“Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo”

Juan Rulfo

La esencia del abandono y el abuso masculino que encierra al mítico personaje de la primera novela de Juan Rulfo logra percibirse en la primera adaptación al cine con la dirección de Rodrigo Prieto. Lejos de los misterios casi paranormales que la película destaca, el Comala fantasmal de una época plagada de desigualdades se retrata con una mirada hipersexualizada:  Desde escenas en que la animación digital destroza analogías y abstracciones de la versión literaria hasta momentos fílmicos que abordan la desnudez con mirada artística pero masculina.

Lo rescatable es la precisión con la que Comala logra retratarse como un espacio que desafía el tiempo y el espacio, en el que no se distinguen los planos terrenales del “gentío de ánimas” en ese mundo espiritual paralelo que cohabita entre dimensiones, propio del pueblo fantasmal de la versión literaria. El complejo reto de llevar a la versión gráfica aquello que solo existe en la imaginación fue cercanamente logrado por los puntos principales de la novela. Podría rescatar que el retrato de Pedro Páramo se acentúa en el diálogo con Doña Eduviges:

- “Yo le pregunté a Pedro Páramo muchos meses después por ella. ¿De que vivirá, le preguntaba yo? Él decía: ‘qué Dios los asista’.

En nuestro país, todos conocemos al menos a un hijo de un tal Pedro Páramo. La metáfora fantasmagórica de aquellos seres trasciende al arte para instalarse en la realidad. Seres que viven en espíritu porque sus hijos son prueba viviente de su existencia, aunque la cotidianidad esté tan sólo repleta de invocaciones inexactas de alguien desconocido.

La obra Pedro Páramo evoca algo más profundo. Entre los que no trascendieron viven las historias que los entornos cuentan a los tantísimos “Juanes Preciado”. Esos hijos que construyen ideas sobre un padre a partir de lo que otros cuentan. Retratos incompletos que acumulan las proyecciones y anhelos de aquello que resuelve las incógnitas existenciales para quienes solamente tuvieron madre.

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Con una gran escenografía, vestuario y un maquillaje excepcional, diría que los contrastes grisáceos entre realidad e inframundo crean un ambiente bien logrado. El contexto político enmarca discretamente al México revolucionario de los abusos de hacendados y cacicazgos, del poder decadente de una iglesia acechada, así como de la estereotipada versión acerca de los que se levantaban, no como idealistas sino como ignorantes que iban asaltando y robando las tierras.

Vale la pena disfrutar del combo completo. Releer a Juan Rulfo para construir o reconstruir las narrativas completas de la novela original, mirar la película después.

Entonces, solo entonces, mirar en perspectiva aquello que pretendió retratar la venganza de las mujeres maltratadas y asaltadas sexualmente por Pedro Páramo. Aquello que definitivamente quedó manchado por el foco sexualizado de la furia, como en aquella escena de la mujer desnuda y sugerente que se vuelve lodo por el dolor que carga. Sin más spoilers, los susurros podrán ser mejor escuchados por usted, amable lector.