“El hecho de que exista una minoría privilegiada no compensa ni excusa la situación de discriminación en la que vive el resto de sus compañeros”.
Simone de Beauvoir
Las mujeres mexicanas hemos vivido una enorme batalla para defender nuestros derechos, incluido por supuesto, el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo.
Fue en 2007 cuando en la Ciudad de México el aborto se consideró legal antes de la décimo segunda semana de gestación.
La resolución fue tomada en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, tras una larga sesión --no exenta de alharacas y protestas afuera del recinto-- donde con 46 votos a favor, 19 en contra y una abstención se reformó el artículo 144 del Código Penal.
Han transcurrido 16 años y en la actualidad suman 11 estados de la República Mexicana que permiten la interrupción legal del embarazo si una mujer así lo decide. Muy pocos, si somos francos y muy lamentable también si consideramos que existen aún entidades que penalizan a una mujer que aborte, incluso si es de forma involuntaria, pues se les criminaliza y encarcela por más de 20 años acusándolas de “aborto culposo” u homicidio en grado de parentesco.
A muchos el tema les escandaliza. Consideran que el aborto es un delito mayor y algunos incluso hablan de “pecado”, de “excomunión” , de asesinato despiadado, sin detenerse un solo instante en entender el duro proceso que viven cientos de mujeres que han tomado la decisión de interrumpir su gestación, sin hablar del periplo que representa ser atendida en los centros de salud pública, que siguen dando largas a la atención urgente e integral que requiere una mujer que ha decidido abortar.
“Decidir” es la batalla cuando hablamos de embarazos y de abortos, pero también “decidir” (bendita palabra) nos habla de libertades, mismas por las que hombres y mujeres hemos luchado.
Le comento todo esto tras escuchar varias veces el discurso “libertario” o “contestatario” que pronunció la senadora panista Lilly Téllez, quien al sentirse orgullosa de representar una derecha “moderna” expresó su temor (quizá el de todos los panistas) de “enfrentarse al monstruo” obradorista y no poder vencerlo, pues sabe muy bien que ese es el reto mayor.
Ante un nutrido público en la ciudad de Aguascalientes, Lilly Téllez abordó temas que no creo hayan sorprendido a quienes conocen los principios del panismo: la familia, su defensa a la vida, la sociedad privada, el orden y el estado limitado.
Me parece que la senadora hizo bien en expresar su postura. Es claro que su formación e ideología la llevan a defender lo que para ella representan valores indestructibles, como los arriba mencionados.
Los asegunes comienzan cuando en su deseo de revalorizar su postura olvida las férreas luchas que colectivos feministas y millones de ciudadanos han tenido que librar para alcanzar medianamente la libertad en varios ámbitos de la vida.
Insistir en lo ya superado o en vías de serlo suena a hipocresía, pues varios personajes emanados de la derecha lo que menos tienen son valores morales o decencia.
Ahí tiene usted a Felipe Calderón o a Fox, por citar algunos.
El discurso, así dicho de “sopetón”, lejos de apasionar, asustó.
Un falso feminismo así estremece y es incluso contradictorio y absurdo, pues de repente imaginé a los de Provida cerrando enfurecidos las clínicas de interrupción del embarazo o a los magistrados legislando a favor de las terapias de conversión, todos con hábito oscuro y la cabeza cubierta, como en tiempos de la Inquisición.
Por lo demás, el llamado al despertar de las conciencias de su equipo blanquiazul, invitándolos a “representar esa derecha moderna” y no avergonzarse me emocionó, no puedo negarlo.
Y la emoción deriva del entendimiento que al menos Lilly Téllez tiene de la prácticamente nula posibilidad que tiene la derecha de ganar la elección presidencial en el 2024.
La caballada tan flaca que poseen no les alcanza para vencer al “monstruo”, de López Obrador y toda la fuerza que tiene Morena. No pueden ni podrán. Ni ella ni Santiago Creel, otro de los posibles candidatos, tienen la sensibilidad que tienen grandes figuras morenistas como la doctora Claudia Sheinbaum, que ha desgastado las suelas de los zapatos recorriendo las calles no solo de la capital, sino del país, para escuchar y conocer las necesidades de la gente, a quienes, por cierto, les importa un sorbete que alguien les venga a hablar de propiedad privada cuando la mayoría de la población en México apenas gana para medio comer y no tienen un espacio propio donde vivir.
A los panistas, y a todos los demás agregados en el bodrio ese llamado oposición les “falta barrio” y lo digo sin ofender. En un país donde la población que vive en pobreza extrema suma la alarmante cifra de 10.8 millones, y donde un elevado porcentaje de la población sobrevive con 5 mil pesos al mes o menos, lo que urge es que los programas sociales implementados por el actual gobierno federal continúen y se repliquen en cada rincón del país, pues el discurso de “por el bien de todos, primero los pobres” , llevado a la práctica como hasta ahora ha sido tan eficaz que ha impedido que la hambruna se propague y ha pacificado el país, les guste o no a muchos.
Pero la oposición no podrá entender esto jamás.
El “monstruo” tiene millones de cabezas que apoyan a quien ha llevado el pan a su mesa, quien les ha dado educación pública de calidad, quien les ha dado mejores oportunidades a sus hijos que antes eran “ninis”, quienes dan becas a los niños para evitar la deserción escolar.
La oposición no sabe de eso, no pertenece a su realidad, no lo han visto ni vivido y por ende, no vencerán.
Por cierto...
Celebro, siempre lo he dicho, que existan cada vez más mujeres que deseen llegar a la silla presidencial en México.
La senadora Lilly Téllez hace tiempo levantó la mano para ser la candidata de su bloque y sus aspiraciones son legítimas, claro que sí.
Pero después de escucharla (varias veces, como ya lo dije) me retumbó en la cabeza la siguiente frase de Simone de Beauvoir: “Nunca olvides que una crisis política, económica o religiosa será suficiente para que los derechos de las mujeres sean cuestionados”.
Si me lo permiten, además de hacerle “falta barrio” a la senadora le hace falta ponerse a estudiar para comprender a cabalidad las necesidades de las mujeres en México, pues las 64 millones 540 mil 634 mujeres que vivimos en el país necesitamos sí o sí que nos represente quien se ponga en nuestros zapatos sin cuestionarnos, criticarnos, menospreciarnos o limitarnos.
Regaños por nuestras luchas en pro de la libertad e igualdad, no gracias. Ni un paso atrás en todo lo ganado, pues se trata de sumar, no de restar.