Vestido de chamarra de mezclilla, de esas que casi llegan hasta las rodillas, y con zapatos de goma; sentado frente a su escritorio, Olac fumaba con tranquilidad. Escribía su artículo semanal, a mano, con un lápiz afilado. Lo hacía en hojas blancas o en un block tamaño carta. Aunque su lápiz no estaba tan afilado como sí lo eran sus tijeras teóricas para confeccionar el análisis sobre la coyuntura educativa nacional.
Esas fueron algunas de mis percepciones sobre la primera reunión de trabajo que tuve con Olac en su oficina del Departamento de Investigaciones Educativas (DIE-CINVESTAV), ubicado en la calle José María Velasco, cerca del Teatro de Los Insurgentes, al sur de la Ciudad de México.
Era la década iniciada en 1980. Aún recuerdo su seriedad, pero también sus bromas sarcásticas; no olvido su voz grave, pausada, serena. Originario de Chihuahua, Olac pronunciaba un acento norteño deslavado.
Al maestro Olac Fuentes Molinar, lo leía en las páginas del periódico “Uno más Uno” cuando yo estudiaba la carrera de Psicología en la FES (antes ENEP) Iztacala de la UNAM. Así lo conocí. Él escribía opiniones en ese diario, una a la semana. Se trataba de textos cortos con análisis críticos, argumentados e informados, sobre diferentes ámbitos de la política y la educación en México.
También seguí con atención varios de sus ensayos publicados en “Cuadernos Políticos”: “Las Épocas de la universidad mexicana” fue uno de los textos más completos que le recuerdo.
En ocasiones, hacía comentarios agudos sobre la vida interna y la cúpula del sindicato nacional de maestras y maestros (SNTE), así como de su papel en las relaciones con el poder político. También escribía sobre los movimientos magisteriales disidentes y, aparte, sobre las complejidades de los movimientos estudiantiles.
En la coyuntura del paro estudiantil de julio de 1983, en Iztacala, Olac escribió un artículo significativo para nosotros, con el irreverente título: “Estamos hasta la madre”, que hacía alusión -obvio- a una de las expresiones estudiantiles lanzadas en una asamblea durante el desarrollo del conflicto. Con ese artículo de opinión, publicado en un diario de circulación nacional, sabíamos que nuestro movimiento y demandas sociales se proyectarían, o al menos se darían a conocer en todo el país.
Al año siguiente, en 1984, Rollin Kent Serna, que en ese entonces era profesor del área de Ciencias Sociales en la ENEP Iztacala, y quien colaboraba también con Olac en el Departamento de Investigaciones Educativas (DIE) del CINVESTAV, me propuso para participar como ayudante de investigador en un proyecto nuevo que dirigía Olac.
El proyecto se orientaba al estudio de la universidad o de las instituciones de educación superior en México. Uno de los espacios de difusión para dar a conocer los ensayos y reportes de investigación del proyecto, fue la publicación de la revista académica “Universidad Futura”, que contaba con el apoyo institucional de la Universidad Autónoma Metropolitana.
Una de mis actividades consistía en buscar y extraer información sobre noticias de las universidades del mundo. En otras palabras, recuperar notas que fueran relevantes para entender las tendencias internacionales y los conflictos de la educación superior a finales del siglo XX, era la tarea, cuyos productos entregaba a Olac para su revisión y selección.
El proyecto se desarrollaría, además, con el apoyo institucional de la Universidad Autónoma de Puebla. Por esa razón, el plan consistía en que el grupo de académicos se trasladaría de la CDMX hacia allá. Estuve a punto de radicar en esa bella ciudad del oriente mexicano, pero el proyecto no se concretó como se había planeado al principio, porque no fluyeron los apoyos financieros e institucionales originalmente considerados.
Mantuve comunicación esporádica con Rollin y con Olac en los años siguientes. Cada quien siguió su camino en lo académico (yo partí hacia Querétaro en 1990-1991), sin embargo, la amistad se conservó. Entre 1992 y 1993, me enteré que Olac fue nombrado subsecretario de Educación Básica de la SEP. Eso sucedió al final del sexenio del presidente Salinas de Gortari. Ese hecho le generó a Olac múltiples críticas. Un año antes, Fuentes Molinar ocupó el cargo de rector de la Universidad Pedagógica Nacional.
Una vez, entre 1993 y 1994, me encontré a Olac en el centro histórico de la CDMX con dos de sus colaboradores más cercanos: Germán Álvarez Mendiola y Miguel Ángel Casillas. Después, a finales de los 90´s o a inicios de los 2000, nuevamente nos saludamos, con gusto, durante una conferencia que Olac impartió, en Querétaro, con docentes y directivos de educación secundaria.
En 2017 escribí esto sobre una de las obras de Olac: “En su libro ‘Educación y Política en México’ (1), el Maestro Olac Fuentes Molinar usó, en 1979, un concepto descriptivo y analítico que hoy cobra vigencia en la reflexión sobre el ejercicio del poder público: la “tecnocracia política”. Pero ¿qué significado tiene esa categoría en la interpretación de los actos y los procesos políticos actuales? ¿Cómo asociarla con las condiciones de las políticas públicas actuales en Educación?
Dicho concepto describe y permite entender, hoy en día, la emergencia de una subclase, -la llamada “tecnocracia política”-, dentro del universo más amplio que representa a la clase política nativa, en el contexto socio histórico específico de las formaciones políticas en México.” (ver “Tecnocracia política y Educación”, SDP Noticias, 6 de diciembre, 2017).
Al referirse a su participación como académico en la prensa escrita, el Maestro Olac afirmó lo siguiente en su libro “Educación y Política en México” (1993): “Tratar de ser periodista, de comunicar llanamente y con calor exigió el rompimiento, así fuera parcial, con el uso academicista según el cual uno escribe para el consumo de sus colegas y la mayor gloria personal y, frecuentemente, ajustándose a la máxima que acuñó Renato Leduc: el prestigio de un autor está en razón directa al cuadrado de su oscuridad.”
Me dio mucho gusto saber, hace dos semanas, que la Universidad Veracruzana organizó una sesión especial de homenaje a Olac, y que en ese acto se presentó un libro (una especie de recuperación y selección de sus textos) sobre su obra. El libro lleva por título: “El desarrollo de la educación superior en México y las políticas públicas” (2023), sobre el que ya habrá oportunidad de comentar en este espacio.
Como lo he reconocido en diferentes foros o espacios públicos, la obra fuentesmolinariana me ha marcado como profesor y como colaborador en la prensa escrita, y sé que ha dejado huella en muchas y muchos colegas que trabajan tanto en el ámbito magisterial como de la academia y la investigación educativa.
Por ello, no tengo más que agradecer y reconocer a Olac por sus enseñanzas; por la profundidad de sus opiniones y el rigor crítico (y fino) de sus textos.
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