El “pragmatismo estratégico” es un enfoque crucial para la formulación de políticas públicas. En el caso de la política exterior, ayuda a equilibrar los objetivos de largo plazo con la flexibilidad de corto plazo. Eso es precisamente lo que México necesita hoy para encarar los retos que día a día surgen del nuevo gobierno de Estados Unidos: pragmatismo estratégico.
Este concepto enfatiza soluciones prácticas sobre la rigidez ideológica, permitiendo a los responsables de los gobiernos adaptarse a circunstancias cambiantes mientras mantienen objetivos estratégicos generales. El pragmatismo estratégico ha sido empleado por estadistas, responsables de políticas y organizaciones internacionales que buscan operar en entornos políticos, económicos y de seguridad complejos.
A lo largo de los años, he leído algunos libros sobre “pragmatismo estratégico”. El primero fue “Strategic Pragmatism: Japanese Lessons in the Use of Economic Theory” de Michele y Henrik Schmiegelow, publicado en 1989. Unos años después, en 1996, leí “Strategic Pragmatism: The Culture of Singapore’s Economics Development Board”, de Edgar H. H. Schein con un extraordinario texto de Lester Thurow. En 2013 se publicó “Iran’s Policy on Afghanistan, The Evolution of Strategic Pragmatism”, de Bruce Koepke. Más recientemente, en 2021, leí “Towards Strategic Pragmatism in Foreign Policy: Cases of United States of America, China and Singapore” de Charles Chao Rong Phua.
Origen y definiciones
El “pragmatismo estratégico” se originó en las ideas de Charles Sanders Peirce y John Dewey. Esta filosofía sostiene que la teoría está al servicio de la práctica y no al revés, evitando el dogmatismo y reconociendo que todo conocimiento humano es temporal y falible.
En el contexto de la formulación de políticas, el pragmatismo estratégico exige priorizar acciones tangibles y alcanzables mientras se mantiene un enfoque flexible ante las circunstancias cambiantes.
Va más allá de un enfoque estrecho en las ganancias inmediatas para considerar lo que funcionará de manera sostenible en el tiempo, incorporando previsión y una comprensión profunda de los sistemas interconectados. Este enfoque equilibra la necesidad de acción con la de cambio sistémico.
Aspectos clave:
- Orientado a la acción: enfatiza la utilidad, viabilidad y practicidad de las ideas, políticas y propuestas.
- Adaptativo: ayuda a aprender de la experiencia y ajustar las estrategias en función de la retroalimentación. Reconoce que los desafíos de la sostenibilidad son complejos e inciertos, lo que requiere un enfoque flexible e iterativo.
- Pensamiento sistémico: destaca la interconexión de los sistemas políticos, sociales, ambientales y económicos, abordándolos de manera interconectada en lugar de centrarse en cuestiones aisladas.
- Basado en la evidencia: enfatiza la toma de decisiones fundamentada en datos científicos sólidos y análisis rigurosos.
- Contextualizado: reconoce que no existe una única solución a los desafíos y que las estrategias más eficaces suelen ser específicas para cada contexto y adaptables.
- Equilibra el corto y el largo plazo: reconoce la necesidad de acciones a corto plazo y de planificación a largo plazo, y hace hincapié en la importancia de equilibrar las necesidades inmediatas con los objetivos de largo plazo.
Características
El pragmatismo estratégico se define, además, por varias características clave:
- Flexibilidad orientada a objetivos: las políticas se diseñan con objetivos estratégicos a largo plazo, pero permiten ajustes tácticos basados en realidades cambiantes.
- Toma de decisiones empírica: las decisiones se basan en datos, precedentes históricos y resultados del mundo real en lugar de compromisos ideológicos.
- Incrementalismo: las políticas evolucionan en etapas en lugar de a través de reformas radicales, lo que reduce el riesgo y permite una evaluación continua.
- Multipartidismo y cooperación: un enfoque pragmático fomenta la formación de coaliciones y el consenso entre las distintas divisiones políticas para lograr políticas sostenibles.
- Realismo adaptativo: reconoce la dinámica y las limitaciones del poder, lo que garantiza que las políticas sigan siendo viables e implementables.
Aplicaciones
En el mundo de las políticas públicas, el pragmatismo estratégico garantiza que la gobernanza siga respondiendo a las necesidades de la sociedad, evitando al mismo tiempo los obstáculos que suponen las decisiones reaccionarias y dogmáticas. Entre sus principales aplicaciones se incluyen:
- Política económica: los gobiernos adoptan estrategias económicas mixtas, que combinan medidas impulsadas por el mercado y regulatorias, para fomentar el crecimiento y la estabilidad.
- Educación y política social: Las reformas progresistas pero mesuradas, como los programas de alivio de préstamos estudiantiles o los ajustes de bienestar, encarnan el pragmatismo estratégico al equilibrar la responsabilidad fiscal con la equidad social.
