Y es que sí. Literalmente todo  está por las nubes.

Ahora sí entiendo esta analogía en su totalidad cuando se dice esto.

Me resulta muy preocupante y alarmante este desborde de precios sin que parezca que nadie pueda regularlos o inspeccionar las tiendas o supermercados, tiendas de conveniencia y un largo etcétera.

El presidente López Obrador se ha mantenido muy firme al decir que no ha habido inflación y que no solo eso, sino que gracias al aumento al salario mínimo la gente vive mejor.

Yo solo sé que con 500 pesos simplemente no termino de llenar la alacena. Es más, solo me alcanza para dos cosas y nada más.

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¡Qué tiempos aquellos cuando con un billete de 500 pesos podías comprar muchas cosas y hasta te sobraba el cambio! A lo mejor por eso el presidente no ataca, no menciona, a Enrique Peña Nieto, porque las cosas no estaban tan caras como ahora.

No quiero entrar en “sospechosismos” como diría  el mismísimo don Marcelo Ebrard. (Que por cierto, ¿alguien lo ha visto o sabe de él?) Bueno, el punto es que me parece que los dueños de los establecimientos están aumentando los costos de los productos que venden, así, “a la buena de Dios”, o como quien dice “por sus pistolas”, porque saben que se puede y no pasa nada.

Me pregunto si de veras David Aguilar Romero, quien ahora es el nuevo titular de la Procuraduría Federal del Consumidor, está realmente trabajando e inspeccionando que no se cometan abusos contra los compradores, porque a mí me tiene impresionada la facilidad con la que los establecimientos suben sus precios y parece que nadie regula esto ni nadie les dice nada.

Aquí les tengo algunos ejemplos que he vivido en algunas compras que he hecho y que me han salido desorbitadamente caras.

Ojo: No me regañen por la calidad de los productos que consumo y por no ser exactamente nutritivos, el tema de esta columna no se trata de nutrición sino de el alza en los precios imparable.

No están ustedes para saberlo ni yo para contarlo, como dirían, pero me gusta mucho una botana cremosa a base de cebolla y crema la cual compro regularmente. Hace un año, o poco más, me costaba 30 pesos la lata del producto. Felizmente quise comprarla de nuevo hace unos días en un Oxxo y me costó 80 pesos.

Llegué yo muy dueña de la situación a la tienda con mi miserable billetito de 20 pesos y una moneda de 10. El cajero me miró con lástima y me dijo: “Uy no Doñita no le va a alcanzar, esto vale 80 pesos”.

Y yo con mis ojos desorbitados y mi carita llena de vergüenza le dije: “¿Está usted seguro? Es que es carísimo”. Él y su compañera se voltearon a ver tristes.

No se estaban burlando de mí, sino estaban cayendo en cuenta que sí, que todo está carísimo. El cajero apenado me dijo: “No sabemos a dónde vamos a parar de seguir así”, y les dije a ambos: “piensen bien a quién le darán su voto. Revisen que los candidatos tengan forma de cumplir sus promesas de parar esta inflación”. Y me salí de la tienda para ver si podía yo recolectar el resto del dinero que necesitaba y a duras penas lo logré . Jamás pensé que una botanita me saliera así de cara.

Hace unos días fui a Costco (aunque debo confesar que no me gusta ir a esa tienda, porque parece una competencia de gente pudiente haber quién lleva más lleno el carrito.) Necesitaba comprar una cajita con varios tuppers para los almuerzos de mis hijos para sus colegios. El punto es que supe que ahí lo vendían. Y fui.

Obviamente sin la intención de comprar nada más, pero me llevé unas dos o tres cosas más que necesitaba para mi casa.

Otra vez ahí voy poniendo mi carita de paleta payaso, pensando que tendría que pagar menos, digo, eran 4 cosas en el carrito, un suéter que necesitaba mi hija y dos cosas más. El total fue de 3 mil pesos. ¡Pero cómo si apenas estoy llevándome 3 o 4 cosas! Pues pálida me puse y sudándome toda la frente al pagar porque dudaba que la tarjeta de débito (porque ni de crédito he podido tener) lograra pasar. De nuevo, no pasó y tuve que dejar los productos y llevarme lo indispensable.

Pensé: “Esto no puede estar pasando”, pero claro, lo extraño es que la tienda estaba llenísima. Me imagino a toda esa gente que va a Costco le encanta sufrir.

En otros tiempos ir a esa tienda implicaba que por 3 mil pesos su carrito iba lleno. Ahora no. Ya no es así y ya no será.

Y por último, viaje a la CDMX. De regreso a Querétaro, lugar en donde vivo, quise hacer una “parada” en la tiendita de la estación camionera. La verdad no había comido y pensé: “Bueno, cualquier papita que me coma en el camino me calmará el hambre”, así que decidí comprar una bolsita de esas frituras anaranjadas.

Otra vez mi fiel compañero, el billete de 20 pesos, que se parece mucho por cierto al de 50, hizo acto de presencia y lo puse en el mostrador para que la señorita cajera me cobrara.

”Uy no, señito, le faltan 30 pesos”, me dijo. Y otra vez, amigos, mi cara de paleta payaso con ojos y boca de gomita le dije a la encargada: ”¿Pero no cuesta 20 pesos?” Y me respondió que no. También me vio con lástima. Lástima por ella y lástima por mí.

Me dijo: “No se preocupe, entiendo su asombro, no nos alcanza para nada”. Y me empezó a contar la odisea que ha atravesado su hermano para conseguir un trabajo en donde le paguen bien sin tener que estar esclavizado pues tiene dos pequeñas que mantener, pero me contó que su hermano aún no encontraba dicho trabajo y les estaba yendo mal.

Un familiar ultra obradorista me dijo hace unos días: “Todo está subiendo de precio imparablemente, al final del día descubro que me quedé sin nada”.

Yo solo guardé silencio escuchándole. Ya no tenía caso decirle: “Pero mira por quién votaste” porque creo que ya todos, morenistas y panistas la estamos padeciendo y en serio.

Y mientras no intervenga Profeco para regular e inspeccionar los establecimientos, de manera sutil, los dueños de los mismos han decidido ir subiendo los precios poco a poquito, como para que uno no se dé cuenta de las cosas.

Pero sí nos damos cuenta de todo. Tan es así que también descubrimos que el truco barato del presidente de que ya subió el salario mínimo es una farsa, porque si a la par sube todo, jamás se ve la retribución o la ganancia económica en el consumidor. Entonces no se nota que “te subieron el sueldo” aunque tu mente insiste en convencerte que ya ganas más que antes.

Ojalá el encargado de Profeco, David Aguilar Romero, ponga atención a mi columna porque segura estoy no soy la única afectada, habemos cientos de personas que estamos notando este descontrolado nivel de precios en todos los productos habidos y por haber.

En lo que surge el milagro de que alguien revise todos los establecimientos del país (misión que me parece imposible) habremos de ir ahorrando lo más que se pueda y rogarle a Dios que esto deje de avanzar.

Porque dudo mucho que ni con la llegada a la presidencia de Claudia o de Xóchitl bajen esos precios.

Pero de seguir así nos están reventando a cientos de mexicanos de clase media o media baja. Los ricos, pues ellos ni entran a las tienda de conveniencia así que no me entenderán.

Otros tantos entenderán lo que escribí esta columna y coincidirán.

Es cuanto.