El lunes inicia un “parlamento abierto”. La Junta de Coordinación Política de la Cámara de Diputados invitó a especialistas, empresarios, activistas y otros sectores interesados a participar en el parlamento abierto sobre la reforma eléctrica.
Con el lema “Conéctate al debate de la reforma eléctrica”, los diputados organizaron mesas del 17 de enero al 15 de febrero, para abordar los temas sobre el sistema eléctrico creado por la reforma de 2013; el papel del Estado en la construcción del sistema eléctrico nacional; la constitucionalidad y legalidad de la iniciativa de la reforma eléctrica de 2021; el impacto en el medio ambiente y la transición energética.
Todos estos preparativos me recordaron lo que leí en un libro de Adam Grant, un psicólogo organizacional y profesor de Wharton. Lo que más me llamó la atención de “Think Again: The Power of Knowing What You Don’t Know” (“Piensa otra vez: el poder de saber lo que no sabes”) fue el concepto del “poder de desaprender”.
Uno de los peligros de vivir en un país como México, que cambia rápidamente, es que los políticos cargan fósiles mentales en sus cabezas. Todos los días escuchamos y leemos opiniones y suposiciones que podrían haber tenido sentido en una versión anterior de México, en el siglo pasado, o en el antepasado, pero que ya no son verdaderas. Lo que los diputados de la 4T no han entendido es que debemos pensar las cosas otra vez.
Adam Grant dice que hay evidencia que sugiere que muchos de nosotros pasamos mucho tiempo pensando como predicadores, fiscales o políticos. Entonces, cuando estás en modo de predicador, defiendes tus puntos de vista. Cuando estás en modo de fiscal, atacas las opiniones de las otras personas. Y cuando estás en modo de político, sólo escuchas a los que están de acuerdo con tus puntos de vista. Y en las tres modalidades, estás convencido de que tienes la razón y que las demás personas están equivocadas. Sólo te alcanza para decir: “¡que ellos piensen de nuevo, porque mi trabajo mental está bien hecho!”
¿Cómo podríamos lograr que los legisladores de la 4T pasen menos tiempo en modo de predicador, fiscal y político? ¿Cómo le podríamos hacer para que piensen un poco más como científicos, donde reconozcan que pueden estar equivocados? Es cierto que, en algunos casos, hay firmes convicciones. Pero deberían estar motivados para entender las razones por las que podrían tener un conocimiento incompleto.
Mi conclusión es que no escuchan las ideas que los harían pensar, porque prefieren oír las que los hacen sentirse bien. No se rodean de colegas o colaboradores que desafíen su proceso de pensamiento porque prefieren cerca a los que están de acuerdo con sus conclusiones. Si tuvieran un poco de humildad para saber lo que no saben, si tuvieran la curiosidad por descubrir más, podrían tener una mente más abierta. Nuestro país sería mejor.
Humildad y capacidad de desaprender son las dos herramientas clave que todo político de la 4T deberían tener en 2022.
La pandemia nos obligó a repensar todo: ¿dónde trabajamos? ¿Cómo hacemos las cosas? ¿Cómo colaboramos a distancia? ¿Cómo aprendemos? ¿Cómo convivimos? ¿Cómo manejamos la incertidumbre? Hubo mucha gente que no pudo adaptarse, porque se requiere estabilidad emocional.
El mayor desafío hoy es que los legisladores de la 4T aprueben una reforma eléctrica que lastima a la nación y la imprevisibilidad de no saber cuándo terminará la pandemia.
Tal vez si pudieran crear una imagen mental más clara del futuro podrían pensar y manejar mejor la incertidumbre. La combinación de pandemia y legisladores de la 4T ha logrado que el electorado mexicano esté languideciendo. Hay una sensación de aburrimiento, estancamiento o vacío en el que los mexicanos sentimos que estamos mirando la vida en escala de grises en lugar de verla a color.
