Me ocuparé aquí de cuatro de las seis predicciones de Rafael El Fisgón Barajas y añadiré una de mi propia bola de cristal. En mi augurio haré un poco de trampa porque ya empezó a cumplirse, tal como se demuestra en los artículos de este lunes primero de enero de 2024 de Denise Dresser y Jesús Silva-Herzog Márquez, en Reforma. Como el monero Barajas no había leído a estas personas, no afirmaré que hizo trampa, pero sin duda su sexta predicción ya se cumplió.

  • 1º predicción de El Fisgón: Claudio X. González —y con este toda la derecha mexicana— recurrirá a la vieja campaña de desprestigio contra AMLO, la del peligro para México. No lo dice el señor Barajas, pero supongo que estará de acuerdo conmigo en que el peligro seguirá siendo Andrés Manuel, pero ahora acompañado de la peligrosísima, por su posición en las encuestas, Claudia Sheinbaum. Si la elección mexicana fuera un casino, sería una apuesta segura esa de que la oposición tratará de asustar con el peligro para México. En el PRI y el PAN la creatividad les da nada más para sembrar miedo y odio.
  • 2º predicción de El Fisgón: La derecha se creerá sus mentiras. La vieja estrategia denunciada por Sor Juana en el siglo XVII: la de primero inventar el coco y luego tenerle miedo. Otra apuesta segura.
  • 5º predicción de El Fisgón: “Poco antes de la elección, encuestas dirán que Xóchitl ya rebasó”. Eso hizo la derecha antes del fraude electoral de 2006: sus operadores difundieron una encuesta falsa de GEA/ISA, según la cual Felipe Calderón había superado en las mediciones de preferencias electorales a Andrés Manuel López Obrador. Tal mentira no era verdad, diría el dueño de Milenio, Pancho González, pero justificó el mayor robo de votos de la historia. El PRI y el PAN repetirán la fórmula, pero creo que fracasarán ya que en 2024, a diferencia de lo que ocurrió hace casi 20 años, los viejos partidos autoritarios no controlan ni al árbitro ni a los tribunales electorales. Además, con tantas encuestas claramente a favor de Morena, no será creíble que dos o tres marca patito de pronto del ventajas a la oposición.
  • 6º predicción de El Fisgón: “El PRI y el PAN dirán que hubo elección de Estado”. En realidad, ya lo dicen. De eso tratan los artículos de Denise Dresser y Jesús Silva-Herzog Márquez.
  • 1º predicción propia: La comentocracia que desea destruir a la 4T caerá en fuertes contradicciones al decir —tal como apunta Dresser este lunes primero de enero— que existen al mismo tiempo una elección de Estado y condiciones para vencer al partido en el gobierno.

Lo bueno y lo feo de Denise; las mentiras de Silva-Herzog Márquez

En Reforma, Denise Dresser habla de lo bueno, lo malo y lo feo de 2024.

¿Qué es lo bueno para doña Denise? Que existe en México “una condición esencial de la democracia”. A esta condición ella la llama incertidumbre, aunque en realidad su nombre correcto es competencia.

La propia Dresser está de acuerdo conmigo al afirmar que una prueba de que existe la condición esencial de la democracia radica en el hecho de que “aun con la ventaja de Claudia Sheinbaum, y los errores de la coalición opositora, habrá competencia para ese puesto (la presidencia de México), y mucho más en contienda”.

Si lo bueno de 2024 es que habrá competencia electoral — condición esencial de la democracia—, entonces Denise Dresser se contradice a sí misma, ¡¡¡y en el mismo artículo!!!, al afirmar que lo feo del año nuevo será “una elección de Estado”.

Las columnas más leídas de hoy

Jesús Silva-Herzog Márquez no se contradice, pero miente. Este articulista, a diferencia de Dresser, no sostiene la terrible contradicción de que hay competencia democrática en una elección de Estado.

Para Silva-Herzog la elección de estado es una realidad, y ya. Pero justifica su afirmación con una gran mentira: que AMLO “ha notificado de muchas maneras que no pretende respetar las reglas del juego democrático”.

No he visto a Andrés Manuel notificar semejante insensatez ni una sola vez. Creo que, más bien, el presidente López Obrador se compromete con la democracia cada vez que toca el tema. Otra cosa es que Silva-Herzog Márquez no le crea. Si él fuera un analista riguroso debería decirlo más o menos con las siguientes palabras: “AMLO notifica que es demócrata, pero por una cantidad de razones no le creo. Es su palabra contra la mía. La gente que me lea decidirá quién dice la verdad, si el presidente o yo”.

