La noche de Iguala. Muerte y violencia. El México bárbaro que desató los demonios. El narco que domina desde hace tiempo esa región mostró su cara más brutal. Cacería humana, detenciones, errores y al final, el silencio, el maldito silenció y la ausencia de 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa.
Siete años han transcurrido desde aquella noche y madrugada de pesadilla. La angustia sigue. La llama de la esperanza aún arde en los ojos cansados de los padres de familia. Una de las preocupaciones más común para una madre es saber el paradero de sus hijos. Imaginemos la angustia después de siete años. Primero, fue la posibilidad, aunque fuera remota, de encontrarlos vivos, heridos o quizá detenidos, pero ante el paso inexorable del tiempo, se buscan los restos; algo que a través de la ciencia de certeza, serenidad al alma o por lo menos un lugar donde rezar, llorar y pedir por su eterno descanso.
En este tiempo, la mayor parte de la evidencia y pistas que podría llevar al paradero de los normalistas desapareció. Alguna de manera natural, otra fue destruida o manipulada para ocultar la verdad. Veintiún personas relacionadas con la investigación han muerto y ninguno de los detenidos por este caso ha podido aportar testimonios para encontrarlos, pero aún así las investigaciones deben continuar.
El compromiso de Andrés Manuel López Obrador con los padres de los 43 normalistas es real. Le creo al Presidente cuando habla de que hará todo lo que esté a su alcance para encontrarlos, pero la voluntad y el poder político tiene límites.
El Presidente encargó a Alejandro Encinas, subsecretario de Gobernación, una de las tareas más complicadas e importantes de su gobierno: encontrar a los normalistas. ¿Qué se ha logrado en estos tres años? Demostrar que la llamada “verdad histórica” fue una enorme mentira, construida desde el poder con la participación de personajes siniestros como Tomás Zerón, ahora refugiado en Tierra Santa y se han identificado los restos de otros dos estudiantes.
Por supuesto que se debe investigar, procesar y castigar a los que distorsionaron la verdad, a los que mintieron, a los que engañaron a familiares y a la sociedad, pero lo importante al fin de cuentas es dar certeza a los padres sobre el paradero de sus hijos, sea cual sea el resultado y castigar a los responsables. Veo en el rostro de Encinas las huellas de largas jornadas de trabajo; también la determinación de seguir adelante.
Las primeras marchas y manifestaciones de apoyo a los padres de los normalistas era enormes, de impacto internacional. Poco a poco han disminuido. Se han hecho sendos reportajes, películas y documentales, que no aportan nuevos elementos, pero sí mantienen el tema en la agenda nacional. Los padres de los normalistas saben que cuentan con el apoyo del Presidente, que si existe alguna posibilidad de llegar a la verdad es en este gobierno, después el destino es incierto. Desde hace tiempo saben que se trata de buscar en el olvido a su seres queridos. La política es de bronce.
Onel Ortíz Fragoso I Twitter: @onelortiz