Times Higher Education

Existen varios rankings universitarios globales. Uno de los más importantes es el de Times Higher Education. No sorprende ni preocupa que nuestras instituciones de enseñanza superior estén lejísimos de las mejores en el mundo.

Lo que sí debería alarmarnos es que, a nivel Latinoamérica, las universidades mexicanas no aparezcan en el cuadro de medallas, esto es, ni en primero ni en segundo ni en tercer lugar.

En el ranking latinoamericano de Times Higher Education, la medalla de oro es para la Pontificia Universidad Católica de Chile. La de plata para la Universidade de São Paulo, Brasil. Y la de bronce para otra universidad brasileña, la Universidade Estadual de Campinas.

¿Y las universidades mexicanas?

√ En el lugar número 4, el Tecnológico de Monterrey. La única en el top 10 latinoamericano, en el que hay siete universidades brasileñas, dos chilenas y una mexicana, el Tec.

Las columnas más leídas de hoy

√ La Universidad Nacional Autónoma de México aparece en el lugar número 15. Muy mala posición, de plano.

Y de ahí para abajo:

  • Lugar número 31, Universidad Autónoma Metropolitana.
  • Lugar número 69, Instituto Politécnico Nacional.
  • Lugar número 78, Universidad Autónoma del Estado de Mexico
  • Lugar número 79, Universidad Autónoma de Nuevo León.
  • Lugar número 80, Universidad de Monterrey.
  • Lugar número 88, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
  • Lugar número 90, Universidad Panamericana.

Ya se verá si el nuevo rector de la UNAM, Leonardo Lomelí, logra llevar a esta institución, no a estar entre las más importantes del mundo —seamos serios, eso ni en sueños ocurrirá—, pero sí a colarse entre las primeras tres de América Latina, al menos superando al Tecnológico de Monterrey.

No debería haber ninguna razón para que una escuela privada como el Tec esté mejor evaluada que la universidad pública más grande y con más presupuesto de México. Si el Tecnológico supera a la UNAM se debe, muy probablemente, a su más eficiente administración.

Demasiados elogios ha recibido el rector Lomelí en los medios, inclusive en columnas políticas en las que no se acostumbra alabar a nadie. Ya se verá si su trabajo honra las expectativas, o si de plano su gestión resulta tan mediocre como la de Enrique Graue, en cuyo equipo el nuevo rector colaboró —lo que es una mancha en su currículo—.

La prensa y la SCJN

El columnismo político mexicano es lo que es y no cambiará. En los espacios de opinión de nuestra prensa sobran en este momento defensas de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que para una mayoría de nuestra comentocracia está siendo muy agredida por el presidente López Obrador.

El ataque más fuerte que la corte suprema ha recibido de parte de Andrés Manuel, dicen, es el de la terna de mujeres que propuso para reemplazar al ya exministro Arturo Zaldívar Lelo de Larrea. A los y a las columnistas les parece que las abogadas nominadas por AMLO no tienen suficientes méritos jurídicos. Curioso que periodistas sin mayores conocimientos en el tema afirmen lo anterior.

Ayer tuve la oportunidad de hablar con dos jurisconsultos del mayor nivel. Sin apasionamientos, ambos expresaron su convicción de que las abogadas que el presidente ha propuesto para la SCJN podrían fácilmente capacitarse para desempeñar un excelente trabajo en la cúpula del poder judicial. La elegida por el Senado —si la politiquería no lo impide— estará en la corte 15 años, así que tendrá tiempo suficiente para volverse experta. Mientras eso ocurre, acompañará en decisiones colegiadas a ministros y ministras con mucha experiencia y que han demostrado poseer altísimas calificaciones.

Resulta lamentable la grilla contra tres respetables abogadas —María Estela Ríos González, Bertha María Alcalde Luján y Lenia Batres Guadarrama—, mujeres a las que debería dárseles la oportunidad de demostrar lo que valen.

Pero, ni hablar, lo peor no es la avalancha de insultos que ha caído encima de las tres mujeres mencionadas, sino que en algunos de los espacios de opinión en los que tanto se defiende a la SCJN, sus redactores estén al mismo tiempo enlodando a un ministro que si algo ha probado es su independencia.

Hablo de Juan Luis González Alcántara Carrancá. Ayer, en El Universal, el columnista Salvador García Soto repitió una patraña que hace unos días se difundió en la columna institucional de Reforma, Templo Mayor. Cuando en dos columnas políticas se difunde la misma infamia, no hay duda: alguien con mucha influencia y recursos económicos amplios contrató a un experto en relaciones públicas para sembrar vileza. Un trabajo muy positivo estará haciendo don Juan Luis en la corte suprema; si no fuera así, no habría intereses poderosos orquestando columnas políticas para golpearlo.

Por lo demás, para criticar lo que AMLO hace relacionado con la SCJN, ¡las columnas elogian a Juan Luis González Alcántara Carrancá! Y con este ministro encomian el trabajo como ministra de Ana Margarita Ríos Farjat. Se les ensalza porque, aunque les propuso el presidente López Obrador para llegar a la corte, han actuado con absoluta independencia.

No está de más recordar que cuando a Juan Luis y a Margarita les propuso Andrés Manuel, la comentocracia que hoy les alaba expresaba dudas acerca de si iba a poder decirle que no al titular del poder ejecutivo.

A Ríos Farjat le criticaban, además de su cercanía con el presidente, que no fuera conocida en los ambientes capitalinos de abogados y abogadas, ya que ella había desarrollado la mayor parte de su carrera, sin duda destacada, en Monterrey. En este sentido, la única crítica que yo le haría a AMLO es que la actual terna de juristas mujeres no incluyera a alguna no chilanga. Porque México es mucho más grande que su ciudad capital.

Si Ríos Farjat y González Alcántara Carrancá, contra los pronósticos, cumplieron más que satisfactoriamente con la exigencia de ser independientes, cabe esperar que también lo sean Ríos González, Alcalde Luján y Batres Guadarrama. No es decente condenar a nadie por un trabajo que ni siquiera se ha realizado.

En fin, me interesaba subrayar que la prensa es lo que es y no cambiará. Los y las columnistas elogian a ministros y ministras no porque piensen que lo merecen —que sí lo merecen, por supuesto—, sino nada más para golpear a AMLO. Y, al mismo tiempo, el columnismo nacional trata de ensuciar el prestigio de un jurista solo porque su actuación molesta a personas con poder y dinero... y sin escrúpulos: estos estorban al tomar la decisión de contratar a especialistas en manipular a la comentocracia.