Los ultramilitarizados y asesinas policías de los Estados Unidos son muy efectivos para masacrar personas afroamericanas desarmadas y enfermas como George Floyd, pero la matanza escolar en donde 19 niños fueron asesinados por un terrorista fuertemente armado, ocurrida este pasado martes en el estado norteamericano de Texas, demuestra que son unos miedosos, unos fundillones, unos pusilánimes. Unos cobardes, pues.
Como brazo ejecutor del complejo carcelario-industrial de los Estados Unidos, con encargo de aterrorizar poblaciones racializadas y proveer de esclavos a las corporaciones estadounidenses (no es exageración, revisen la treceava enmienda de su Constitución retrógrada) la función de los “cuicos” gringos no es la de “proteger y servir” a los ciudadanos de dicho país, vamos, ni siquiera la de proteger niños de primaria.
Furiosos y aterrados de escuchar como un asesino estaba masacrando a sus hijos en su primaria, con armas compradas legalmente gracias a la sangrienta “segunda enmienda” de su Constitución, los padres y espectadores imploraron a los policías a que ingresaran a la escuela. Sin embargo, miedosos como son estos agentes de la Gestapo de pacotilla, se quedaron “esperando refuerzos” hasta que la cifra rebasó las 20 personas asesinadas.
Eventualmente, fueron agentes de la Patrulla Fronteriza quienes ultimaron al asesino, no los “polecías”. No sirven para nada, son fascistas, neonazis, supremacistas blancos, cobardes. No hacen su trabajo con el chillón argumento de que “ellos también tienen derecho a regresar a casa”. ¿Entonces por qué no eligen otra profesión? ¿O lo único que les gusta es matar personas afroamericanas y latinas desarmadas? (Es pregunta retórica, es un hecho que esa es su principal meta). Son una lágrima.