Y no, no lo estoy decretando, ni tampoco estoy escribiéndole aquí para aventarle porras. Me refiero a que el comportamiento de muchos mexicanos con respecto a los políticos es predecible, pero a la vez no deja de ser sorprendente y cada vez más abrumador y preocupante.
El que yo esté casi segura de que Mariana puede ganar la candidatura para alcaldesa de Monterrey por Movimiento Ciudadano se debe a que en la sociedad mexicana hay pocos o no hay ningún político que admirar.
No creo que esto sea exclusivo de la comunidad regia.
Pienso que los mexicanos todos en general, estamos ávidos de encontrar héroes que nos inspiren, que conecten con nosotros, necesitamos con urgencia sentir que podemos aplaudirle a alguien a rabiar, aunque haga las cosas muy mal.
Sin agraviar a las y los fans de Luis Miguel (yo soy uno de ellos) no podemos cegarnos ante la realidad de las cosas: Luis Miguel ya no canta como antes. Ya no puede cantar pues.
Sin embargo, llenó todos los estadios y escenarios donde se ha presentado. Más de 100 fechas programadas de conciertos abarrotadas.
Los comentarios de la gente son diversos pero lamentables: “ya no canta, pero se le perdona todo, es que se mueve increíble, es guapísimo, me encantan sus canciones” sí, sí…. Todo muy bien, pero él es cantante: él lo que tendría que estar haciendo no bien, sino muy bien es cantar.
El costo del boleto no bajaba de 2 mil pesos. Pero eso aceptamos todos. Yo lo acepté, me incluyo, haberme mojado tres horas esperándolo verlo salir a cantar en Querétaro y decidiendo avisarnos que siempre no salía y por un resfrío por tal empapada ya no fui a la fecha que reprogramó para el día siguiente.
Entonces me analizó y pienso en mí y en toda esa gente que aguanta lo inaguantable y aplaude lo que no se debe de aplaudir a quien no se lo merece.
Pienso que nuestra autoestima está por los suelos. Como personas y como mexicanos pensamos que no nos merecemos más. Y entonces por eso tenemos a los políticos que tenemos, y entonces de pronto no es de extrañar que de un día para otro una influencer que tiene un buen enganche con la gente, que realmente es hermosa, y es simpática a la hora de hacer sus “En vivos”, se postule para ser candidata a alcaldesa de Monterrey.
Pero sinceramente, no le veo mayores atributos y habilidades o conocimientos para obtener ese puesto.
Jugar con las emociones de muchos niños y grabarse o dejarse grabar abrazándolos, niños en situación de orfandad y en situación de abandono fue brutalmente ofensivo, pero le sirvió.
Cortarse el cabello estilo italiano para “solidarizarse” con un niño que tenía cáncer y había perdido su cabello por las quimioterapias, pero ella cortándoselo chiquito quedándole un muy buen look, fue ofensivo, pero le funcionó.
Pasear por todos lados y sobreexponer a su hija como si fuera un estandarte de dulzura e inocencia, como si por ello fueran bondadosos y excelentes políticos es brutal, pero le funcionó.
Ponerse unos tenis fosforescentes y hablar de ellos apodándoles “fosfo-fosfo” sin que aportaran nada más con ello, fue absurdo, pero le funcionó.
Evidentemente todo el truco y la mentira estuvieron disfrazados todo el tiempo en la posible candidatura de su esposo Samuel. No iba a ser real, ellos lo sabían, pero el que Mariana se mantuviera a su lado fue un muy buen manejo de marketing. Había que sobreexponer la imagen de Mariana para hacerla alcaldesa. ¿Y cuál era la manera? Pues esa.
Les pregunto yo ¿todo esto que ella ha hecho o tiene la harán saber gobernar un estado tan complejo como Monterrey? Pues no. Pero la gente no tiene salida. Va a votar por ella porque no hay más allá. No conocen a alguien más y sin duda la política se ha vuelto popular: el que es político tiene que ser popular para ser político. Una especie de rockstar.
¿Es posible que a Mariana no le importe saber de política ni tenga idea de cómo gobernar, pero aun así haya aceptado el cargo? Pues a eso se le llama corrupción: cuando aceptas un puesto o una función donde no tienen un gramo de preparación.
Pero quizá ella vio que no era difícil tal cosa.
Vamos, que a su esposo al ser gobernador tampoco Mariana le habrá visto sufrir mucho o trabajar incansablemente hasta no dormir, de tal modo que Mariana habrá pensado: “Ah, sí de eso se trata, yo también le entro”.
Pero no creo que sea un gusto genuino por parte de ella ser alcaldesa, a veces hasta me parece que Samuel la usa.
Ganar la alcaldía de Monterrey es abrirle paso a Samuel para que siga figurando en el escenario político.
Y por supuesto no hay que negar que Mariana le viene a inyectar algo de oxígeno a un agonizante Movimiento Ciudadano. Ya no sabía qué hacer Dante Delgado, su líder para revivirlo. Hasta por poco se ponía a cantar y a bailar para ver si así alguien los volteaba a ver.
Es un partido político totalmente quemado y desacreditado por muchos.
Ya les he compartido aquí mi deseo de conocer Monterrey, no conozco, es increíble yo lo sé, pero pienso que no somos tan distintos unos de otros. Sin embargo, quizá sí, allá son más propensos a caer en fanatismos y adoran con más facilidad a héroes o heroínas de papel. Pero creo que insisto esto pasa ya en todo México.
Insisto, no los juzgo, ¿Quién soy yo para hacerlo?
Nos hace falta sentir que contamos con algún político que de verdad lo sintamos cercano a nosotros. Que no nos mire de arriba a abajo sino de frente.
Mariana es experta en eso, quiero decir, sabe hablarle a la gente, a la cámara, habla y la escuchan. Sí que es un don que muchísimos políticos quisieran tener.
No dudo que, así como Mariana muchos otros influencers, youtubers, cantantes o actores y actrices terminen siendo alcaldes o alcaldesas. Digo, si ya una vez se quiso lanzar el actor Alfredo Adame pero le quitaron la candidatura por golpeador, o si ya tenemos a un Cuauhtémoc Blanco como gobernador (con eso supimos que López Obrador) le va al América, pues al rato hasta Peso Pluma tendrá una alcaldía al ritmo que vamos.
Hay que revisarnos, autoevaluarnos y descubrir que la baja autoestima no solamente nos puede llevar a aceptar parejas que no nos valoran, amistades que no nos quieren, y políticos que no merecemos.
Un buen autoanálisis nos vendría muy bien.
Es cuánto.