Con la reciente aprobación, por la Cámara de Diputados, de la iniciativa que busca poner bajo el mando de Sedena a la Guardia Nacional, un vaivén de especulaciones inunda la prensa y las columnas de opinión.
Algunos vaticinan -y esto sería verdaderamente una situación pavorosa para México- que la decisión de AMLO responde a su voluntad de utilizar a la Guardia, ahora bajo el mando directo de los militares, como método para imponer en la presidencia de nuestro país al candidato de Morena. En otras palabras, que el presidente ha decidido que si el candidato de Morena – léase Sheinbaum o Ebrard- no resulta electo en las elecciones de 2024 habrá una elección de Estado con la plena participación de todas las fuerzas del Estado, y en todo caso, de las Fuerzas Armadas operando a través de la Guardia Nacional.
Este es, como he señalado, el más pesimista de los escenarios, pues pintaría un futuro negro para México en términos del respeto al derecho constitucional y una potencial violación de los Derechos Humanos. Recordemos, pues, que en la historia de México la participación del Ejército en tareas civiles ha conducido, la mayoría de las veces, a ejecuciones y demás tropelías. Las tragedias de 1968 y el caso Tlatlaya lo ponen de manifiesto.
Sin embargo, existe otra especulación, y quizá sea más verosímil y anclada en la realidad. AMLO buscaría reforzar la seguridad pública mediante la militarización del país ante una evidente ineficacia de las fuerzas civiles. En dado caso ¿por qué no se ha optado por una verdadera capacitación de la Guardia Nacional, y previo a ella, de la Policía Federal, para que estos elementos del Estado sean capaces de enfrentar efectivamente al crimen organizado?
¿Por qué AMLO y sus antecesores no han destinado recursos públicos para la capacitación de las fuerzas civiles? ¿Alguna vez habrán pensado en contar con elementos a imagen de la Guardia Civil española, de los Carabinieri italianos o la Gendarmería francesa? A diferencia de lo que busca el presidente mexicano hacer con la Guardia Nacional, estos citados cuerpos de seguridad cuentan con instrucción militar pero permanecen bajo la dirección de los respectivos ministerios del interior.
En suma, y al margen de las múltiples especulaciones, AMLO quiere salir por la puerta fácil: la militarización. En vez de optar por esta vía, el jefe del Estado mexicano, en lugar de despilfarrar dinero en obras faraónicas, debería destinar los recursos de los mexicanos en capacitar a la Guardia Nacional para que sus elementos sean capaces de ofrecer seguridad a los mexicanos, liberándose de jure y de facto, del control militar.