IRREVERENTE

San Antonio, Tx. Les platico que también podría titularse esta columna como “jubilados obnubilados”.

A quienes me refiero?

A los que esgrimen reiterada y cansadamente el “algoritmo” de la “soberanía nacional” para argüir que nadie de afuera debe osar opinar adentro sobre nuestras desgracias actuales, pero se hacen bueyes cuando el presidente que eligieron anda de “tour injerencista” en el Perú.

Los que cuelgan sus famélicas autoestimas en los tendederos de chats, de twitter y otras plagas mal llamadas “redes sociales”.

Las columnas más leídas de hoy

Los que usan recursos retóricos para defender sus propiedades en las mismas redes.

Los de la mentalidad mitológica e ideológica.

Los que fomentan en sus tribus la idea de que quien piensa diferente es su enemigo.

Los que se refugian en la efímera seguridad tribal de sus propios grupos.

Los que leen una amenaza en una promesa.

Los que en plena era digital actúan como vegetal.

Las termitas de la libertad de expresión.

Las mentes cavernarias, silvestres y primitivas que están formadas en las filas del siglo XXI cuando deberían de estar haciendo cola en las del XIX.

Los de las vidas imaginarias. Los que vuelan avioncitos de papel y se creen aviadores para defender al AIFA sin haber estado ahí, pero sus hijos, nietos y parentela, sí.

Los que opinan con “falsa propiedad” de México, sin tributar fiscalmente ahí, desde que se fueron a vivir a Estados Unidos, donde -por cierto- tampoco tributan.

Los que sin ser periodistas ni informados “dan las noticias” en sus chats.

Los que usan celulares más inteligentes que ellos mismos. Los que por conveniencia le piden ayuda al “amigo” y en la primera discrepancia lo desconocen.

Los que están a dieta de calorías… de intelecto.

Los que casi matan por la 4T pero fueron alimentados por los neoliberales del PRI y el PAN a los que hoy les muerden la mano.

Los que fomentan la amistad en sus grupos, pero alaban las arengas de odio que les dicta el oráculo del palacio.

Todos éstos tienen nombres y apellidos pero son tantos que mejor cuelgo aquí el saco para que quien se sienta aludido, se lo ponga.

CAJÓN DEL SASTRE DE PANAMÁ.

“¿Entendido?”, remata la irreverente de mi Gaby.