- Política exterior: en asuntos exteriores, el pragmatismo estratégico desempeña un papel vital para garantizar la seguridad nacional y la estabilidad global. Algunos ejemplos son:
- Relaciones entre Estados Unidos y China: Estados Unidos emplea una combinación de estrategias de compromiso y contención, manteniendo los lazos económicos al tiempo que contrarresta las rivalidades geopolíticas.
- Diplomacia de la Unión Europea: la UE adopta políticas pragmáticas para abordar el Brexit, equilibrando las preocupaciones de soberanía nacional con la estabilidad regional.
- Esfuerzos de paz en Oriente Medio: el pragmatismo estratégico sustenta los esfuerzos diplomáticos fomentando la cooperación a pesar de los conflictos profundamente arraigados.
- Movimiento de Países No Alineados: Durante la Guerra Fría, países como la India utilizaron el pragmatismo estratégico para sortear las tensiones entre las superpotencias y al mismo tiempo salvaguardar los intereses nacionales.
Ventajas
El pragmatismo estratégico ofrece:
- Eficacia de las políticas: garantiza que las políticas sean viables y adaptables a las condiciones del mundo real.
- Estabilidad política: reduce la polarización ideológica al centrarse en soluciones prácticas.
- Gestión de crisis: mejora la capacidad de los gobiernos para responder eficazmente a las crisis económicas, de seguridad y ambientales.
- Credibilidad internacional: los países que adoptan políticas exteriores pragmáticas son vistos como socios confiables en la diplomacia y el comercio.
Desventajas
Sin embargo, también tiene problemas:
- Falta de una dirección ideológica clara: los críticos sostienen que el pragmatismo estratégico puede conducir a políticas inconsistentes o a una falta de liderazgo visionario.
- Compromisos en la implementación: el incrementalismo puede retrasar las reformas urgentes.
- Oportunismo percibido: algunos consideran que el pragmatismo estratégico carece de principios o convicciones, lo que podría socavar la confianza en el liderazgo.
- Cortoplacismo: el enfoque en las ganancias inmediatas puede llevar a descuidar los desafíos estructurales a largo plazo.
Pensadores y teóricos clave
Varios pensadores y académicos políticos han contribuido al desarrollo del pragmatismo estratégico:
- John Dewey: pionero de la filosofía pragmática, sus ideas sobre el experimentalismo y la resolución de problemas influyen en la formulación de políticas modernas.
- Richard Neustadt y Ernest May: su trabajo sobre la toma de decisiones presidenciales enfatiza el aprendizaje histórico pragmático.
- Henry Kissinger: abogó por un equilibrio entre el realismo y la adaptabilidad en la política exterior.
- Joseph Nye: introdujo el concepto de “poder inteligente”, que combina pragmáticamente el poder duro y el blando.
- Graham Allison: su “modelo de política burocrática” subraya las limitaciones prácticas y la naturaleza adaptativa de las decisiones políticas.
Conclusión
Michele y Henrik Schmiegelow tienen razón cuando definen en su libro que el “pragmatismo estratégico” exige de los responsables de las políticas:
- Conciencia de la falibilidad de su propio juicio.
- Evitar el dogmatismo de cualquier tipo.
- Estar dispuestos a corregir y ajustar su propia acción tan pronto como se reconozcan disfunciones.
- Enfocarse en horizontes temporales escalonados: corto/mediano/largo.
- Usar el mejor conocimiento disponible, el más nuevo, en el corto plazo.
- Buscar un mayor desarrollo de la estructura en el mediano plazo con un conocimiento constantemente ajustado.
- Objetivos claros a largo plazo, aunque eso signifique trabajar bajo incertidumbre científica.
Los autores añaden que algunas personas confunden el “pragmatismo estratégico” con un “salir del paso” sin principios. Esto es incorrecto por dos razones: a) El pragmatismo estratégico se basa en el racionalismo crítico, que es el estándar de la ciencia universalmente aceptado. b) El pragmatismo estratégico no carece de principios, sino que se guía por normas éticas transculturales.
El “pragmatismo estratégico” es un enfoque esencial que podría ser considerado en la formulación e implementación de la política exterior mexicana hoy, ante los retos que le presenta el nuevo gobierno de Estados Unidos. Ofrece un marco equilibrado que integra la visión estratégica con la adaptabilidad práctica. Si bien tiene limitaciones, su eficacia en entornos políticos complejos lo hace indispensable en la gobernanza moderna. Al adoptar la toma de decisiones empírica, la flexibilidad y la cooperación multipartidista, los responsables de la política exterior pueden diseñar políticas sostenibles y resilientes que aborden los desafíos contemporáneos y, al mismo tiempo, garanticen el interés nacional a largo plazo.