La posición que asumió Luis Donaldo Colosio Riojas en el sentido de descartarse de una posible candidatura presidencial para el 2024 muestra madures y buen juicio.
Su auto marginación de la liza presidencial tiene importantes efectos, primero porque se proyecta como una personalidad con definiciones puntuales; segundo, en tanto lo hace en la perspectiva de su circunstancia personal, en cuanto la condición de su familia y el momento que vive en el trayecto de un aprendizaje político en proceso de consolidación; tercero, en el sentido que se ubica con visión estratégica respecto del modelo de competencia que tiene lugar en la disputa a la presidencia de la República.
El partido MC pretende jugar una posición de tercera vía cuando la lucha política se encuentra claramente polarizada, y en el momento que nada parece acreditar que una postura intermedia pueda gravitar electoralmente; mucho menos en el contexto de las fracturas que exhibe esa fuerza política y dentro de una tendencia en donde las preferencias se acomodan de forma dicotómica en correspondencia a la polarización que tiene lugar.
Una tercera vía no parece encontrar debida cabida electoral, además que no se trata de plantear un ejercicio académico, sino de ubicar una pugna que se escenifica en el marco de la lucha política; debido a ello es que se habla de partidos políticos, puesto que no está en duda que su propósito es ganar el poder; sí conforme a propuestas y planteamientos programáticos, pero no como mero debate intelectual; antes bien, con el imperativo de conquistar los espacios de representación en disputa.
Cada vez más el escenario de la competencia política se orienta a una cerrada disputa entre las fuerzas políticas asociadas al partido en el gobierno y, por otra parte, el Frente Amplio por México que se le planta como alternativa electoral y de propuestas. En tal esquema, formular una alternativa competitiva a las dos que protagonizan las preferencias, parece fuera de foco.
La declaración de Colosio en el sentido de que no quiere dividir a la oposición, en relación a sus genuinas intenciones de cambiar a México resulta de lo más pertinente y acertado. Cierto, lo que puede hacer una participación ajena a quienes mantienen la confrontación que estelariza la contienda, es servir de distractor para dividir o para terminar afectando la votación de una de las partes. En ese sentido prospecta un papel que no se encamina al triunfo, pero sí a lastimar o afectar al contendiente más combativo; no gana, pero sí puede hacer perder.
Muy bien hace Colosio al no prestarse a jugar un papel de tal naturaleza, pues el perfil de la lucha política para el 2024 está cada vez más delineado hacia una clara bifurcación. Su señalamiento de no dividir a la oposición es diáfano e, indirectamente, un llamado claro para que MC revise el papel que está jugando. Es un señalamiento elegante y oportuno, al tiempo que muestra una gran responsabilidad pues su desfogue conduce a la definición del destino del país.
La polarización que tiene lugar conduce a un modelo de competencia política que debe ser objeto de una cuidadosa atención, pues en su lado positivo permite contrastar propuestas y ofertas de modo que las elecciones sean un resultado de elegir entre alternativas en la escenificación de un debate que aporte a todos. Lo que se necesita es impulsar una feliz conclusión de la lucha política; la prudencia de Colosio mucho coadyuva.
Lo deseable es que la polémica inherente a los proyectos adversos que se plantean pueda desahogarse de forma civilizada, de modo que aporten a construir los consensos necesarios a la nueva gobernabilidad que se debe plantear para el tramo sexenal que habrá de diseñarse para el periodo 2024-2030.
Es necesario conjurar el riesgo del conflicto y, en su lugar, asumir la contribución de la polémica de fondo, y de una lucha política intensa en el debate y en las propuestas. Es conveniente construir una vía que destierre lo primero y encamine lo segundo, pues se perfila una situación que puede ilustrarse a través de la forma de resolver la disputa política, en donde las pugnas que no tengan un adecuado encuadramiento democrático e institucional, pueden conducir a escenarios de aguda confrontación; al revés, si se procesan las diferencias en el marco de las instituciones y de las elecciones, su vía de conexión se dará en una pauta que conducirá a la fortaleza de la sociedad y del gobierno.
En ese sentido la polarización en la lucha por el poder no será un problema, siempre y cuando se entienda como una gran oportunidad para otorgar profundidad y fuerza a las definiciones que se den a través del resultado de las elecciones. Se trata de construir ese escenario y de propiciarlo de modo que el sea la sociedad quien en ejercicio de su libertad y de la interacción que tenga, disponga y protagonice las decisiones que a ella convengan.
Colosio no quiere dividir a la oposición, hace bien.