Son grandes las diferencias entre la visión que proyectan para el Partido Acción Nacional los dos aspirantes a la dirigencia y no podemos dejar de pensar que dependiendo de quién gane, habrá o no una verdadera oposición como tanta falta hace.
Tras los últimos cuatro encuentros entre Adriana Dávila y Jorge Romero han quedado varios puntos claros, la vacuidad del proyecto de Romero que son propuestas propias que se presentan como alternativas viables. Bajo la tutela de Max Cortázar, Romero y su equipo se han limitado a seguir la batuta de Adriana, cuyo lema inquebrantable de “democracia” ha resonado con fuerza en la contienda interna del PAN.
Las pruebas sobran
Basta con analizar cuántas veces Romero ha “coincidido” con las ideas de Dávila o cómo, en cada intercambio, insinúa su deseo de integrarla a su equipo en caso de ganar el 10 de noviembre. Sin embargo, detrás de esa invitación, más que una intención de sumar parece buscar la legitimación de una causa.
Romero por sí solo, aún no convence
Mientras Romero anhela respaldo, Adriana se mantiene firme, subrayando que el mejor lugar para él y sus aliados es aquel que ocupan en las listas de privilegio como figuras de la política nacional y local
Los debates y foros
Adriana Dávila ha sabido aprovechar los diversos escenarios para presentar sus denuncias, propuestas y señalamientos, de tal forma que ha obligado a Romero a admitir lo que en realidad representa, su alineación con el esquema de Marko Cortés que tan pobres resultados ha rendido durante sus dos periodos al frente del PAN.
Es simple, sin una figura como Adriana, el proceso interno carecería de sentido, significaría la ausencia de un verdadero enfrentamiento, de alguien que represente una causa que trascienda. La participación de esta valiosa mujer ha logrado que la elección interna del PAN tome relevancia en el contexto político actual. Así lo reconoció López San Martín al abrir uno de estos debates: sin ella, no hay historia.
La voz del panismo
En su lucha, Adriana, ha encontrado el rumbo que los militantes quieren para su partido. Ejemplo de ello son los de Veracruz y el Estado de México que observan de cerca, conscientes de que Adriana les ha dado voz en su lucha por elegir libremente, algo destacable, cuando su rival, Jorge Romero, por incapacidad, falta de tablas políticas o simplemente por “seguir línea” da respuestas evasivas.
Panistas o no, quienes deseamos que en México exista una oposición real, con agenda y que de voz a quienes buscamos un país muy diferente al proyecto que el gobierno de la Cuarta Transformación está delineando, sabemos que lo que en esta elección se juega es mucho más que un liderazgo, es la voz que nos represente en momentos clave, de ahí que la elección de los panistas resulte tan relevante.
Democracia vs voto corporativo
Por un lado está la validación de una democracia interna contra un voto corporativo impulsado por las maquinarias de políticos como los Yunes y el apoyo tácito de Cortés.
Resulta una ironía, que días antes de que se consolidara la traición del personaje que llegó al Senado por la intervención del dirigente actual, de acuerdo con lo que el propio Cortés admitió en tribuna, cuando Yunes otorgó el voto decisivo que permitió la aprobación de la reforma al poder judicial, Jorge Romero compartió una foto junto al indeseable Yunes, donde el político lo promovía como el próximo líder del PAN.
Mucho qué pensar de la clase de personajes y compromisos que representa Romero. “Nunca negaré mi amistad”, argumentó, dejando muy clara su posición, pero en México, una afirmación como esta no es trivial; denota un compromiso en el que la línea entre lo personal y lo político se difumina.
El rumbo del PAN
El panista ha carecido de brújula, limitándose a proponer una “reforma estatutaria” de la que poco parece saber o importarle, salvo que figura en la agenda de Anaya.
Por otro lado, para Adriana y los destacados exgobernadores que la apoyan, el verdadero problema no es el estatuto, sino su incumplimiento. El lema de Romero de “unir, renovar y ganar” resuena hueco, más cuando se examinan los nombres que componensu equipo. El cambio que promete parece ser solo una fachada para perpetuar el status quo del grupo que al que representa.
Adriana Dávila ha logrado posicionarse como el centro del debate en Acción Nacional. Sin ella, Romero es apenas la sombra de los seis años de liderazgo de Cortés: gris y sin sustancia.
Más allá de lo que representa para los panistas el relevo de la dirigencia, aquí cabe señalar la importancia de que en México exista una verdadera oposición, que proponga, que disienta, que ejerza la crítica cabal y con sentido, que sepa y quiera actuar como contrapeso ni cola que le pisen y ese proyecto es el que representa Adriana Dávila.
X: @diaz_manuel