I. Indagación sobre una canción magistral
Hacia el tiempo de navidad, no hace mucho alguien me cuestionaba -de acuerdo a mi ateísmo radical-, el porqué cantar canciones de “inspiración” o temática cristiana. En principio contesté haciendo una breve investigación en torno a una canción sobre la que discutíamos, “Cantique de Nöel” (famosa “O Holy Night”, en inglés) de Adolph Adams. Averiguar, conocer, saber en torno a esa pieza, su compositor y sus agradables ramificaciones artísticas me parecía suficiente justificación; a lo cual agregué:
“1. Se interpreta, pues, también para conocer. Pero no es el único elemento explicativo. 2. Independientemente del texto, se trata de una melodía agradable. 3. Un radicalismo ateo en este asunto significaría negar grandísima parte del historial de la música compuesta durante siglos; una irracionalidad. 4. Un radicalismo ateo extremo significaría aislarse, no conciliar con la familia, negar la causa política de beneficio común, excluirse de exigir y apoyar a un gobierno porque sus dirigentes son cristianos pública o íntimamente; un extremismo fundamentalista (muy lejano está el planteamiento del filósofo Michel Onfray de una era post-cristiana de la civilización; dadas las condiciones de los tres monoteísmos, hoy parece imposible). 5. Finalmente -como ha explicado un examigo ateo para justificar su participación en obras de carácter religioso (misas y oratorios de Bach, Mozart, Verdi, Fauré, Brahms, etcétera) o en ceremonias del mismo tipo-, porque el intérprete vocal es semejante al actor en escena; así, tiene que ofrecer su mejor desempeño artístico”.
Pero no fue la memoria de esta anécdota navideña y su resultado en una columna lo que me ha movido a escribir sobre la música de pascua aunque tengan obvias equivalencias: por qué cantar música de pascua o “semana santa” si se es ateo y anticristiano; (anti-monoteísta también). Cuando revisaba la música de Georges Bizet para la colaboración de la semana pasada, de pronto reconocí una melodía que me tomó no pocos segundos identificarla. Ya la había escuchado, la conocía pero la memoria no arribaba a la solución. Sí, se trataba del Intermezzo de la Suite No. 2 de La Arlesiana, según se leía en la descripción del video, pero pertenecía a otro sitio. ¡Ah, es la melodía del “Agnus Dei”!, exclamé. La siguiente pregunta fue, ¿qué fue primero, el Intermezzo o la canción sacra?
Resulta que La Arlesiana es la obra más popular de Bizet después de Carmen. Originalmente le fue solicitada como música incidental para una pieza provenzal del mismo nombre a partir de la narración de Alfonse Daudet incluida en la serie Cartas desde mi molino. Una historia tristísima. En la novela: Un joven se enamora de una chica de Arlés. Logra convencer a los padres de ambos para casarse con ella. Ya comprometidos, aparece un hombre en casa de los padres del joven e informa que él ha sido amante de la novia y muestra unas cartas como prueba. Se rompe el compromiso, pero el chico sufre terriblemente y termina por quitarse la vida. En la obra teatral: El joven está enamorado de la muchacha de Arlés que está de viaje y la espera. Mas nunca regresará porque se ha enamorado de otro. La madre lo casa con otra chica para que olvide a la arlesiana. Pero el sufrimiento es insoportable y se suicida.
Estrenada en un teatro de vaudeville el 1º. de octubre de 1872, es a la que Bizet compone música; cinco meses antes del estreno de Carmen. Y como establecimos en la entrega pasada, el éxito nunca fue rotundo en vida para Bizet. La Arlesiana apenas tuvo una veintena de funciones y terminó. Entonces, el compositor escribió una suite en cuatro movimientos para rescatar su música y la estrena un mes después. El 1º. de noviembre, según Kurt Pahlen, musicólogo que es bastante preciso; el 10, según las versiones en inglés y español de wikipedia. Fallecido dramáticamente Bizet tres meses exactos después del estreno de Carmen, su amigo Ernest Giraud se encarga de su música en general y contribuye a su brillo póstumo. Así, realizó y estrenó en 1879 una segunda suite sobre La Arlesiana con base en la música de Bizet. Y es esta Suite No. 2 la que incluye el Intermezzo que he referido, una pieza doliente que lleva como solo al saxofón, instrumento belga que apenas había salido al mercado en 1838.
[Leonard Bernstein y la Filarmónica de Nueva York interpretan el bello Intermezzo de la Suite No. 2 de Bizet/Giraud]:
Giraud le adoptó el texto del Agnus Dei en latín al Intermezzo y logró una pieza magistral que, en términos conceptuales al menos, habría que atribuirse a ambos, Bizet y Giraud.
Agnus Dei, Qui tollis peccata mundi, Miserere nobis.
Agnus Dei, Qui tollis peccata mundi, Miserere nobis.
Agnus Dei, Qui tollis peccata mundi, Dona nobis pacem.
