En el contexto de la antesala de la guerra -siendo que algunos todavía no quieren catalogar como tal el ataque emprendido el jueves 24 de febrero por Rusia en contra de Ucrania-, no es ocioso revisar cómo está parado nuestro país en materia diplomática frente a este conflicto que de ninguna manera nos es ajeno, y aún más, siendo que la ubicación geográfica de nuestro territorio podría ser de alta relevancia en el supuesto de que el vecino del norte, los Estados Unidos de América, decidan involucrarse de manera formal a través de su ejército con las repercusiones que ello traería de forma directa a nuestra nación. De hecho, ya la embajadora de Ucrania en México, Oksana Dramaretsha, colocó en serios aprietos al Secretario de Relaciones Exteriores (SRE), Marcelo Ebrard, al pedir a nuestro país una expresión de condena a la ofensiva militar rusa, sin encontrar respuesta.
“Necesitamos una declaración en la que condene la agresión rusa. De México esperamos una posición clara”, dijo la diplomática frente a medios de comunicación.
Pero a pesar de ser México la tierra de “los abrazos no balazos”, no se pronunció tal condena a la agresión perpetrada por los rusos.
No solo la diplomática ucraniana exigió una posición más clara y contundente de México hacia el gobierno de Vladimir Putin, también la embajadora eminente, Martha Bárcena, se quedó esperando esa postura enérgica de nuestra nación.
A través de su cuenta de Twitter, el canciller señaló: “México rechaza el uso de la fuerza, reitera su llamado a una salida política al conflicto en Ucrania y respalda al Secretario General de la ONU en pro de la paz. Trabajamos con otros países para encontrar un espacio de diálogo”.
En la misma publicación, Bárcena le planteó: “México debe CONDENAR no solo rechazar. Aquí no se buscan espacios de diálogo. Se exige el respeto a las normas del derecho internacional. Buscar espacios de diálogo era la expresión favorita del sexenio pasado”. En otra publicación la embajadora agregó: “La gran arma de la diplomacia mexicana ha sido siempre su apego al derecho internacional”.
En dos tuits más, la diplomática, dejó ver su malestar al opinar: “México siempre se ha apegado al principio de la no intervención, lo que Rusia acaba de hacer es romper ese principio”.
“Hay quienes confunden cobardía con diplomacia. Una diplomacia efectiva es valiente y arriesgada. Apegada al derecho internacional”, sentenció.
Ya se verá en próximos días si fue atinada o no la postura de México en este conflicto armado al no condenar la intervención rusa y privilegiar el diálogo, que parece ser una posición al menos más digna que la asumida por mandatarios de Venezuela, Cuba y Nicaragua, que expresaron su abierto respaldo a los rusos.
Se habrá que revisar de igual forma, el desempeño del embajador de nuestro país ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Juan Ramón de la Fuente, y de la embajadora de México en Ucrania, Olga García Guillen, de quien hasta donde se tiene conocimiento, se ha mantenido en contacto con los 225 connacionales que residen en Ucrania y ha apoyado a los que han solicitado ser evacuados.
Lo que no se puede perder de vista, es lo que parece ser otro frente abierto por parte de la diplomacia mexicana, en este caso con los Estados Unidos. Y no se debe tomar como un asunto menor, siendo que justo en la antesala de una guerra, en una misma semana tres senadores estadounidenses y el Secretario de Estado del gobierno de Joe Biden, se distrajeran de un tema de máxima trascendencia mundial, para expresar preocupación por lo que ocurre de este lado de la frontera.
Antony Blinken, el número dos en el gobierno de La Casa Blanca, se manifestó preocupado por la violencia dirigida a los periodistas mexicanos.
“Me uno a quienes piden mayor responsabilidad y protección para los periodistas mexicanos. Mi corazón está con los seres queridos de aquellos que dieron su vida por la verdad”, apuntó Blinken.
“Debe estar mal informado, porque de lo contrario, estaría actuando de mala fe”, contestó inmediatamente el presidente Andrés Manuel López Obrador, a los señalamientos del funcionario del país vecino.
Pero en Washington no se quedaron callados, pues Jen Psaki, su vocera, le afirmó al presidente AMLO y a su gobierno que Antony Blinken estaba hablando con hechos.
Marcelo Ebrard por su parte, contestó con tono duro mediante una misiva dirigida a la Casa Blanca, utilizando frases como:
“Nosotros sólo le rendimos cuentas a los mexicanos...”, así como interfiriendo que los asesinatos de los Periodistas se habrían cometido con las armas que llegan de su país.
