en las Cámaras. El oficio de Adán Augusto y la experiencia de Monreal hacen impensable la rebelión o el abuso de su condición de líderes de legisladores.
Por su parte en Morena, hay decisiones muy difíciles de aceptar, pero son igualmente consentidas por la presidenta Sheinbaum, como la ostensible credencialización de personajes claramente contrarios a la prédica moral del obradorismo, casos de los senadores Murat y Yunes, o la publicidad que le dio Andrés López Beltrán al gobernador de Sinaloa Rubén Rocha. Decisiones muy polémicas y para no pocos dañinas al proyecto, pero es un error pensar que la presidenta es ajena o creer que hay insubordinación de aquellos con una supuesta relación política privilegiada con el líder moral del proyecto.
Deben hacerse las preguntas adecuadas para lograr respuestas razonablemente certeras. ¿Qué movió a la presidenta aceptar el cambio a la fecha de vigencia de la reforma contra el nepotismo? La respuesta está a la vista: su alianza con el PVEM, que exigía tener abierta la opción en San Luis Potosí en 2027. Los observadores no han escuchado al PVEM, sus dirigentes han dicho que en lo federal se mantiene la alianza, pero en lo local está por verse. El amago es auténtico y esto tiene implicaciones más serias de lo que muchos advierten.
La presidenta vive el dilema de privilegiar objetivos electorales o consideraciones de ética como es el rechazo al nepotismo. Por eso cedió en el cambio legal, aunque invoca su rechazo político para 2027. Por otra parte, no es cierto que el voto castiga al nepotismo. La afirmación es falsa.
¿Debilidad? Sí, pero no de la presidenta, del proyecto. Para muchos morenistas no importa transitar con singular alegría por las aguas fétidas del cinismo y la inmoralidad. Como con la elección de juzgadores, que no sólo es contraproducente a la justicia, sino desastrosa de principio a fin y el anticipado fracaso, a grado tal que ya se asume que en el mejor de los casos voten 15 de 100 ciudadanos; la debilidad ética, otra cara de la moneda de la fortaleza avasallante en términos mediáticos, políticos y electorales en medio de una sociedad complaciente y una élite cómplice. Lo único que queda es la autocontención y de eso no hay mucho.
Hay nuevas prácticas políticas que precisan entenderse en su lógica. A veces erráticas por la presencia de la soberbia y de las ideas fijas, otras por un sentido de lealtad a la persona y sus símbolos. Pero no resulta creíble la ausencia o debilidad presidencial. Que las cosas no resulten como muchos esperan no da licencia para una interpretación falsa del acontecer. Las cosas son como son y deben asumirse, por incómoda que se presente la realidad.