Llevo años repitiéndolo hasta el cansancio, pero con analistas llenos de complejos, propios de todavía no pocos mexicanos, qué vienen desde la conquista a manera de traumas; entre lo que está el ver a todo lo europeo cómo “superior inmensamente”, lo non plus ultra., aplicado al fútbol, y la insistencia de esos comentaristas, de que a fuerzas el talento mexicano debe emigrar a Europa si o si para triunfar, tienen hoy a la selección sumida en su peor crisis en medio siglo, eso y obvio, junto con otro fenómeno qué va de la mano, el de prácticamente no tener un límite para extranjeros en la Liga Mx, que está siendo la receta perfecta para el desastre que ya hoy se adivina cómo un hecho.
Los muchachos mexicanos deben emigrar ya consolidados en la liga mexicana, además, a un club destacado y aparte con una titularidad asegurada, no así a uno de cualquier liga de medio pelo, de algún caserío qué tan sólo por el hecho de estar en Europa sea requisito, y con el patético hecho de obligarlos a irse ¡sacrificando sueldo!.
Ya si no ven que “el gran campeón con el Feyenoord!” (o cómo sea que eso se pronuncie), Santiago Giménez es una bestia que no da más que vergüenza en la selección, si no lo entiende con ese caso y el de Diego Laínez el joven futbolista mexicano en general, la inercia de tirar talentos a la basura seguirá.
Es de inmensamente mejor nivel un club grande en México qué un AEK de Grecia, un Feyenoord de Países Bajos o tantos otros dónde, periodistas deportivos cargados de malinchismo y sentimientos de inferioridad de diván, pretenden que nuestros futbolistas se marchen a retroceder, no es (pero ni de lejos) similar en nivel uno de esos clubes chicos del viejo continente que un América, Cruz Azul, Guadalajara o Pachuca (por ejemplo).
La suicida tendencia de mandar cómo carne de cañón a jóvenes mexicanos a equipillos europeos, tan sólo porque el gordo Faitelson, Luis García, los Orvañanos y otros tantos dicen que son “inmensamente superiores”, hará que el fútbol mexicano no haga sino continuar en una caída en picada a la que el fondo estaría, todavía, lejísimos de tocarse.