Como es bien sabido, el próximo 1 de octubre Claudia Sheinbaum Pardo se convertirá en la primer mujer presidente de México. Será un día ejemplar que se inscribirá con letras indelebles en la historia del país.

Sin embargo, el inicio de su presidencia luce ensombrecido por un sinnúmero de despropósitos, escándalos y crisis políticas y jurídicas. No obstante los desafíos enormes, la presidenta Sheinbaum, con el respaldo de 36 millones de votos, contará con la plena legitimidad para modificar el rumbo de un país que lo necesita.

En primer lugar, debe devolver a México el sentido de la unidad nacional. Estará obligada a coadyuvar a la sanación de unas heridas infligidas por un presidente saliente cuya forma de gobierno descansó en un ejercicio de polarización, de descalificaciones, de linchamientos públicos, de enfrentamiento con la prensa crítica, y en suma, alrededor de una narrativa tóxica que ha exacerbado el encono entre los mexicanos.

Sheinbaum deberá corregir lo que está mal. El estado de la salud pública y el retroceso educativo son claros ejemplos. Como resultado de la insuficiencia de inversión pública en salud y educación, 50 millones de mexicanos no cuentan con cobertura médica (Coneval) mientras los niños y jóvenes mexicanos adolecen de la falta de infraestructura y de una educación de calidad.

Deberá dar un giro de timón en materia de seguridad. A la luz de los acontecimientos, se ha demostrado una vez más que el crimen organizado reina en una tercera parte del país, siembra el caos, promueve la corrupción, envenena jóvenes e hipoteca la gobernabilidad y el Estado de Derecho.

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Tendrá ante sí el desafío gigante de implementar una reforma judicial que no es más que la ocurrencia de un puñado de radicales que pretenden colonizar el último eslabón de la democracia constitucional mexicana.

Deberá corregir los gravísimos errores del presidente saliente en materia de relaciones exteriores. De la mano de Juan Ramón de la Fuente, tendrá la responsabilidad de redireccionar el rumbo del país frente a gobiernos extranjeros y organizaciones internacionales, a la vez que estará obligada a reencauzar el papel de México en el mundo.

En suma, los mexicanos tenemos confianza en Claudia Sheinbaum. Confiamos en sus capacidades, en su sentido patriótico y en su voluntad de sacudirse los vicios del pasado e iniciar un cambio verdadero que se traduzca en el mejoramiento de la vida de todos, en la unidad nacional y en el prestigio de México en el concierto de las naciones.