Palabras que hacen cosas

Tantas mentiras y contradicciones sobre la elección presidencial me han llevado a pensar en el título de un viejo libro, Cómo hacer cosas con palabras, de John Langshaw Austin. No voy a analizar esta obra desde una perspectiva filosófica. No lo haré simple y sencillamente porque no estoy capacitado para ello. Quien quiera entender las tesis de tal pensador encontrará en internet numerosos análisis interesantes, como uno de Silvia Gutiérrez Vidrio que puede ser consultado aquí.

En efecto, después de leer las mentiras de Silva-Herzog Márquez recordé el título de ese libro que alguna vez, hace más de 40 años, me puse a hojear, si no recuerdo mal en la biblioteca del Tecnológico de Monterrey. Nunca olvidé eso de “palabras que hacen cosas”.

Para no caer en inexactitudes busqué en internet artículos sobre el libro de John Austin y hallé el ensayo citado de Silvia Gutiérrez Vidrio y otro, aunque no precisamente sobre Austin, del chileno Carlos Pérez López, titulado “El lenguaje de las predicciones en la historia. Entre ciencia y vaticinio”.

Pérez López menciona de pasada a John Austin, pero se enfoca más en un trabajo de Humberto Giannini, “Anotaciones acerca del lenguaje de la predicción”.

No es novedad para nadie decir que hay predicciones que se realizan con la intención de “alterar, modificar o producir la realidad a la cual refieren”. Y es en este punto que el estudioso chileno se refiere a Austin: palabras que pretenden hacer cosas, palabras que buscan producir hechos, tesis que relaciona con las “proposiciones de interés social” o la famosa profecía auto-cumplida basada en “enunciados falsos sobre el futuro capaces de suscitar comportamientos que terminan por convertir en verdad el enunciado”.

Es la esperanza de la comentocracia de derecha: que sus falsedades se conviertan en verdades que puedan alterar el resultado de la elección presidencial de 2024.

Según entiendo, para que la profecía auto-cumplida tenga al menos pocas posibilidades de modificar la realidad se necesita que el emisor de las mentiras posea un gran prestigio: “La autoridad del emisor es en este caso el prestigio de un experto”.

¿Denise Dresser y Jesús Silva-Herzog Márquez tienen el gran prestigio que se necesita para que sus falsedades o contracciones puedan modificar la realidad? Creo que no. Dresser siempre ha sido más show que ideas, así que ella de ninguna manera es creíble. Silva-Herzog llegó a tener cierto prestigio, pero lo perdió por su fanatismo anti AMLO.

A analistas mayores les ha pasado lo mismo que a Silva-Herzog: pienso en Héctor Aguilar Camín, Enrique Krauze y Jorge Castañeda, quienes han dejado de ser referencia intelectual porque no ocultan que odian a López Obrador.

Las falsedades de la comentocracia no tienen potencia para alterar la realidad, pero a la derecha le sirven para justificar su propagada, con la que pretenden cambiar las encuestas.

Hay un problema en lo anterior, que la derecha no logra resolver: por definición son lo contrario a credibilidad los spots de radio y TV, los videos de redes sociales y las niñerías como los shows de drones.

Contra las palabras, los duros números

El fracaso de la alianza PRI, PAN, PRD en el proceso electoral 2024 no solo se explica por su fallida candidata, Xóchitl Gálvez, sino también —y sobre todo— porque tiene los números muy en contra, tan en contra que no hay palabras con la capacidad de refutarlos.

Como dijo el encuestador Alejandro Moreno en El Financiero, “Las ventajas que se ven hoy a favor de una precandidata presidencial no son ventajas que se hayan visto desde la contienda del año 1994, cuando aún no llegaba la alternancia”. Como bien sabemos, las ventajas nunca vistas favorecen a Claudia Sheinbaum, quien en todas las encuestas supera por amplios márgenes —de hasta 52 puntos porcentuales— a su rival de oposición.

Podrá haber encuestas pagadas por los equipos de las candidatas —como la de México Elige cuyos propietarios participan en el cuarto de guerra de Xóchitl—, pero todas las gana Claudia con facilidad.

No hay palabras, menos aún si expresan mentiras, con capacidad para refutar tantos números generados con metodologías basadas en las matemáticas.