Cuando el Atlético San Luis, club potosino (filial del poderoso Atlético de Madrid) presentó a André Jardine como su DT, no fue cualquier cosa. El joven técnico carioca le dio al Brasil nada menos que el único logro que le faltaba en su gloriosa historia al futbol verdeamarela, una medalla de oro olímpica, y nada menos que en su propia casa, el estadio Maracaná, rompiendo de paso con una especie de maldición, al no poder coronarse este seleccionado en las dos copas del mundo en su propio país organizadas (1950 y 2014). Cabe destacar que la vez que más cerca habían estado de esa presea dorada fue en Londres 2012, siendo la Selección Mexicana la que le arrebato la presea áurea.
Al San Luis lo puso a tono, lo dotó de un estilo y una mística de juego, metiéndolo a liguillas y dando espectáculo, dejando un sello que al día de hoy mantiene al Atlético San Luis como protagonista en la Liga Mx.
Bien, con el América simplemente ha hecho magia, y el equipo evoca incluso a aquel poderosísimo (campeón si corona) América de Leo Benhacker, en la temporada 94/95. Es muy posible que el América lleve a sus vitrinas su trofeo de liga número 14, que ni que, pero independientemente de eso, Jardine es uno de esos extranjeros que han venido a México para SUMAR, tipo Ferreti, Fekete, Gignac, Ma Yin, Housleber, LaVolpe, Milutinovic y un puñado más.
Así que, para el proceso mundialista rumbo a España/Portugal/Marruecos 2030, no parece (al momento) haber mejor candidato a timonel nacional, máxime que ya se adaptó al medio futbolístico mexicano, vamos, que no es como traer a oportunistas que vienen “a aprender” al son de “echando a perder de aprende”, tipo Juan Carlos Osorio y/o Gerardo Martino.