Irreverente

Les platico que si así lo hiciera, salvaría del destierro, del escarnio político y de la miseria de todo tipo, a tanta gente que creyó en él, a la que se llevó de encuentro entre... sus afanes.

Haría bien en ponerle fin a este ciclo de sufrimiento, pobreza y guerra al que tiene sometido a su “amadopueblo.

No tiene derecho a pedir seis años más para culminar una labor que ni siquiera supo comenzar.

La sangre oscura de la venganza empezó a manar desde el primer día de su gobierno e incluso antes, apenas el predecesor se refugió en su destierro hispano y desplegó el paracaídas de oro que le tendió su sucesor, a cambio de inconfesables y oscuros favores.

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Llegó con ínfulas de conquistador, blandiendo el sable de su poder a diestra y siniestra; por cierto, más hacia la izquierda que hacia a la derecha.

A pesar de que les exigió a los españoles que nos hicieran el favor de venir a pedir perdón a los mexicanos por habernos conquistado, él mismo cometió el mismo error de los conquistadores.

Porque cuando las naves de España atracaron en el nuevo mundo, las tropas de Hernán Cortés nunca entendieron que al ser bienvenidos por nuestros pueblos originarios, no les estaban invitando a poseer ni adueñarse de nuestras tierras, de sus tesoros y mucho menos de sus pobladores.

Al iniciar su mandato creyó que la bienvenida que le dio nuestra democracia le daba permiso para conquistar, dominar a México y poseerlo como lo está haciendo cada día más.

Se les olvida a este señor y a sus cómplices, que México es más importante que todos ellos juntos.

Si pierden, ojalá tenga la gracia de venir desde su refugio en Cuba para acompañar a los suyos en su derrota.

Y por exquisito que sea el dolor que eso le infrinja, espero que no lo demuestre, porque las puertas del cielo, del olimpo o del valhalla, están cerradas para los cobardes.

En su aventura, se arriesgó, porque ¿quién quiere una vida simple, ordinaria, aburrida y normal? Eso quizá lo salve en el juicio final que de él haga la historia.

Hace lo que aprendió

De sus mentores de otros colores distintos al que hoy enarbola, aprendió que si no lograba hacerse respetar, con inspirar miedo era suficiente.

Y lo logró, porque propios y extraños le temen.

Sus mentores le enseñaron que la ira es un don.

También aprendió cómo someter a sus adversarios a través de tretas y tiranías.

Es tan frío que no siente compasión por los humildes mortales que están alejados de la férula de su partido.

Para justificarse, les llama traidores, conservadores, aspiracionistas, usurpadores, apátridas, corifeos del gran capital y más “lindeces” parecidas.

Y así, divide al país, en vez de unificarlo

Y así, piensa más en elecciones que en generaciones.

Atracó sus naves en el nuevo mundo de la “transformación”, pero nunca se pudo despojar de su forma de ser del viejo mundo del cual proviene.

De nada sirve descubrir una nueva tierra si uno se comporta de la misma forma de antes.

Y dicho de otra manera: no se puede vivir en el nuevo mundo con las costumbres del viejo.

Haría bien en no culpar más a otros, de lo que él mismo debería de culparse.

Creció matando y quiere morir igual, matando.

Su sanidad. Su santidad

A pesar de ello, invoca amor y paz, pero sus actos y los de los suyos son de un salvajismo propio de los dioses que demandaban sacrificios.

Sus hechos demuestran que el amor es incognoscible porque hace débil a los humanos.

Por eso, aún enfermo, lo maquillan con afeites de sanidad.... y a veces hasta de santidad.

Creer que la muerte triunfa sobre la vida es una mentira.

El “invierno” trae la muerte universal, pero la primavera viene acompañada de la vida y el sol siempre vuelve a salir, a pesar de los negros nubarrones.

Poder o guerra

Su lema es “poder o guerra”.

El de los vikingos y romanos era “tierra o guerra”.

La historia se repite.

Cambian los personajes y las épocas, pero el consejo más viejo que existe sigue teniendo vigencia para los mexicanos:

Sácate las piedras del zapato”.

Cajón de sastre

“...”