¿Recuerdan, estimados lectores, cuándo en los albores de la campaña electoral del 2018 algunos opinadores de derecha exigían, de forma demencial, la aparición de un “Macron mexicano”? Del politiquillo que intentaron presentar como la versión blanqueada, pulcra, buenaondita, nada naca, en contraparte al “populista macuspano” nadie se acuerda. Pero el “Macrón francés”, el banquero  metido a político de derechas, tiene su país hecho un desastre.

Emmanuel Macron recurrió al artículo 49-3 de la constitución francesa, que debería ser utilizado únicamente en situaciones extremas (léase: guerra) (y si es una guerra. Guerra de clases), misma que no estaba prevista para un tema como una reforma, o anti reforma de pensiones. El banquero Macron no cobra más impuestos a los ricos que han acaparado cada vez más durante su gobierno. Obliga a los pobres y las clases trabajadoras a laborar dos años más, al tiempo que aparece con relojes de lujo en programas de televisión.

Así, a escasos 9 votos de ser destituido y con un patético 28% de aprobación, Macron continúa la destrucción del estado de bienestar de su país. Mientras tanto, varios millones de franceses tienen decenas de ciudades de su país en llamas. Se les han sumado bomberos y trabajadores sanitarios, quienes se han negado a recoger la basura hasta que se revierta la medida.

Apenas el año pasado, el racista encargado de relaciones exteriores de la Unión Europea, Josep Borrell, señalaba que “Europa es un jardín y el resto del mundo era una jungla”. Pues bueno, ahora el “jardín” tiene anaqueles vacíos, basura en las calles y negocios cerrados por los altos costos de la energía eléctrica.

Si quieren ver una imagen del futuro cada vez más lúgubre de los países en la órbita de los Estados Unidos y su fallido proyecto neoliberal, no hay más que voltear a Francia. La pregunta es: ¿lograrán los franceses una nueva “toma de la bastilla” o se verán obligados a seguir tragando el “jarabe amargo” ordenado por los ricos y su empleado Macron?