La adaptación musical o de textos es un recurso que han usado compositores como Charles Gounod y su famosa “Ave María”, basada en una pieza de Bach; o la otra “Ave María”, la de Schubert, cuya música pertenece en realidad a una de las canciones de un ciclo compuesto en 1825 y a la cual sustituyeron el texto original por el latín popularizado hoy. O también el Intermezzo de la ópera Cavallería rusticana, de Pietro Mascagni, al cual le fue superpuesto un texto sacro (otra “Ave María”) que no me ha parecido muy afortunado; muy forzada adaptación de una pieza tan íntimamente ligada al drama de la ópera a que pertenece.
Así explica Luis de la Barrera, autor de las notas a un programa del Festival de Arte Sacro en Madrid en 2011, el asunto Bizet/Giraud:
“Georges Bizet… compuso L’Arlesienne… a propuesta del empresario Léon Carvalho, Director del Théâtre Lyrique de París. El punto de partida para la creación de esta música incidental fue la novela… escrita por Alphonse Daudet en 1869. Bizet quedó cautivado por la dramática historia que se narra en ella: un joven granjero se enamora apasionadamente de una muchacha arlesiana y al comprobar que es un amor imposible decide suicidarse; aplacado en el intento por su madre, accede a casarse con otra joven, pero durante la ceremonia nupcial, en un arrebato motivado por el recuerdo de la amada, termina sus días arrojándose por una ventana.
“La novela de Daudet, ya adaptada para la escena y con música de Bizet, se estrenó el 1 de octubre de 1872 con escaso éxito… Pero, ¿en qué lugar de la obra aparece este ‘Agnus Dei’ con el que se abre el programa? Pues realmente en ninguna parte como tal, ya que se trata de una adaptación posterior debida a Ernest Guiraud, compositor y amigo de Bizet, que utilizando el texto latino del Agnus Dei lo transcribió, con singular maestría, a la música del Intermezzo, correspondiente al segundo acto de L’Arlesienne, pasando así dicha obra a convertirse en una pieza popular de gran difusión y que muy pocos cantantes se resisten a incluir en su repertorio”
[Es probable que el primero en grabar la canción haya sido Enrico Caruso, en 1913; aunque vocalmente poderosa, no me parece muy satisfactoria porque el tenor napolitano agrega una “cadenza” no escrita en la partitura para el lucimiento de la voz. De entre el gran número de versiones, la mejor me parece la lograda en 1936 por Beniamino Gigli]:
II. Nueva York y la música sacra
La actividad musical en Nueva York es abrumadora en cualquier tiempo, asimismo durante la pascua, cuando se acentúa la interpretación de música sacra. Los cinco barrios (Manhattan, Bronx, Queens, Brooklyn y Staten Island) tienen varios cientos de iglesias católicas y episcopales (suman miles de las distintas religiones y denominaciones) cuyos músicos estables e invitados ensayan durante la semana previa de manera intensa para llegar a la semana de pascua, de jueves a domingo, en que la música impera en las ceremonias; un verdadero programa para cada uno de los 4 días. Música e intérpretes en general de gran nivel artístico.
Durante el tiempo en que fui Artista Residente en el Dicapo Opera Theater de Nueva York y, más adelante, antes de la pandemia, fui invitado por varios años a cantar en los distintos barrios de Nueva York. De ahí que esté familiarizado con la música y la cultura religiosa de la ciudad. Una de las piezas que requiere exigencia vocal es el “Agnus Dei”, como puede observarse en la versión de Gigli. Otra pieza popular para la cultura católica y episcopal estadounidense es la “La letanía de los santos”, estrenada apenas en 2012 por su autor John Becker. Tiene una obvia inspiración en el clásico canto gregoriano del mismo nombre; mas al canto llano, “mántrico”, se agregan melismas y fáciles melodías que cautivan al feligrés. Pero como estamos en el espíritu neoyorquino y por ser una pieza que expresa el estilo y gusto estadounidense (en particular, la recuerdo interpretada de manera muy agradable y solemne por el cantor John Myers), comparto la versión de Becker; una pieza sencilla, lejana a la intención lírica u operística de las otras incluidas aquí.
[”Letany of the Saints”, de John Becker, para Cantor, coro unísono y/o la congregación con acompañamiento de piano u órgano]:
Finalmente, otra pieza que demanda compromiso vocal es “Repentir”, de 1894, compuesta por Charles Gounod (1818-1893), un gran melodista autor de decenas de canciones francesas aunque su fama le viene sobre todo por Fausto y Romeo y Julieta, dos de sus doce óperas, y acaso también por su Misa a Santa Cecilia. Original en francés, en Estados Unidos esta canción se popularizó desde muy temprano por su versión en inglés “O divine redeemer” (fenómeno semejante al de O Holy Nigh/Cantique de Noël); hay ya desde 1913 una grabación con el barítono Charles W. Clark.
Aunque faltan unos 30 segundos de la introducción instrumental, la mejor versión que he encontrado es la del tenor sueco Jussi Björling; flexibilidad y vigor vocal, conmovedor: