La propuesta del Plan México que presentó la presidenta Claudia Sheinbaum tiene el atractivo sentimiento de recuperar la soberanía nacional, la justicia e igualdad a través del control de la producción y de los recursos naturales para el Estado, es decir, que el Estado recupere la rectoría del Estado.
Suena muy bien, pero la realidad es que estamos volviendo a caer en el discurso demagógico y sin sustancia.
Justo lo contrario
Lamentablemente es una propuesta que pone a la deriva a México, debilita la soberanía y genera mayor desigualdad, polarización y confrontación en la sociedad.
México ya caminó ese sendero del control monopólico de los medios de producción y el control autoritario de la economía y la producción. Los resultados fueron tan nefastos como una crisis brutal de la economía, crisis de gobernabilidad, carestía y dependencia del exterior, no solo en los bienes y servicios sino en recursos financieros y educación, la nación perdió personas calificadas, hubo retraso tecnológico y fuga de cerebros, y el sector salud mucho más cercano al de Haití que al de Dinamarca.
Si vamos por ese camino, la dependencia se volverá la característica y quedaremos a merced de los intereses extranjeros que, como en el pasado, condicionarán su apoyo a cambio de la entrega del control gubernamental.
Ya lo vivimos con Luis Echeverría, López Portillo y Carlos Salinas de Gortari.
No se puede olvidar que en esas épocas, con el mismo discurso populista se promovía la rectoría del Estado y recuperar la soberanía nacional, pero el gobierno de México empezó a convertirse en el mayor empresario del país, no solo con el sector energético con Pemex y CFE, también se hizo de la banca y de actividades agro industriales, actividades económicas industriales relevantes y conciliar con la misma clase empresarial oligarca que siempre ha tenido el control de los medios de producción del país.
Se permitieron monopolios en ciertos servicios trascendentales como la telefonía que se le entregó a Carlos Slim, en televisión primero se hicieron de su canal y luego se lo dejaron a Ricardo Salinas, los derivados del petróleo fueron entregados a personajes como Germán Larrea y Agustín Franco; los proveedores de Pemex y CFE generaron monopolios como los derivados de Carlos Peralta y su socio Raúl Salinas y algunos otros oligarcas de siempre.
En la industria alimentaria, desde épocas de Echeverría y hasta Salinas, algunas familias controlaban los monopolios, como el padre de la asesora de la presidenta, Altagracia Gómez, Raymundo Gómez Flores, un empresario que creó el conglomerado alimentario, Minsa, que quebró y robó todo lo que quiso en Dina; otro fue Roberto González, quien se unió a la familia que controlaba todo el tema de la agroindustria, la familia Hank.
López Portillo nacionalizó y llevó a la quiebra a las principales instituciones bancarias; Salinas simuló una privatización para entregar la banca a todos sus cuates, Madariaga, Ángel Isidoro (El Divino), Carlos Cabal Peniche, Lankenau, los Mariscal con sus operadores Carlos Buen Tello y sus hermanos, quienes ahora son amigos y socios de los hijos de AMLO. Curiosamente, todos estos personajes recuperaron su posición con la llegada de AMLO y su 4T.
El Plan
La propuesta de Claudia habla de recuperar la confianza en el sector privado, pero anuló la competencia y el Estado de derecho. El Plan dice que para 2030, desde los 32 mil MDD actuales, piensan atraer 100 mil MDD anuales de inversión extranjera.
Sin embargo, en los foros del Plan Nacional de Desarrollo se dice todo lo contrario. Se habla de la importancia de la participación privada, pero se subraya la importancia del control monopólico del Estado, sin establecer reglas ni incentivos para la participación privada en un marco de competencia y eficiencia, solamente se favorece a las grandes empresas “nacionales” propiedad de los oligarcas.
Nuevamente se olvidaron de la pequeña y mediana empresa y de los sectores innovadores y emprendedores, y para la Inversión Extranjera Directa no existen reglas ni condiciones de certeza jurídica.
Los foros del Plan Nacional de Desarrollo son un artilugio para justificar e imponer.
Los titulares de las dependencias van con un discurso preestablecido que parece copy-paste, por ejemplo, en Mérida, la titular de Semarnar se fue contra el neoliberalismo y la iniciativa privada y la titular de energía en Tampico expresó exactamente lo mismo. Es decir, hay un diálogo de sordos digno de un gobierno autoritario.
El estado de las cosas solo parece agravar la situación del país. Compromete la soberanía, la estabilidad y el desarrollo, polariza a la sociedad y genera mayor pobreza y desigualdad.
Hasta ahora, todas las señales indican que este gobierno se encuentra subordinado a AMLO y los duros de Morena, y claro la oligarquía.
X: @diaz_manuel