Urge que nuestras infancias estén protegidas contra el bullying y cualquier tipo de violencia.
El caso de Fátima, estudiante de secundaria en la Ciudad de México que presuntamente fue arrojada desde un tercer piso por sus compañeros de escuela, nos pone en alerta y nos debe mover a la acción.
Según la organización Bullying Sin Fronteras, en México siete de cada diez menores de edad han sido víctimas de bullying tanto en sus escuelas como fuera de ellas, donde se enfrentan al cyberbullying, no menos peligroso que el anterior.
Y es que tan solo en CDMX, según reporta el Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México, durante 2024 los casos de bullying aumentaron 205 por ciento de 2019 a esa fecha.
Las agresiones que están sufriendo nuestros niños y niñas tienen porcentajes alarmantes, siendo ellas, nuestras niñas y jovencitas, quienes son más violentadas, sobre todo física y sexualmente.
El 45% de los casos de violencia ocurren entre estudiantes de secundaria, el 17 por ciento entre jóvenes de nivel medio superior y el 27 por ciento entre estudiantes de primaria. En todos los casos la escuela, lugar donde deberían estar seguros los niños, niñas y jóvenes, se ha convertido en espacios de riesgo, donde cualquiera de ellos y ellas puede ser víctima de una agresión.
Otro caso que está llamando la atención en redes sociales es el de Simón, un pequeño que presuntamente ha sido agredido sexualmente en un colegio particular de la Ciudad de México.
Simón tenía ocho años cuando empezó la pesadilla. Un compañero de escuela le pedía que le mostrara sus partes íntimas y lo tocaba, llenándolo de terror y vergüenza. Fue amenazado de que si decía algo un primo de su agresor lo golpearía. Se calló por miedo hasta que su madre notó conductas extrañas y una resistencia del pequeño para acudir a clases. Ya hay denuncias contra la institución, habrá que ver la respuesta de la autoridad.
En el caso de Fátima, la Fiscalía concluyó que no fue aventada por sus compañeros de clases, por lo tanto no hay culpables directos, pero las autoridades educativas deben responder por las afectaciones físicas y psicológicas de la menor, quien, por cierto, había denunciado el acoso de sus compañeros y nadie hizo nada.
En nuestro país, pese a que hace casi once años existe una ley que protege los derechos de nuestras infancias y adolescentes, las redes sociales exhiben un día sí y el otro también casos que nos deben llenar de enojo e impotencia, pues estamos quedándoles a deber a nuestra niñez y juventud.
Sobra decir que los primeros años de vida de una persona serán determinantes para su desempeño en nuestra sociedad. ¿Qué pasará en unos años con estas infancias que hoy tienen que lidiar con el maltrato de sus compañeros e incluso dentro de su hogar o comunidad?
No dejemos que el bullying, el acoso y el maltrato a los menores se atienda solo porque se haga viral. La prevención es la clave y por tanto, es hora de actuar.