Los anuncios hechos por el presidente Donald Trump no auguran elementos de confianza para la economía mexicana ni para los mexicanos en su conjunto.
Por un lado, el presidente estadounidense ha amenazado a millones de personas que partieron hace años rumbo a Estados Unidos en búsqueda de un mejor futuro, y por el otro, pretende poner a México contra las cuerdas con sus declaraciones en torno a la posibilidad de imponer aranceles a productos mexicanos.
Claudia Sheinbaum y su gobierno no la tienen fácil. El endeudamiento público, las tensiones provocadas por reformas innecesarias y la exacerbación de la desunión nacional han causado el recrudecimiento de la polarización.
La presidenta, fiel al legado de su antecesor, y siguiendo las líneas estrategias dictadas por el expresidente, continúa recurriendo a falacias discursivas, a la demagogia, a las palabras huecas y a la exaltación de un sentimentalismo vacío que poco servirá frente al embate de la nueva realidad.
Sin embargo, quizás habría llegado el momento de un cambio de estrategia. Así lo dictarían los acontecimientos recientes, y como bien ha sido señalado por los especialistas, ante un panorama que podría conducir a un estancamiento económico provocado por diversos factores; desde los aranceles hasta los impuestos sobre las remesas.
Con miras a un probable distanciamiento con Washington ¿no debería Sheinbaum echar mano de sus mejores bazas diplomáticas, mismo si ello implicase llamar a experimentados diplomáticos de otros partidos? ¿O quizás detener la ofensiva política contra sus adversarios con miras a la unión nacional? ¿O tal vez olvidarse de una vez por todas de Felipe Calderón y de Ernesto Zedillo?
¿No ha llegado el momento de romper con las máximas lopezobradoristas en pro de la consolidación de un frente común contra Donald Trump y sus embates nacionalistas?
Me aventuro a asegurar que, desde la óptica del régimen, un cambio de discurso y un llamamiento a la unidad nacional resultaría una voz que difícilmente sería atractiva para los feligreses de la autoproclamada 4T.
Los políticos avezados del régimen saben bien que el sostenimiento de la autoproclamada 4T está anclado en los discursos y en los programas sociales. Por lo tanto, si resulta urgente la formación de un frente común, la eliminación del componente populista no es una opción para la presidenta, pues Trump se marchará en cuatro años y la 4T - estiman ellos - ha llegado para permanecer.