Mi querido colega Manuel Díaz, en su columna intitulada “¿Habrá un Zedillazo?” narra espléndidamente algunos episodios de la historia de México que guardan cierta semejanza con la coyuntura presentada ante el eventual ascenso de Claudia Sheinbaum y las supuestas intenciones de AMLO de perpetuarse en el poder fuera de Palacio Nacional.

Manuel apunta acertadamente a aquel México de los años treinta, cuando el general Lázaro Cárdenas, hombre de carácter fuerte, llegó a la presidencia de México con la convicción de hacer girar el rumbo del país hacia una genuina izquierda revolucionaria que respetase los valores de la Constitución de 1917, y a la vez, que desterrase de una vez por todas la influencia de Plutarco Elías Calles sobre los presidentes en turno. Así lo hizo.

También apunta con mucha precisión, en tiempos más recientes, a la presidencia de Ernesto Zedillo y cómo, a pesar de la presencia de Carlos Salinas y su talante autoritario, decidió castigar a su hermano Raúl y obligarlo a partir rumbo al exilio en Irlanda. En otras palabras, siguiendo la línea de Manuel, Cárdenas y Zedillo cumplieron cabalmente con su obligación de gobernar por ellos mismos y de liberarse de la influencia de sus predecesores.

Miremos el caso de Sheinbaum. Los analistas se preguntan si AMLO buscará continuar jalando los hilos tras su salida de Palacio Nacional. La respuesta parece bastante obvia, especialmente tras su decisión de implementar el Plan C en septiembre, sumado al talante autoritario del tabasqueño reflejado en su propia biografía política.

En relación con la futura decisión de Claudia relacionada con gobernar en solitario, bien vale hacer mención de las que son, a mi juicio, las diferencias fundamentales entre el régimen priista de antaño, heredado por Cárdenas y Zedillo, y aquel que será el legado de AMLO a su sucesora.

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El PRI era una institución. Es decir, no existía, ni en el priismo más exacerbado, un solo líder moral que detentase todo el poder. Por el contrario, era un régimen sexenal donde el presidente en turno ejercía el autoritarismo y más tarde se retiraba e iba a casa.

Morena, a diferencia del PRI, no es un partido político en sentido estricto, y mucho menos una institución, sino un exitoso movimiento formado alrededor del culto a la personalidad de un hombre carismático –o caudillo– que no se entiende a sí mismo sin la presencia mítica del personaje. ¿O cree honestamente el lector que Sheinbaum habría alcanzado el apoyo de 36 millones de mexicanos sin la presencia simbólica de AMLO en la boleta electoral?

Por lo anterior, en contraste con lo que hicieron Cárdenas y Zedillo, la independencia de Claudia pinta más compleja y difícil de articular en el seno de un partido dominado por el lopezobradorismo, y no por el claudismo.

En respuesta a mi amigo Manuel. Yo, personalmente, por las razones esgrimidas, dudo que haya un zedillazo, sino algo bastante alejado de ello. Al tiempo.