“Bien sabe Dios que es más peligrosa la pena que el odio, porque el odio puede destruir lo que odias, pero la pena lo destruye todo.”

MANUEL JABOIS

“Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros.”

GROUCHO MARX

La austeridad republicana del país de los otros datos ha significado que el progresista presidente viva humildemente en un palacio construido exprofeso para los virreyes. Ello al mes nos cuesta a los contribuyentes más de 6 millones de pesos en gastos o, en lo que va de casi cuatro años, ya 280 millones de pesos erogados.

También implica que se hayan despilfarrado más de 770 mil millones de pesos en dos elefantes contaminantes (Tren Maya y Dos Bocas) y en un tercero que ni siquiera el presidente ocupa (AIFA o Santa Lucía).

El mismo que a partir de ayer olvidó la república y sucumbió ante el fervor religioso pregonando pobreza franciscana; el que sirve en sus cenas tamales de chipilín e invita a participar a los empresarios en tómbolas y rifas, en lugar de estar de tiempo completo diseñando propuestas para salir de las diversas crisis que embargan al país.

En lo personal, me preocupa seriamente que si en todo este tiempo no se ha podido revertir el desabasto de medicinas producto de un gobierno de 100% incompetencia, 0% honestidad, ahora con la “pobreza franciscana” todo se vaya a poner más mal. Sí, se puede estar peor…

Por si eso no fuese suficiente, irrita que López Obrador olvide —o haga como que olvida— que México debe ser un Estado laico (empezando por su gobierno) y que, más allá del término, se debiera pensar en función de que los servicios que otorga este no sufran ningún menoscabo.

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Así las cosas, ojalá los recortes que ya se anuncian en breve sirvieran de algo —de lo que sea—, pero todo hace suponer que estamos atestiguando una nueva simulación. Ustedes que tienen la dicha de poder leer y usar el raciocinio (la mayoría de los mexicanos no), escuchen bien lo siguiente: todos esos “ahorros” son migajas comparados a los dispendios que ha hecho, hace y seguramente hará la 4T en todos los ámbitos y órdenes de gobierno. En pocas palabras, se gastan los pesos y se ahorran los centavos… Pero esa es la narrativa “justiciera” que AMLO vende al pueblo.

La propuesta de disminuir los sueldos de los servidores y funcionarios públicos para que no puedan ganar más que López Obrador, esboza a quien no puede resistir haya otras personas con conocimiento, preparación, experiencia superior a la propia (lo que no es difícil).

Desde el púlpito presidencial, el único orador que existe avisó que “la nómina es sagrada” y no se tocará. Poco importa la cantidad de personas que fueron “despedidas” en otros momentos de la administración. En ese entonces la Cuarta Transformación NO consideró sagrada su fuente de ingresos.

Más que un estratega o un líder, López Obrador pareciera una burla de algún ministro de algún credo religioso. El quid es que los problemas de la administración pública no se resuelven con milagros, rezos o promesas lanzadas desde el atril presidencial o austeridades franciscanas. La única forma de salvar al país es trabajar por él y ya sabemos que Andrés Manuel prefiere no hacer eso…

¿Qué se puede esperar de una fábrica de pobres que es incapaz de posponer —cancelar sería mejor— sus caprichos, pero elimina estancias infantiles y escuelas de tiempos completo?

Lo anunciado por López Obrador dará la puntilla al servicio profesional de carrera; la estructura burocrática (en todos sus niveles) que debía de haber mejorado con el paso de los sexenios, solamente ha empeorado.

Mientras seguimos esperando saber cuánto supuestamente ha ahorrado esta administración, valdría la pena calcular las millonarias pérdidas que nos esperan producto de una pobreza franciscana que si por algo se caracteriza es por dejar sin mantenimiento lo que no tendría que pasar un día sin atención. ¡Vaya tiro de gracia a nuestra pobre nación!