Aceptémoslo: no nos termina de gustar que una mujer sobresalga en la política.
Hace ya muchos años tuve la desgracia -no se puede llamar de otra manera- de escuchar a un fulano, de buena posición económica y un puesto gerencial, decir que a él no le gustaba tener a mujeres ocupando cargos importantes porque “les baja la regla”, se embarazan, tienen que atender al marido, tienen que cuidar a los hijos enfermos.o a los padres y lloran por todo.
Mi impresión fue tal que creo que a la fecha no le he vuelto a dirigir la palabra.
Hace unos meses, en otro escenario y en otra dimensión, casi me da el ataque al escuchar a una persona muy querida para mí -desde ese comentario, menos querida, debo aceptarlo- gritar que las mujeres están hechas para parir y no son unas inválidas, todo porque le mostré la foto de una de mis sobrinas que está embarazada y tuvo que mudarse a otro país porque le ofrecieron un puesto importante en una fábrica de autos.
Mi sobrina estaba en el aeropuerto en silla de ruedas, pues padece epilepsia y el viaje era muy largo, además de sus casi seis meses de gestación y este cavernícola (no puedo llamarlo de otra manera) se embravecía y aseguraba que en su caso “era mejor no abrir las patas”.
Otro “detallito” más
Hace unos meses me tocó lidiar con un patán (no se puede llamar de otro modo) que tras una cena me dejó sola a mitad de la calle y no me quiso dar un “aventón” simplemente porque “tenía sueño” y yo era muy “fregona” para andar trabajando y escribiendo artículos “agresivos”, queriendo “igualarme a un varón”..,
Así de estúpido.
Les cuento todos estos sinsabores porque reviso las tendencias en Twitter y veo con horror el Hashtag #ClaudiaNuncaSerasPresidenta, donde los cibernautas escriben y retuitean una sarta de barbaridades que por salud mental y sobre todo, por respeto a la doctora Sheinbaum, no voy a repetir.
Los argumentos que tienen quienes escriben salen del hígado o del desconocimiento de la forma en que ha gobernado la capital del país la señora Claudia Sheinbaum.
Estar al frente de un monstruo del tamaño de la Ciudad de México no es fácil y en absoluto tiene que ver con el sexo de quien gobierne.
Lo real, lo que está a la vista, pero que no todos quieren ver, es que la ciudad funciona, y funciona bien incluso dentro del caos.
En la capital del país, cuyos gobiernos de izquierda han tenido una visión humanista, liberal, solidaria y de sentido social, que han ayudado a los más necesitados, que han atendido a los grupos más vulnerables, han implementado políticas públicas que en verdad dan resultados.
Seguramente quienes hacen alharacas en Twitter jamás han pisado la CDMX. En lo personal, que he pasado la mitad de mi vida dividida en dos ciudades (por algo me dicen que soy “jarochilanga”) puedo dar testimonio de las enormes diferencias que existe entre vivir en la capital y fuera de ella.
No profundizo con detalles en lo que en verdad se vive en Veracruz, porque no quiero empezar el Guadalupe Reyes con el hígado pateado, pero pondré solo unos ejemplos.
La educación pública en la Ciudad de México es gratuita y no solo eso, los educandos, desde preescolar, cuentan con becas y ayudas para uniformes y útiles escolares.
Aún recuerdo cuando me daba el soponcio con las inscripciones de mi hija en secundaria, cuyas cuotas “voluntarias” oscilaban entre los 1500 y los 3000 pesos y si contamos los útiles y demás enseres, era “perderle el amor” a más de ocho mil pesos, multiplicado por dos o tres, dependiendo el número de hijos, derivando todo esto en los altos índices de analfabetismo que tenemos en el estado y en la alta deserción escolar, pues muchas familias no cuentan con esos recursos para pagar.
Estos apoyos a los estudiantes han sido una constante en la capital del país y de 2019 a la fecha se han destinado más de 9 mil 794 millones de pesos para los programas Mi Beca para Empezar, Mejor Escuela (La escuela es nuestra) y Útiles y Uniformes Escolares, beneficiando a los citadinos y a los estudiantes, que al tener dichos apoyos elevan su calidad de vida, más aún en esta época donde apenas estamos “sacando la cabeza” después de una terrible pandemia, cuyo rezago educativo arroja cifras de espanto a nivel nacional.
Muchos dirán que con poco me conformo, sobre todo eso pensarán los eternos inconformes, amargados y constantes opositores, pero mantener este tipo de programas sociales, lo cual es reflejo de un manejo oportuno y adecuado de los recursos, no es cosa menor.
Quienes minimizan este tipo de acciones delatan su ignorancia o, peor aún, su deseo de mantener en la ignorancia a la población, pues de todos es sabido que a muchos grupos en las altas esferas les conviene que la sociedad esté en ceguera permanente, en queja constante y de esta forma ganar terreno.
No es mi intención aburrir a usted, amable lector, con más ejemplos y cifras.
En otro momento iré diciendo más de los logros que considero relevantes en el gobierno que encabeza la doctora Sheinbaum y que han sido objeto de burlas y ataques infundados hacia ella por la muy maltrecha y venida a menos oposición.
El motivo de mi enojo, en esta ocasión, fue por ver la vulgaridad con que algunos atacan a una mujer sólo por su género, y por ello abordé el tema desde el machismo recalcitrante que ahoga a la sociedad mexicana y que puede ser (no lo aseguro tajante) uno de los motivos por los que se ataca el desempeño de una mujer honesta y capaz que ha llevado a buen puerto el gobierno en la capital.
La atacan desde ahora, sin saber si será candidata a la presidencia del país, pero tiene el mismo derecho de serlo y competir con cualquiera para lograrlo.
Falta aún tiempo para las definiciones.
En los gobiernos democráticos como el que tenemos en México, las cosas se resuelven como se debe, con encuestas de la militancia, por ello hay que esperar los tiempos.
Los motores se calientan, sin embargo, en vísperas de iniciar las festividades decembrinas, vale la pena celebrar en paz en familia en un país de libertades, valores y afectos.
¡Felices fiestas!