Ya no se trata de la presencia de iniciativas legislativas inútiles sino de la ausencia de algo. Hay una ausencia de visión, de ilusión de mejorar, de procurar el bienestar de la gente. Creo que uno de los errores de los partidos políticos hoy es que en realidad no saben qué hacer. Hay una especie de niebla política pandémica. Hay una sensación de no tener mucho que esperar. La visión es estrecha. No hay resiliencia ni esperanza. Y los políticos del partido en el gobierno sólo recuerdan a los ciudadanos los momentos del pasado en que también languidecieron.
Ahora que viene el “parlamento abierto” vale la pena recordar lo que dice Adam Grant en su libro: “Las mejores mentes son aquéllas que están dispuestas a repensar sus suposiciones y cambiar sus opiniones; aquéllas que están dispuestas a admitir que pueden estar equivocadas”. Es el argumento central que nos invita a revisar nuestras suposiciones sobre casi todo.
Ahora que tendremos un mes de “parlamento abierto” la pregunta es: ¿cómo lograr que otros reconsideren sus propias suposiciones? Sabemos que están equivocados, pero ¿cómo logras que reconozcan que están equivocados? Muchas veces aportamos los datos, les mostramos los hechos y las cifras. Compartimos anécdotas y experiencias personales que refuerzan nuestros puntos. Usamos la fuerza de nuestros argumentos para tratar de persuadirlos.
En una serie de tuits del día de año nuevo, Grant presentó una jerarquía fascinante de estilos de pensamiento que colocan en la cima a aquéllos que están dispuestos a cambiar sus puntos de vista y seguir aprendiendo para siempre. En esta pirámide de cinco niveles, revela cómo la gran mayoría de nosotros procesamos nuestra vida cotidiana y, en consecuencia, crecemos o nos estancamos. La cima es por lo que todos deberíamos esforzarnos. Los mejores de todos los pensadores son capaces de decir: “podría estar equivocado”. Dan la bienvenida a voces, opiniones y perspectivas externas. Se apoyan en la evidencia sin descartar el impacto emocional. En resumen, son aprendices: siempre quieren saber más. Y ese saber no es sólo recopilar información; es aprender nuevos procesos, nuevos sistemas, formas de pensar completamente nuevas.
Otros caen por debajo del nivel superior de la pirámide de Grant. A veces son “pensadores críticos”, recopilan información de diferentes fuentes y están dispuestos a cuestionar su propia credibilidad. Más abajo están los que se niegan a aceptar que están equivocados; son los políticos que les encanta crear narrativas de “nosotros contra ellos”. Se engañan pensando que tienen todas las respuestas sin importar la evidencia de lo contrario.
Cuando tratamos de cambiar la opinión de una persona, nuestro primer impulso es sermonear sobre por qué tenemos razón y enjuiciarlos por estar equivocados. Sin embargo, los experimentos muestran que predicar y enjuiciar suele ser contraproducente, y lo que no convence a las personas puede fortalecer sus creencias. Grant nos dice que dejemos de lado esas tácticas porque no son muy efectivas.
Hay una técnica llamada entrevista motivacional. La premisa central es: en lugar de tratar de obligar a otras personas a cambiar, es mejor ayudarlas a encontrar su propia motivación intrínseca para cambiar. Se hace dialogando con ellos, haciendo preguntas abiertas y escuchando atentamente, y sosteniendo un espejo para que puedan ver sus propios pensamientos con mayor claridad. Si expresan un deseo de cambiar, se les puede guíar hacia un plan.
Los psicólogos dicen que cuando escuchamos atentamente y llamamos la atención sobre los matices del pensamiento de las personas, se vuelven menos extremos y más abiertos en sus puntos de vista. Ojalá que así sea en el “parlamento abierto”.
“Think Again” es una exploración que invita a la reflexión sobre cómo provocar el pensamiento, cómo fomentar la apertura mental y llegar a mejores resultados al reexaminar regularmente las suposiciones. Desmantela algunas creencias triviales.
Si lográramos que los legisladores piensen más científicamente, tomaríamos decisiones más sabias y probablemente tendríamos mejores conversaciones sobre un tema tan polarizante como la reforma eléctrica de la 4T.
Javier Treviño en Twitter: @javier_trevino