El Penacho de Moctezuma, es otro asunto que no debiera ser tema en el contexto de lo importante que se mueve a nivel internacional, pero el presidente López Obrador y Marcelo -siguiéndole el juego-, decidieron revivir el tema y poner en la palestra que la visita de la esposa del presidente a Austria no se desarrolló en buenos términos, y que seguirán insistiendo para que el mencionado artículo regrese a México.
Ya en días pasados, se estuvo cerca de generar un conflicto con España cuando al mandatario mexicano se le ocurrió proponer “una pausa” en las relaciones con aquella nación; situación que no pasó a mayores gracias a que en la Madre Patria asumieron se trataba de una cortina de humo de López Obrador para salir al paso de un problema doméstico derivado de la presunta corrupción en que habría incurrido su hijo mayor José Ramón López Beltrán.
Pero también está lo ocurrido con los nombramientos de cónsules y embajadores, que derivaron en un conflicto con Panamá y a punto de otro también con España. Sin olvidar lo sucedido con la mexicana en Qatar, Paola Shieteckat, quien se encuentra en medio de un problema jurídico en aquel país, producto del mal desempeño del cónsul Luis Ancona, quien actualmente ostenta ese cargo en Bolivia.
Hasta hace poco, México había sido históricamente un país con una muy bien catalogada y reconocida solvente política internacional; la Doctrina Estrada que es el planteamiento de la no intervención en cuanto a asuntos internos de otras naciones, generalmente había permeado adecuadamente a lo largo de los años.
Salvo algunos breves lapsos de altibajos la labor había sido buena a pesar o incluso más allá de la calificación que pueda tener o haber tenido el régimen presidencial en turno que hoy se tambalea.
Se reconoce trayectoria importante de quienes han hecho carrera en el Servicio Exterior Mexicano que han ocupado cargos importantes en la estructura administrativa jerárquica, de mando, desde direcciones generales, especiales, subsecretarías o ser embajadores en países con los que México tiene relación de capital importancia también se cuentan.
Hay una historia importante de tradición, de prestigio, del Instituto Matías Romero en estudios diplomáticos del cual han surgido cónsules generales, embajadores de carrera y otros funcionarios del servicio, sin dejar de establecer que también no ha sido extraño sino acostumbrado el que el presidente en turno con el auxilio del canciller correspondiente y muchas veces en búsqueda de equilibrios internos pero procurando que el efecto también sea positivo en lo externo, han enviado a embajadores a países clave a importantes políticos que no tienen la carrera en el Servicio Exterior y no son especialistas pero por otro lado tienen las credenciales que les da la experiencia, la formación, la capacidad, la posibilidad de hacer un buen trabajo y lo han hecho bien.
Ejemplos se dan como el caso de Mario Moya Palencia, quien empezó como embajador designado y decidió llevar a cabo toda una carrera para convertirse en embajador formalmente egresado del servicio. Otros que han hecho un trabajo importante incluso de diversas ideologías a veces distinta a la del gobierno en turno recordando por ejemplo a Ricardo Pascoe Pierce, Ignacio Castillo Mena, Raymundo Rivapalacio, Guillermo Cosío Vidaurri, Beatriz Paredes Rangel, Mariano Palacios Alcocer, Rodolfo Echeverría Ruiz, incluso Francisco Labastida Ochoa, que sin dudas aún pudiendo ser polémicos por la forma de su designación su trabajo realizado a favor del país desde el exterior tiene una buena aceptación.
Podemos hablar también de los Secretarios de exterior que han sido también políticos y que han sido de alguna manera improvisados en el cargo; algunos no lo han hecho tan mal; otros simplemente han pasado sin pena ni gloria y uno que otro ha resbalado: Luís Videgaray, desempeñó una labor muy gris; José Antonio Meade, un tanto improvisado; Claudia Ruiz Massieu, con una actuación mediocre; Jorge Castañeda, medianamente cumplidor; y Manuel Tello, con muy buen desempeño. También se destaca la labor de algunos de los históricos de carera como Emilio Rabasa, Patricia Espinoza, Porfirio Muñoz Ledo, y Fernando Solana que lo hizo bien como canciller, entre otros.
Existen pues diplomáticos que han dejado huella, y otros que han pasado sin pena ni gloria.
Pero en el contexto que se vive en este momento, sin duda los actuales están colocados en la palestra y sus actuaciones y decisiones definitivamente tendrán una repercusión que irá directamente a las páginas de la historia. Ojalá su desempeño sea adecuado y su labor a la altura de las circunstancias por el bien de ellos, pero primigeniamente por el bien de México.
Salvador Cosío Gaona en Twitter: @salvadorcosio1
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