I. Nadie los conocía
Casi nadie conocía al conjunto de la llamada música regional mexicana, Grupo Firme. En la conferencia matutina del 26-09-22, donde compartió el fragmento de una de sus canciones, el presidente López Obrador afirmó no conocerlos. En su columna para SDPnoticias del mismo día, el periodista Federico Arreola también afirmó no saber nada del grupo surgido en Tijuana. Así distintas personas con las que conversé después del masivo concierto del Zócalo el domingo 25 de septiembre, que concentró cerca de 300 mil personas, de acuerdo a estadísticas oficiales de Ciudad de México. Asimismo en las redes sociales, muchos han afirmado no conocerlos. En mi caso, la primera vez que supe de ellos, como nombre, fue tras leer la nota y las subsecuentes críticas al “reconocimiento a Grupo Firme por su contribución para difundir la música regional mexicana en todo el mundo”, otorgado por la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum en mayo pasado. Quizá a partir de ese premio se fraguó el concierto del Zócalo.
Se trata de una agrupación de reciente creación, 2014. A ello se debe en parte no ser aparentemente conocidos o reconocidos, porque probablemente los hemos escuchado en el metro o el microbús (que por cierto ya afortunadamente están cambiando por mejor servicio y choferes menos violentos e irrespetuosos con los pasajeros; sin duda un avance en la ciudad), y hemos pensado que era un grupo de banda más, uno de tantos.
Entonces, ¿cómo explicar su evidente “arrastre”, su popularidad, sus millones de vistas en redes sociales? Porque la evidencia del domingo pasado pareciera ser la de la explosión del monstruo que crece por lo bajo y de pronto emerge y sorprende a todos. Más que un fenómeno musical me parece un fenómeno social. De ahí la crítica cargada de racismo y clasismo contra el grupo y sobre todo contra su público (y de paso a Sheinbaum). Es la apariencia de la piel, el vestido, el lenguaje, la manera de bailar lo que ha instigado la burla. La más evidente, la del supuesto nivel educativo, que no alcanzaría la primaria. Y también por eso no deja de llamar la atención que el fenómeno de la banda se haya trasladado de Sinaloa a Tijuana, ciudad fronteriza de enorme migración de todos los pueblos y ciudades de México.
II. Fenómeno social
Y es un fenómeno social más que musical que probablemente tiene que ver con la letra de las canciones, que encuentran respuesta, identificación, identidad con el público. Porque no estamos ante música erudita, elaborada en la academia aunque formalmente se toque bien los instrumentos y funcionen la armonía y el ritmo. Es la realidad social e individual, objetiva y emocional, hallada en las letras y su significado y en el lenguaje cotidiano, lo que ha hecho posible la conexión de este grupo con un público masivo. Y ese público que los sigue, bien que los conoce. De ahí viene la solidez, la firmeza del Firme.
¿Que hace falta educación? Siempre faltará. No olvidemos que cuando se creó la Secretaría de Educación Pública en 1921, José Vasconcelos comisionó a un joven compositor de ruptura, Carlos Chávez, el ballet “El fuego nuevo”. A base de disciplina y talento este joven fue nombrado director del Conservatorio Nacional de Música en 1928, mismo año en que fundó la Orquesta Sinfónica de México (y fundaría más adelante al INBA, en 1946). Y miren la lista de compositores que impulsó Chávez, a quienes comisionó y estrenó obras: Silvestre Revueltas, Pablo Moncayo, Blas Galindo, Daniel Ayala, Salvador Contreras, Eduardo Hernández Moncada, Eduardo Mata, Mario Lavista, entre otros. Ellos son, juntos con Chávez, los constructores del México musical clásico (muchas veces a partir de la música popular) que tanto celebramos hoy.
No obstante, a la par de ese mundo artístico musical posrevolucionario aparejado al muralismo y la literatura, crecía el cine y la música popular. Surgieron asimismo Agustín Lara, Rubén Fuentes, Manuel Esperón, Cucho Sánchez, Consuelo Velázquez, José Alfredo Jiménez, por ejemplo, siendo expresión y eco a la vez de la realidad nacional.
III. ¿Y lo clásico?
Llama la atención que el Grupo Firme no haya cobrado por presentarse en el Zócalo. En su columna del 27-09-22, Arreola promedia el costo de 9 pesos por persona asistente, de acuerdo a las cifras oficiales. El número 9 me hizo recordar los 9 millones de pesos que gastó el ex secretario de Cultura, Suárez del Real, ahora feliz diplomático en Edimburgo, para patrocinar el plagio de Máynez Champion a Antonio Vivaldi en el Zócalo (llevándose entre las patas a Miguel León Portilla); de lo cual ya escribí en 2019, “Moctezuma en el Zócalo: de Antonio Vivaldi al “vival” de Máynez Champion”.
Lo comento porque Arreola encomia ese bajísimo precio frente a lo que podría costar producir ópera en el Zócalo para satisfacer a otros gustos que han criticado a Sheinbaum. Tiene razón sin duda (como muestra el caso del plagio), pero aquí sugeriría no olvidar que la Ciudad tiene una orquesta, la Filarmónica de la Ciudad de México, que bien podría intercalar algunas funciones entre la Ollin Yolitztli y el Centro Histórico. Acaso para cumplir una demanda que hemos establecido en este medio tanto Arreola como yo: que en un evento público celebratorio del presidente se interprete la Novena Sinfonía de Beethoven. Pues bien que se puede combinar lo popular con lo clásico; en el Zócalo tiene que caber todo (quien no ha hecho nada de plano es la secretaría de Cultura federal, a cargo de Alejandra Frausto).
Quizá el nivel musical del público del Grupo Firme no alcance la primaria (las cifras oficiales arrojan un promedio de secundaria), pero esa es la realidad de México. Y aunque siempre hará falta más educación, la música popular seguirá siendo fuente de identidad con el pueblo y fuente asimismo de “inspiración” para mucha de la música clásica, como muestra la música clásica mexicana y la de otros países como la rusa, la escandinava, la italiana, etcétera. Por cierto, la compositora mexicana Gabriela Ortiz compuso su ópera Únicamente la verdad (2008), con base en la canción “Camelia, La Tejana”, de Los tigres del norte.
No conozco al Grupo Firme más que por las noticias, aunque quizá lo haya escuchado en el transporte público. ¿A partir de ahora compraré sus grabaciones? No lo hago ni con mis preferencias musicales. Lo buscaré en las redes sociales; no creo. ¿Me negaré a escucharlos y bailarlos?; no creo. Quizá de pronto me encuentre en alguna cantina y coree junto con otros sus canciones famosas. O mejor, incluso, acaso una chica se acerque y me pida bailar con ella, agarraditos.
Héctor Palacio en Twitter: @NietzscheAristo