No solo en México se discrimina por razones menstruales. En la India, las mujeres deben dormir fuera de casa durante los días en que los restos endometriales se desprenden del cuerpo con espasmos violentos y únicos. La discriminación es tan representativa en el ámbito científico que inclusive, a pesar de que las mujeres reportaban cambios en el ciclo menstrual a partir de las vacunas contra la COVID-19, no hubo un solo estudio que pudiese respaldarlo contrastando los efectos de las distintas vacunas, mucho menos reconociendo los síntomas reportados.

La subrepresentación de este tema fue cuantificada por la Universidad de Stanford, que informó que una búsqueda de ‘sangre menstrual’ en la base de datos médica PubMed arrojó solo 400 resultados de las últimas décadas, mientras que una búsqueda de ‘disfunción eréctil’ tuvo aproximadamente 10,000 resultados en el mismo período.

Una suerte similar tienen las investigaciones científicas sobre anticonceptivos. Los que se aprueban para ser utilizados por mujeres (que solo pueden embarazarse una vez al mes) como píldoras hormonales o implantes subdérmicos son mínimas, de hecho, logran entrar al mercado y permanecer en él con todo y un centenar de demandas en Estados Unidos, Inglaterra y Europa que han sido ganadas al documentar que aquellos métodos anticonceptivos provocaron derrames cerebrales, infartos, trombosis, síndromes hormonales, amputaciones y hasta la muerte mientras que en el caso de anticonceptivos para hombres, los científicos de las más renombradas universidades han creado múltiples grupos de estudio, investigaciones, tratados y escritos con los que, a la mínima afectación a la salud, impiden la comercialización de los escasos intentos por controlar la fertilidad de quienes diariamente pueden embarazar.

Siguiendo esta tendencia, en pleno 2023 se ha desarrollado el primer estudio que compara la absorción de diferentes productos menstruales utilizando sangre humana real (en lugar de soluciones de agua o salina). El tratado se publicó recién en agosto de 2023.

El estudio fue realizado por la Dra. Bethany Samuelson Bannow y un equipo de científicos, en un esfuerzo por desmitificar y desestigmatizar el sangrado menstrual abundante, que resulta afectar aproximadamente a un tercio de las mujeres y personas que menstrúan.

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Para contextualizar, la menstruación excesivamente abundante se mide según la rapidez con la que una persona sangra a través de un producto menstrual; cambiar la toalla o el tampón más de una vez por hora es la medida actual de anormalidad. También es importante tener en cuenta que esta medida no se ha actualizado desde que aparecieron en el mercado nuevos productos para el cuidado menstrual, como las copas menstruales y la ropa interior menstrual.

El factor de alimentos con alta carga hormonal como pollo o verduras transgénicas también ha provocado que la menstruación llegue cada vez a edades más tempranas y la manera en que las mujeres acceden a la salud, hacen que padecimientos como la endometriosis hagan de la menstruación un factor discapacitante durante algunos días del mes.

En una noticia importante para las mujeres y personas que menstrúan, el estudio descubrió que muchos productos menstruales están mal etiquetados en función de su capacidad de absorción, y la mayoría tiene una capacidad menor de la que se pensaba anteriormente a cuando se probaban con sangre real.

Antes de esta investigación, los fabricantes de productos menstruales generalmente usaban soluciones salinas o agua para estimar la absorción de sus productos. Esto es problemático porque la sangre menstrual es más viscosa que el agua y contiene células sanguíneas, secreciones vaginales y tejido endometrial, o sea, grumos, lo que a su vez afecta cómo se absorbe.

También se descubrió que las copas menstruales tienen la mayor capacidad de absorción, lo que hace aún más alarmante su exclusión de la medida actual para el sangrado abundante. De hecho, la copa menstrual tendría que ser parte de una política pública para la menstruación gratuita, haciendo entrega de estas genialidades a todas las niñas desde los 12 o 13 años, pensando en que el tiempo de vida de una copa menstrual de silicona en grado médico es hasta de 10 años.

No hace falta decir que estos hallazgos tienen grandes implicaciones para todas. Comenzando por combatir los mitos de las empresas que venden toallas y abarcando, también, el derribo del estigma existente hacia las copas por el simple hecho de que éstas deben insertarse por la vagina.

En el ámbito de la salud de las mujeres, determinar exactamente cuán absorbentes son los productos para el cuidado menstrual y cómo se comparan las diferentes variedades entre sí ayudaría a los médicos a diagnosticar adecuadamente a sus pacientes. Actualmente, parte de la violencia obstétrica consiste en minimizar los padecimientos que explican las mujeres a los ginecólogos, como cuando una mujer dice tener flujo abundante sin recibir la atención que ello supone, ni las incapacidades que la ley, al menos en el caso de la Ciudad de México, ya dispone.

También resalta nuestra necesidad de una mejor comprensión de lo que realmente constituye un período ‘normal’. Es casi imposible que las mujeres reconozcan las señales de sangrado anormal cuando no hay una directriz adecuada sobre cómo se mide exactamente esto. (Para contextualizar, solo los tampones se someten a pruebas reguladas por la industria para la capacidad de absorción). Esto, a su vez, contribuye aún más al silenciamiento del dolor de las mujeres y a la estigmatización de los trastornos relacionados con la menstruación.

Entonces, si bien estudios como estos son esenciales para avanzar hacia una mejor comprensión de la salud de las mujeres, también demuestran cuánto nos falta recorrer para llegar allí. De hecho, las métricas de lo que entendemos como “normal” son realizadas estereotípicamente a partir de cuerpos de mujeres blancas, de raza caucásica y provenientes de países occidentales en donde se realizan estas investigaciones, dejando fuera la diversidad de cuerpos que existen, desde la forma de menstruar para las mujeres latinoamericanas hasta la manera en que los cuerpos de mujeres afrodescendientes, negras, orientales y de otras razas se comportan. Así de lejos estamos en tener ciencia clara y objetiva sobre las mujeres.