Andrés Manuel López Obrador de siempre ha sido un político singular. Su persistencia y consistencia como opositor significó que fuera la opción natural ante la debacle del gobierno de Peña Nieto. Como presidente resolvió continuar en campaña y desde la presidencia ser un mandatario militante ajeno a la institucionalidad propia del Jefe de Estado y gobernante para todos. Desde la perspectiva de la civilidad democrática y de la tradición de la izquierda es inaceptable el empoderamiento de las Fuerzas Armadas. Su caso no único, pertenece a una corriente global llamada populismo. No existe precedente de un gobierno populista exitoso; de hecho, el de México es de los menos malos. Difícil de creer, pero hay peores.

México en Nuevo León incuba su caso extremo en Samuel García, gobernador de Movimiento Ciudadano y cachorro promovido y alentado por dos veteranos de la política, el propio López Obrador y Dante Delgado. Ninguno demócrata, como sus trayectorias constatan, y todavía más sus decisiones de poder. Intolerantes, propensos a la manipulación y en total desapego a los valores propios de la democracia por su verticalismo y soberbia moral. Son autoritarios, pero están lejos de abrazar al fascismo; los populismos tienen propensión al totalitarismo, pero sin igualarse. El exterminio del adversario y la violencia no son lo suyo. Someten, pero no aniquilan.

La criatura del populismo es muy afín al fascismo. El intento de Samuel García de frenar al Congreso local mediante la violencia es ejemplo. También el uso indiscriminado de los recursos de poder, como la policía y la justicia penal para doblar adversarios e incluso independientes. Su interpelación para eliminar a sus competidores no es menor. El fascismo, al igual que el populismo, inventa a sus enemigos volviéndolos causa pública. La diferencia es que aquél pretende eliminarlos, éste arrinconarlos y desacreditarlos. Ambos alientan los peores sentimientos en la sociedad y pueden llegar a ser populares en extremo. Un dato debe estar presente, además del entusiasmo que suelen causar, llegan al poder a través de los votos invocando el rencor social o nacional. Así fueron los populistas Trump, Bolsonaro, Viktor Orban, Boris Johnson o López Obrador; pero también los fascistas como Mussolini, Hitler, Ortega, Bukele, Milei y, en ciernes, Samuel. Pertinente la obra de Federico Finchelstein, Del Fascismo al Populismo en la Historia.

La ostensible vulgaridad de Samuel impide ver en el prisma del análisis convencional lo que ocurre e inicia. Se le desprecia y subestima. Mayor agudeza la del poeta Javier Sicilia, en su colaboración Samuel y lo Monstruoso en Proceso del 8 de diciembre. La ingenuidad política de sus promotores no midió la amenaza porque no entienden a la nueva generación que viene.

Samuel entiende la lógica del poder. Sus decisiones tienen rigurosa la claridad. Va por el 2030 y, tempranamente, elimina el mayor obstáculo, Luis Donaldo Colosio, a quien envía de legislador e impone a MC la candidatura de su esposa en Monterrey. Las posibilidades de arrollar en 2024 están a la vista, ganará Monterrey y muchos distritos locales. Colosio participará, sin pretenderlo, de la aventura totalitaria desde el Senado, donde se perderá en la intrascendencia. Está dibujado. En 2027 Mariana al gobierno del Estado y Samuel iniciando su adelantada campaña por la presidencia. El proyecto totalitario en cultivo es de la ultraderecha; su abono, el descrédito de la política convencional, incluyendo a Dante y López Obrador; su aval social, los votos; su vehículo, lo más pueril de la comunicación a través de las redes sociales, y de ganar Trump, será su escudo y plataforma.

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Por la polarización, la violencia extrema y la globalización de los valores, la sociedad perdió sentido de alerta. Antes, el celo nacional propiciaba la desconfianza al vecino del norte; también estaba presente la reserva colectiva a la ultraderecha, hasta leyendas urbanas se construyeron. El fascismo remitía más al prejuicio e imaginación que a la realidad. Con Samuel esto cambió y ante las previsibles dificultades del gobierno que iniciará en 2024, gane quien gane y la ausencia de López Obrador como factor de cohesión nacional, la seducción totalitaria estará a la vuelta de la esquina.

Dos veteranos de la política le dieron acta de nacimiento y legitimidad. Además, el aspiracionismo que invoca la candidata opositora, tendrá su mejor cauce en las imaginarias realizaciones, sugerentes formas y eficaz persuasión de la pareja regia. El fascismo ha nacido. Un llamado de atención a quienes ahora están empecinados en minar la institucionalidad democrática pensado que les favorece.