El Gobierno de coalición de izquierdas en España vive en el estrés permanente: acaba de arrancar su segundo legislatura con una exigua mayoría en el Congreso, sin control del Senado, que puede retrasar la aprobación de leyes y en algún caso incluso bloquearla; depende de los mismos independentistas catalanes que en 2017 organizaron un referéndum de independencia prohibido por los tribunales y que ahora han forzado una polémica amnistía para sus líderes y una mesa de negociación política en Suiza con un mediador salvadoreño, como si se tratara casi de un país en guerra; la oposición derechista ha tomado la calle con movilizaciones multitudinarias; la ultraderecha de Vox busca desbordarlas para frenar como sea lo que considera “un golpe de Estado” para favorecer a los independentistas; el poder judicial se ha levantado contra el Ejecutivo; el poder económico amenaza con desinversiones en el país si no se les rebajan impuestos…
El segundo mandato del gobierno de coalición entre el PSOE (socialdemócrata) y Sumar (izquierda alternativa) se asemeja a una complicadísima carrera de obstáculos. Y ahora al presidente, Pedro Sánchez (PSOE), y a su vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz (Sumar), les ha caído además el refranero español encima: “Éramos pocos y parió la burra”. Por si faltara todavía algún problema que afrontar, Podemos, el partido fundado por Pablo Iglesias y liderado ahora por Ione Belarra, que ha sido clave para que Pedro Sánchez gobierne España desde 2018, ha roto con Sumar y amenaza con abrir un nuevo foco de desestabilización del Gobierno, en su flanco izquierdo.
Decadencia de Podemos: de 69 a 5 diputados
Podemos irrumpió en la política española en 2014 como un auténtico torbellino, pero es ya una sombra de lo que fue. De los 69 diputados que obtuvo en 2015 conserva apenas 5, y los obtuvo en las elecciones generales del pasado julio dentro de la plataforma de izquierdas liderada por Yolanda Díaz, Sumar, que se formó precisamente para atajar el derrumbe del espacio de Podemos tras años de guerras internas y creciente marginalización política. La formación no cuenta ya con representación en ninguna de las principales capitales o comunidades autónomas del país.
No obstante, estos cinco diputados que conserva Podemos son claves para la supervivencia del Gobierno de coalición de izquierdas, puesto que ahora entre el PSOE y Sumar contarán únicamente con 147 escaños de los 175 necesarios para aprobar las leyes. Ello significa que, si quiere sobrevivir, las arduas negociaciones con cada uno de sus aliados parlamentarios (independentistas catalanes, vascos y gallegos, nacionalistas canarios, en algún caso de derechas) deberán extenderse también a partir de ahora a Podemos, que aspira a reforzar su perfil propio precisamente a costa de hacer sudar la gota gorda a un Gobierno de izquierdas ya de por sí extraordinariamente estresado.
A corto plazo, el Gobierno no peligra, puesto que Podemos ha dado garantías a Pedro Sánchez de que no pretende hacerlo caer, pero se han encendido todas las alarmas para el medio plazo: todos los analistas auguran un escenario de guerra civil en la izquierda, que se manifestará muy pronto, ya en las elecciones europeas del próximo junio. En un escenario de creciente debilidad, las tres izquierdas (el PSOE, Sumar y Podemos), se enfrentarán entre sí, peleadas y divididas. Se trata de una gran noticia para la derecha, que aspira a convertir estos comicios en un castigo al gobierno progresista con el objetivo de deslegitimarlo.
La ruptura entre Podemos y Sumar era un esperada ante las tiranteces personales y políticas de Pablo Iglesias y Yolanda Díaz desde que en 2020 el primero abandonó la primera línea política y nombró a la segunda sucesora sin ni siquiera obtener antes su visto bueno. Díaz, que nunca ha sido militante de Podemos, acabó asumiendo el reto, pero desde el principio dejó claro que no iba a aceptar ninguna tutela y emprendió un camino de mayor colaboración con el PSOE, lo que indignó a Podemos, que por contra optó por acentuar el enfrentamiento, también dentro del Gobierno.
El desencuentro entre ambas almas del espacio de Podemos se hizo irreversible cuando Díaz construyó una nueva plataforma política, Sumar, a la que se incorporó Mas País (el partido de Íñigo Errejón, cofundador de Podemos pero que acabó convirtiéndose en el némesis de Pablo Iglesias y se escindió) y otras formaciones. Sólo en el último momento, ante la convocatoria de elecciones generales para el pasado 23 de julio, se añadió también Podemos, pero lo hizo a regañadientes y desde una posición subalterna. Tras los comicios, cuando Sánchez y Díaz rubricaron un nuevo pacto para gobernar juntos, excluyeron a las dos ministras de Podemos, lo que finalmente ha precipitado la ruptura.
Tradición fratricida
La izquierda española se mantiene fiel a su tradición fratricida, que suele acentuarse precisamente cuando más cercada se encuentra por la ofensiva de la derecha e incluso de la ultraderecha. Ahora que los nostálgicos del dictador Francisco Franco se han agrupado sin complejos alrededor de Vox, resuenan dos de los episodios más lamentables de la guerra civil española. En 1937, con las tropas franquistas avanzando en toda España, las distintas facciones de la izquierda se liaron a tiros entre sí en Barcelona, en el infausto “Mayo del 37″. Y al final de la guerra, con Franco ya a las puertas de Madrid y la suerte echada, estalló una brutal guerra civil dentro de la izquierda en la capital, que dejó miles de muertos antes de que los supervivientes emprendieran la huida.
Afortunadamente, la guerra no es ya literal y no hay muertos reales. Pero la tradición de la izquierda española de sacarse los ojos justo cuando la derecha más extrema prepara su gran ofensiva, mantiene una salud excelente.